El niño que vivía en una caja de fósforos
El niño de ésta historia vivía junto a su madre y dos hermosos perros, pero como no le gustaba hablar se fue a vivir dentro de una caja de fósforos que él mismo consiguió en su casa. Para poder entrar allí, se volvió tan pequeño que su madre no sentía su presencia. Su voz apenas se escuchaba, y a él no le importaba, amaba el silencio teñido de música.
El pequeño fue creciendo, y la caja le seguía resultando cómoda, allí pasaba la mayor parte del tiempo tocando su guitarra, solo salía por lo necesario, pues en ese lugar se sentía protegido, era como vivir en una gran fortaleza de un cuento medieval. Un día soñó que estaba en medio de una Batalla… Y pudo salvarse dentro de su caja de fósforos.
Su madre estaba muy preocupada al ver que su hijo vivía allí. Ella tenía miedo de perderlo de vista por su pequeño tamaño, también pensaba que podía pisarlo sin darse cuenta y eso le aterraba, aunque aprendió a vivir con esa angustia.
Él vivía dentro de una caja de fósforos, pero no era un fósforo… si bien, cada vez que hacía música, algo en su alma se encendía, algo brillaba como por arte de magia, sus perros ladraban de emoción cuando eso pasaba y él no se daba cuenta. El ladrido de sus perros era lo único que amaba escuchar además de la música.
Pasaba horas dentro de la caja pensando en lo grande y complicado que resulta ser el mundo, en la trivialidad humana, en los riesgos y amenazas de la vida. El chico tenía muchos miedos, sin embargo, no se lo demostraba a nadie, solo se expresaba a través de la música, ella era su confidente.
Un día, su mamá botó sin querer la caja por el bajante de la basura y el joven protagonista fue a parar muy lejos de casa; estaba perdido en un mundo que para él era desconocido.
LA TRAVESÍA
“No se puede hacer música si antes serlo”
De tal manera comenzó su camino fuera de la caja de fósforos. Un día se quedó mirando fijamente un árbol triste, sin hojas y su música lo transformó en un árbol frondoso. El árbol, en agradecimiento le dio un cofre y le indicó que solo podía abrirlo cuando estuviese en aprietos.
Al día siguiente, se encontró a un lobo, y éste quería atacarlo, se asustó tanto que trepó un árbol y el lobo no se iba del lugar, el niño lloraba y pensaba que estaría mejor en casa, junto a su madre y sus perros… se arrepintió de haber salido de allí y de tanto llorar se quedó dormido. Al día siguiente, despertó y pensó que todo había sido una pesadilla… pero no fue así; sin embargo, el lobo ya no estaba y en lugar de él había una hoja con un escrito: “Que tus miedos no te paralicen, que tus instintos sean de vida, pues la muerte tiene ventaja”.
El niño continuó sin parar, se decía a sí mismo… “El mundo necesita más música”. De pronto se encontró con un puente roto y se preguntó ¿Cómo hago para cruzar? no tengo materiales para repararlos y si intento cruzarlo me mataría en el intento (Por un momento se había olvidado de sus poderes y al recordarlos, comenzó a tocar su guitarra). El puente se fue reconstruyendo en forma de teclas de piano y emitían una melodía ancestral.
Luego de cruzar las teclas del puente, se escuchaban pasos sobre las hojas secas… el niño comenzó a buscar por todos lados y con mucha cautela y no divisó nada. Al cabo rato, alzó la mirada y había una gata negra observándolo: -“Eres muy confiado, chiquillo”… El niño respondió tartamudeando: “¿Quién eres y por qué hablas? –Soy una gata, y vivo aquí… Me gusta estar sola y tú estás irrumpiendo mi paz”. El chicuelo sintió mucho miedo, y se repetía en voz baja: “Que tus miedos no te paralicen, que tus instintos sean de vida, pues la muerte tiene ventaja”.
El niño le preguntó a la gata… ¿Y por qué te gusta estar sola?
-No me gusta la compañía.
-Estoy en las mismas , no te entiendo, ¿Te hicieron algo?
– Si, yo no tengo amigos, el mundo traiciona, yo solo confío de mi desconfianza.
-Es cierto , uno no debe fiarse de cualquiera, pero no todo lo que nos rodea es amenazante… Yo vivía en una caja de fósforos y siempre tenía miedo… pero la música me enseñó que… Uno no puede dar lo que no tiene, si no confías en alguien, jamás confiarás en ti y viceversa. Algo me dice que tú no me harás daño, ven y canta conmigo. La gata dudó por un momento y al cabo de un rato juntos cantaron y ella se dio cuenta que tenía una hermosa voz que siguió usando, hizo tantos amigos como pudo, nada se resistía a su voz casi celestial.
El chico caminó un largo trecho, ya estaba cansado y decidió acostarse un rato a la sombra de un Ciprés. A mitad de su siesta, un zumbido lo despertó… Era una abeja que no paraba de volar.
-¿Oye, por qué me despiertas?
-No ves lo maravillosa que soy, mi manera fabulosa de volar.
– ¿Y para eso me despiertas? ¿Por qué no te buscas un espejo?
-¿Un espejo?
– ¿Nunca te has visto en uno?
– No, en el panal donde vivo no tenemos espejos, sabes, de todas mis hermanas yo soy la más talentosa y mi madre me quiere más a mí que a las demás.
-Ajá…
-Y además de emitir zumbidos… y despertar gente, ¿Sabes hacer otra cosa?
– Bueno, a mí me gustaba cantar, pero una vez canté tan fuerte tan fuerte para demostrar que canto mejor y perdí mi voz de canto. Y de verdad cantaba mejor que las otras.
-Y ¿Para qué quieres competir con ellas si realmente eras tan buena?
-No lo sé…
De pronto apareció una Golondrina que estaba escuchando la conversación entre el chico y la abeja presumida y los interrumpió:
“Les voy a contar una historia:
Erase una vez un papá y un hijo que iban por el bosque y de pronto se escuchó un ruido. El padre le preguntó a hijo ¿Qué crees que es? Y el hijo contestó- Parece ser una carreta. El padre agregó- Y está vacía… El hijo preguntó: ¿Cómo lo sabes?-Hijo mío, mientras más vacía está la carreta, más ruido hace.”
CAMINO SIN RETORNO
“La música no se destruye, se transforma"
Los días pasaban y ya no le veía novedad al recorrido, no entendía por qué estaba allí, él solo quería regresar a casa y no lo estaba logrando, pero no le veía sentido a nada, estaba vacío, triste ¡Y no sabía por qué!
No obstante, recordó que tenía un cofre que podía abrir si solo estaba en aprietos, y aunque no lo estaba del todo, sentía que su chispa se iba apagando, que ya no había ganas de continuar…
Desesperadamente abrió su cofre, y éste estaba vacío y eso lo puso triste, devastado y decepcionado y lanzó el cofre al suelo. Rápidamente comenzó a sonar la primera melodía compuesta por el chico y eso lo hizo recordar sus orígenes. Dentro del cofre había una pequeña nota que decía “No olvides de dónde vienes y sabrás que hacer en el camino”.
El chico tomó su cofre y vio que en uno de los compartimientos había una caja de fósforos en la que intentó entrar, le costó mucho hacerse pequeño, sin embargo lo logró. Se sentía cómodo en aquel lugar y comenzó a tocar su guitarra como nunca antes lo había hecho, se sumergió tanto en la música que no se dio cuenta que su madre metió sus dedos en la caja y lo confundió con un fósforo, lo tomó por sus pequeñas piernas y lo usó para encender un cigarrillo mientras él continuaba inspirado. En el aire se formó un cúmulo de notas musicales convertidas en una estela de humo de colores.
FIN
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