Ser venezolano en tiempos de vergüenza

in #venezuela6 years ago

Como están amigos de Steemit, queria compartir un artículo que ví del Señor: Luis Acuña, de verdad que vale la pena leerlo, aunque es algo viejo se aplica ahorita por las circunstancias que estamos viviendo Actualmente.

Ser Venezolano en Tiempos de Verguenza

Autor: Luis H Acuña

Hay días en los que el gentilicio pesa. Se hace denso y deja un sabor a bilis en la boca. Cuesta reconocerse en las conductas y actitudes criollas al punto de sentir pena ajena y propia por ese concepto tan abstracto que llaman la venezolanidad. No es que me sienta avergonzado de ser venezolano, eso sería como que me diera vergüenza ser hombre o tener los ojos negros; no es algo que haya elegido yo. Tampoco es algo de lo que sentirme orgulloso. Llegar a esta conclusión me costó. Hasta hace unos años yo creía que ser venezolano me hacía especial pero luego ocurrió la ruptura entre mi percepción idealizada de nuestra sociedad y la realidad.

Solía creer que el venezolano era simpático, alegre, amiguero, educado y sobre todo, decente aún en las peores condiciones. Creía también que así era la mayoría de mis compatriotas pero que estábamos de cierta forma secuestrados por unos pocos que detentan el poder ya sea legalmente(gobierno) o por las armas(malandros). Pero gradualmente fui entendiendo que debajo de esas características se esconden el resentimiento, la irresponsabilidad, la envidia y el abuso entre otras que terminan por conformar lo que nos distingue como sociedad: la viveza criolla.

Traigo esto a colación por lo ocurrido en Daka y otras tiendas. Venezolanos alegres y simpáticos participaron de los saqueos institucionalizados, legalizados y legitimados por un gobierno que no sino la representación de todo lo malo del venezolano. Un espectáculo deplorable, la versión a gran escala de aquella costumbre tan propia de pararse a robar a los que han tenido un accidente de tráfico. Episodios como éste y el de la gandola de Los Ruices nos dejan desnudos con nuestras miserias al aire.

Mucho se dice que el gobierno no es la causa sino la consecuencia de nuestros problemas, que el venezolano es el verdadero problema. Un argumento que suele ir acompañado de una conclusión estúpida: no importa quién sea el presidente porque somos así. De esa forma se exime de responsabilidades a quienes han convertido los bajos instintos de los venezolanos en capital político y que el fin de semana pasado lograron sumar una cantidad enorme de votos mientras humillaban a saqueadores y saqueados por igual.

Ciertamente el chavismo ha sabido sacar partido del resentimiento de los venezolanos pero es mentira que sólo los chavistas estuvieron saqueando. Las ganas de hacerse con un televisor “full HD” de 40 pulgadas es común a una gran parte de la sociedad. No me hace falta hacer una encuesta para saber que ahí habían chavistas y opositores aprovechando la rebatiña. Porque si algo tenemos en común todos es en nuestro anhelo de darle a la piñata petrolera.

Decía hace unos días Pérez Reverte en una entrevista que si al miserable le dabas cualquier cosa ya eso era suficiente para producirle miedo a perderlo todo. No hace falta mucho, contratos millonarios a los ricos (nuevos y viejos, da igual), dólares CADIVI y la oportunidad de saquear para el resto de la población.

La tendencia política del venezolano se vuelve irrelevante como lo demuestra la actitud temerosa de la dirigencia opositora a la hora de criticar lo ocurrido en Daka. Nada que los comprometa mucho. Otros sectores de la oposición intentan justificar lo ocurrido alegando que son problemas internos de los chavistas o que en verdad sí vendían más caro o explicando cómo estos comercios compraban a dólar preferencial pero fijaban los precios al paralelo (a pesar que el gobierno ya admitió que Daka no recibía dólares) porque en el fondo el venezolano vive del autoengaño.

Por eso somos el país más feliz de la tierra aunque haya una posibilidad real de terminar cualquier celebración a tiros o no haya actividad para la cual no exista una cola. Asimismo, el sábado cuando se estaban produciendo los saqueos se podía leer en las redes sociales mensajes de apoyo a la Miss Universo y no faltó quién se sintiera orgulloso de ser venezolano cuando ella ganó el concurso más irrelevante, vacuo e inútil del planeta.

Y es que en esta sociedad donde lo que prevalece es el todos contra todos, es más importante aparentar normalidad y éxito mientras escondemos nuestras vergüenzas. Pensamos que los de Daka se merecen ser saqueados (por ser amigos de Arreaza, por especuladores, por chavistas/opositores) entonces el hecho no tiene importancia, es ajeno a nosotros, que se jodan quién los manda. Así tenemos derecho a robar porque vivimos y morimos porque el lema del país es “ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”. Así intentamos entender el caos y la anarquía que nos rodea esperando no ser los próximos en salir perdiendo. Joder nosotros antes que otro nos joda porque somos vivos y ser pendejo es un crimen que se paga con la vida.

Detrás del “calor del venezolano” lo que hay es odio y desconfianza hacia el otro porque estamos convencidos que está esperando nuestra caída para patearnos en el suelo. La “viveza criolla” no es más que un ataque preventivo porque para que alguien más se aproveche, nos aprovechamos nosotros (del gobierno, del jefe, del vecino). Nuestra “alegría” no son sino gritos desesperados para aparentar normalidad en forma de risas vacías. Y la “chispa del venezolano” no es sino el chiste fácil para no tener que enfrentar el horror de una sociedad completamente destruida moralmente.

Cuando vemos a alguien triunfar buscamos quitarle el mérito porque seguramente no sus logros no fueron honestos, porque somos un país de corruptos, todos llevamos nuestra mancha en algún lado. La vez que le dejamos al fiscal para los frescos, cuando circulamos por el hombrillo o vendimos nuestro cupo. Sospechamos que nadie está libre de pecado porque eso sería imposible en la Venezuela actual. Como dijo Pratt hace unos meses o robas o te mueres o te vas, no hay más opciones. Y así, la vendedora del Sambil no sólo no te ayuda sino que te insulta. El funcionario de turno colea al gestor amigo en tu cara. Tú prefieres quedarte atravesado en el semáforo porque si tú no pasas que no pase más nadie. Y te metes a robar unos televisores porque eres del pueblo para luego venderlos por “Mercado Libre”.

No puedo sentirme avergonzado de ser venezolano porque es lo que soy y lo que seré siempre. Es imposible borrar los afectos que tengo allá ni la crianza que tuve. Nací y crecí en Caracas, estudié en Maracaibo. Tengo acento venezolano (maracucho cuando cruzo el puente). Hablo con expresiones venezolanas. Crecí viendo Radio Rochela y Sábado Sensacional como toda mi generación. No puedo ni quiero ser otra cosa. Pero me asquea ver en lo que se ha convertido nuestra identidad nacional. La única resistencia posible es intentar mantenerse fiel a sus principios éticos como dice John Manuel Silva y esto quizá sea lo más triste de todo.

Fuente: https://www.panfletonegro.com/v/2013/11/11/ser-venezolano-en-tiempos-de-verguenza/

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