Unas cuantas noticias falsas o verdaderas, sobre el sufrimiento de mi pueblo dentro o fuera de Venezuela me produce una profunda nostalgia, al ver como muchos son humillados, maltratados y burlados de una manera tan soez por lo errores de otros. Es difícil acariciar mi teclado pensando en otros temas que escribir y no hablar sobre esto cuando esta situación me parte el alma.

Hace unos años atrás un grupo de jóvenes de mi edad comenzaba una carrera universitaria y otros tantos ya tenían unos cuantos años en el mismo camino, con pensamientos altos fijando siempre un norte, para el cumplimiento de las metas que básicamente eran para ese entonces, no tan atrevidas sino sencillas, eran de los más normales y hasta predecibles diría yo. Todo se simplificaba con una fórmula simple;

No era extraño oír algunos soñadores hablar sobre lo que harían después de graduarse, se escuchaba algunos hablar sobre negocios propios, otros especializaciones, postgrados y los más osados salir al extranjero, ¡Salir al extranjero era un sueño en realidad!. A pesar de que para eso entonces era una meta y no como ahora casi un sueño, era un poco difícil para algunos poder continuar en la universidad por una u otra cosa. El hecho de que la educación era y sigue siendo gratuita no quiere decir que transporte, comida y residencia para algunos también lo fuera, y lo sea ahorita. Muchos desertaban cada semestre y con ellos el sueño de los padres se esfumaban junto con ello. No era tan fácil como algunos lo pintan, mientras unos derrochaban el dinero de la mesada en fiestas, otro grupo pasaba noches en vela resolviendo problemas matemáticos o estudiando para sus pruebas. Por otro lado estaban los que no contaban con dinero y tiempo para salir algún lado; como el firme ejemplo de cualquier Nancy que vendió cositas en algún lugar, para ayudar a su mamá que se partía el lomo planchando para ayudarla a pagar sus estudios de radiología, de medicina, de ingenieria o de abogacía en la universidad.

Lidiar con docentes sin vocación tampoco era una fácil tarea, Maria Andrades en la universidad era solo un número de cedula, algunos profesores no eran amigos sino verdugos. ¡En bachillerato nunca nos dijeron, que veríamos derivadas en el primer calculo! rezongaba decepcionado un Juan Pérez que nunca vió los números como sus favoritos, pero le tocaba hacer de ellos su pan de cada día que le aseguraría en un futuro la estabilidad de su familia.

Y como olvidar el que venía de otra universidad con cuatro semestres encima, el ¡coquito del salón! le decían porque respondía todas las preguntas que los profesores hacían, pero no crean que por ser el inteligente se las sabía todas, ese también se fajaba con la manada en las tremendas desveladas, tenía doble rol estudiante y profesor con sus compañeros, enfocado principalmente en su meta de ser un gran profesional.

Las historias inspiradoras de muchos estudiantes les podria contar pero para un solo post es mucho material, historias de docentes, ingenieros, arquitectos, artistas, médicos y unos cuantos más que no olvidan el día que eligieron el camino que querían seguir, culminarón una meta pero por las circunstancias no han podido proseguir como pensaban que sería.

Muchos de ellos llegan con su título en una maleta, para salir a servir amablemente un café, a ofrecer una amada arepa, o a trapear el piso de una discoteca en cualquier país en el exterior, pero eso no le impide andar con la cara en alto mostrando a todos la jovialidad y gentileza que como venezolanos nos caracteriza. Tienen un equipaje lleno de esperanzas, esto no deja que las adversidades los derrumbe, sus metas no se llenan de polvo con las vejaciones, y los maltratos de muchos xenófobos, al contrario eso no los hace menos, todo es cuestión de aprendizaje, estos procesos hacen a las personas más humanas, más empáticas. Sus modales no se condicionan por las circunstancias y extiende su mano amiga a cualquier extranjeros sea blanco o sea negro, porque en su tierra desde pequeños les enseñaron a servir y a trabajar.

Tal vez no es la historia de todos los venezolanos en el exterior, pero si la de algunos. Defiendo la causa de que todos no somos iguales, que hay gente buena y mala en todos lados, no puedo dejar de sentir tristeza por algunas injusticias, pero me siento agradecida por aquellos que comprenden la situación que hoy nos obliga a salir, nos obliga a dejar a padres, hijos, y amigos para poder ayudarlos. Los colores de la bandera, el escudo, la orquídea, y el turpial están tatuados en el corazón todos los venezolanos, como sus inmensas ganas de regresar a nuestra amada Venezuela. Esto es solo una situación que en algún momento pasará.