No
Salió un día al alba, con el pecho erguido,
con pasos firmes y sueños de hierro,
su rostro encendido en el frío, rendido
ante el fervor de un futuro incierto.
Un beso robado, un último abrazo,
con promesas dibujadas en el viento,
"volveré pronto", le dijo al ocaso,
sin saber que se lo llevaba el tiempo.
Las cartas llegaron un par de semanas,
palabras marchitas de tinta y batalla,
contando historias de noches lejanas,
de balas y fuego, de vida y metralla.
Pero luego el silencio cayó en la casa,
las palabras dejaron de llegar, despacio.
La madre guardaba su voz en la plaza,
la esposa, su amor, en un solo espacio.
Pasaron los años, los campos dormidos,
y nunca volvieron ni él ni su sombra.
En el pueblo lo hallaron perdido,
su nombre grabado en una piedra honda.
Quedó en la memoria, tallado en el viento,
como el héroe ausente que nunca volvió,
y en cada historia su rostro es un cuento
de aquel que a la guerra un día marchó.