Se me viene a la mente en estos momentos la primera vez que fui a ver en una cancha a la Vinotinto. Era un miércoles 24 de abril de 1996, partido del Premundial-1998 (eliminatorias para el Mundial de Francia 1998); jugábamos de locales en el estadio Brígido Iriarte, en Caracas, Parroquia El Paraíso.
El estadio estaba totalmente lleno, con 12 mil almas gritando
“… vamos, vamos Venezuela, que esta noche tenemos que ganar…”. Ese cántico se repetía una y otra vez, y no dejó de oírse durante los 90 minutos. Los fuegos artificiales hicieron acto de presencia para llenar de más color ese viejo estadio que también fue la sede por unos años del Caracas FC.
Era una noche mágica para mí. Tenía 12 años. Estaba muy emocionado; no lo podía creer: estar ahí, a pocos metros de los mejores jugadores del balompié venezolano de los 90. Obviamente, el favorito era Uruguay, bicampeón mundial (1930 y 1950).
El árbitro, Alberto Tejada (peruano), dio el pitazo inicial y ¡el estadio era un carnaval! Esa noche la Vinotinto salió con once jugadores que lo dieron todo en la cancha. Recuerdo con mucha admiración a Gerson Díaz y Stalin Rivas, dos verdaderos cracks del fútbol venezolano.
En el segundo tiempo Venezuela tuvo una chance clara para meter la redonda bajo los tres palos, pero había un gigante en la portería charrúa: Jorge Arbiza. El arquero celeste se estiró hasta más no poder,
“posando para la foto” de los grandes diarios deportivos uruguayos y venezolanos, y sacó la pelota con la yema de los dedos. Si mal no recuerdo fue Stalin Rivas el que metió ese zurdazo.
Venezuela esa noche perdió 2 a 0. Pero en la cancha se notaba otra actitud de los jugadores venezolanos: jugaron con garra, con pasión, no dieron ninguna pelota por perdida, sudaron la camiseta. Al terminar el partido, escuché por la radio las declaraciones del DT uruguayo (en ese entonces no había redes sociales), quien tuvo que admitir que la Vinotinto
“estaba sacando chiquitos jóvenes con un futuro promisorio”.
Esa noche futbolera del 24 de abril de 1996 fue el inicio de una nueva personalidad, de una nueva psicología dentro de la cancha, de un jugar de tú a tú, así el oponente fuera un bicampeón mundial; de ponerle huevos hasta el final, así te estén goleando. Esa noche de 1996 yo vi morir a la cenicienta.
Imagenes sacadas de Archivo Web
Animación por:@fabro10
Crónica por: @fabro10
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