Mi pequeña historia sobre Doom

in #videogames19 hours ago (edited)

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Toda gran aventura empieza en un lugar insignificante

Para John Carmack y John Romero, sus inicios no fueron muy distintos. Dos jóvenes, cada uno con una pasión desmedida por lo que entonces era poco más que una obsesión geek: los videojuegos. Lo que nadie imaginaba es que esa obsesión los llevaría a cambiar la historia del entretenimiento digital, desafiando a la tecnología, a la industria y, sobre todo, a ellos mismos.

El Encuentro con los Píxeles

Todo comienza con un encuentro inesperado. John Romero, con una temprana inclinación por los videojuegos que su padre no comprendía, ya había publicado su primer juego a los 16 años. Carmack, mientras tanto, era el joven programador con una mente afilada como el código que escribía, obsesionado con superar las limitaciones de las computadoras que parecían más enemigas que herramientas.

Fue en Softdisk, esa pequeña empresa que apenas aparece en los libros de historia, donde ambos se encontraron. Romero, jefe de videojuegos, descubrió en Carmack a alguien que compartía su pasión, pero más importante aún, a alguien que podía transformar sus ideas en pura magia digital. Sin embargo, su primer acto de verdadera rebelión fue crear algo que no debían: un port no autorizado de Super Mario Bros 3 para PC. Aquí se dieron cuenta de que podían hacer lo imposible, que había un mundo más allá de las normas establecidas. Y sabían que no podían quedarse ahí.

El Nacimiento de id Software

La rutina y las limitaciones corporativas no eran para ellos. Así que abandonaron Softdisk y fundaron id Software, una compañía nacida del puro deseo de libertad creativa. Pero como todo en las grandes aventuras, abandonar lo seguro significa enfrentarse a dragones que pocos están preparados para combatir.

El primer gran reto fue Wolfenstein 3D.

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Aunque ahora lo recordamos con cariño, en su momento, la violencia y la brutalidad de su acción casi los tumba. Los críticos no sabían si aplaudir o censurar, pero Romero y Carmack estaban seguros de que habían encontrado algo: un nicho que combinaba acción frenética, laberintos oscuros y, sobre todo, tecnología de vanguardia.

A propósito de Wolfenstein 3D, también tengo mi propia anécdota

Estaba finalizando el grado superior de informática cuando descubrí un programa que me permitía cambiar elementos del juego original. Como buen curioso de las posibilidades técnicas, me lancé a modificar los mapas y gráficos del juego. Y claro, no podía resistirme a la tentación: sustituí los carteles de Hitler que adornaban las paredes del castillo por los de un controvertido profesor del que todos teníamos historias para contar. Las partidas se volvieron una verdadera liberación. Ver la cara del profesor en esas paredes virtuales se convirtió en una especie de pequeña rebelión estudiantil. Y así, la creatividad y la tecnología se unían para hacer mucho más personal mi experiencia con Wolfenstein 3D.

Los Desafíos Técnicos

Con el éxito de Wolfenstein 3D en sus manos, sabían que el verdadero reto estaba por venir.

El proyecto que cambiaría todo: Doom. Pero, como todo héroe que se adentra en la cueva del dragón, los obstáculos que encontraron eran mayores de lo que esperaban.

Carmack, en su rol de mago digital, tuvo que enfrentar el mayor monstruo de todos: las limitaciones de la tecnología. En los 90, las PCs eran poco más que simples herramientas de oficina. Lograr que algo tan fluido y vertiginoso como Doom funcionara en ellas era como intentar hacer volar una roca. Pero Carmack no creía en imposibles. El desarrollo del Binary Space Partitioning (BSP) fue una de sus armas clave, permitiéndole renderizar los complejos niveles de Doom sin que la computadora explotara. A eso sumó técnicas como el texture mapping, heredado de proyectos anteriores como Catacomb 3D, que permitían aplicar texturas realistas a los polígonos, creando una atmósfera inmersiva y aterradora.

Por otro lado, Romero jugaba su propia batalla. Su visión creativa para los niveles de Doom era clara: ambientes laberínticos, llenos de secretos, donde la tensión no solo venía de los monstruos, sino de no saber si el próximo paso te llevaría a la victoria o al abismo. La verticalidad, los cambios de luz, las trampas, todo esto se convertiría en su sello.

El Lanzamiento de Doom

Después de incontables horas de trabajo, noches sin dormir y dudas sobre si el mundo estaba preparado para lo que estaban creando, Doom fue lanzado al público en diciembre de 1993. Y ahí estaba, el momento definitivo: la prueba suprema.

El impacto fue inmediato. Doom no era solo otro videojuego; era una obra maestra tecnológica que rompía con todo lo conocido. Con su motor gráfico innovador, niveles de diseño sin precedentes y la capacidad de jugar en multijugador a través de internet, redefinió lo que un videojuego podía ser. El éxito fue tan arrollador que convirtió a id Software en una referencia, transformando un pequeño estudio independiente en un gigante de la industria.

Mi Primera Experiencia con Doom

Y es aquí donde entro yo, un chaval que por entonces trabajaba en mi primera tienda de informática. Todavía recuerdo que me asignaron la tarea de encargarme de un apartado que no interesaba mucho en esa tienda, dedicada a programas de empresa: los videojuegos de ordenador. Qué tiempos, ¿no? Fue ahí donde descubrí Doom. Cuando llegó la demo, decidí montar un escaparate con ella. La tienda estaba justo al lado de un colegio, y como podréis imaginar, los chavales salían de clase y se quedaban pegados a la cristalera, fascinados por las imágenes que salían en la pantalla. Y claro, no eran las imágenes más inocentes del mundo. Las madres no tardaron en venir a quejarse con mi jefe, pidiéndole que quitara la demo. A fin de cuentas, aquellos demonios sangrientos no eran lo que esperaban ver justo después de recoger a sus hijos del colegio. Pero, ¿cómo podíamos culpar a los chavales? Todos estábamos igual, pegados a la pantalla, fascinados por ese juego que lo cambió todo. Doom tenía algo magnético, algo que te mantenía ahí, clavado. Y así fue como, en ese escaparate de una pequeña tienda de informática, supe que estábamos presenciando el nacimiento de algo que nunca habíamos visto antes. No era solo un videojuego, era una revolución. Y como toda buena revolución, trajo su buena dosis de controversia.

La Liberación del Código y el Legado de Doom

El éxito de Doom no fue solo una victoria personal para Romero y Carmack. Sabían que su verdadera contribución al mundo no era solo un juego, sino el conocimiento que habían acumulado. En 1997, Carmack tomó la decisión de liberar el código fuente del juego. Este acto permitió que otros desarrolladores estudiaran, modificaran y expandieran su trabajo, creando una comunidad de modders que mantiene vivo el legado de Doom hasta hoy.

Lo que comenzó como una simple búsqueda por crear algo divertido se convirtió en un fenómeno cultural. Doom no solo influenció a una generación de jugadores, sino también a la industria misma. Desde la creación de otros shooters hasta su impacto en la música, el cine e incluso los debates sociales sobre la violencia en los videojuegos, Doom fue mucho más que un juego: fue un hito.

El Camino No Termina: Los Nuevos Horizontes de id Software

Como todo héroe que regresa de su viaje, Romero y Carmack no fueron los mismos después de Doom. El camino no terminó ahí. La experiencia forjó sus habilidades y conocimientos, consolidó una visión de futuro basada en la innovación constante y los empujó a seguir desafiándose a sí mismos. Aunque la historia de Doom marcó un antes y un después, sus creadores no dejaron de buscar nuevos horizontes, siempre en la frontera de lo que la tecnología y la creatividad podían ofrecer.

El verdadero legado de Doom no solo está en sus balas, sus demonios o sus laberintos. Está en la idea de que no hay límites, solo posibilidades por explorar. Porque si algo nos enseñaron Romero y Carmack, es que en el mundo de los píxeles y los códigos, los héroes no llevan espadas ni capas: llevan teclados y monitores.

Y así, como dice la sabiduría de las de antes:

"Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo."

Un tiempo para empezar a programar en una pequeña empresa, y un tiempo para desafiar los límites de la tecnología. Un tiempo para ser pioneros, y un tiempo para dejar que otros tomen las riendas de aquello que has creado. Un tiempo para crear leyendas, y un tiempo para compartirlas con el mundo. Porque, al final del día, los héroes digitales también deben saber cuándo retirarse y dejar su obra en manos de la comunidad.

Para Romero y Carmack, el tiempo de Doom llegó con fuerza y marcó una generación. Pero el tiempo de su legado sigue vivo, en cada jugador que se sienta frente a una pantalla, listo para enfrentarse a nuevos demonios.

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