Cárcel
Entre todas las rejas de cristal que arropan la celda en la que me encuentro, fierros de vidrio que resguardan todo mi ser, preso en un mundo donde sólo los horrores invisibles son reales, tengo miedo del exterior pero lucho por salir de estos barrotes.
No lo logro nunca, golpeo y golpeo, me quiebro, me agrieto, pero nunca me rompo. De un segundo a otro el cristal sana, todo regresa a la normalidad, agarro los barrotes de nuevo mientras le grito al mundo que deje de torturarme.
—No quiero salir, no quiero quedarme aquí, ¿Dios, qué castigo más cruel es este?—Me digo a mí mismo.
Estoy cansado, sin fuerzas ni para rendirme, “calor”, digo entre labios mientras me relajo sentado en el cristal de mi jaula, me duele el ser cuando sigo sudando, la temperatura aquí es cálida, me tumba, miro el exterior, nieve, distante y pálida observándome en mi letargo, cientos de ojos azules me miran, me llaman cuestionando mis decisiones, “¿Por qué no saldrá?” se deben preguntar, seguro.
No puedo más, desmayo.
Mi cuerpo reacciona, tiemblo, hace frio. Me levanto confundido, miro los barrotes de cristal, tan congelados, tan firmes, los acaricio suavemente mientras las cenizas de mis ánimos de libertad terminan de enfriarse y no ser más que pálida escarcha en mi corazón, ¿qué busco de afuera? ¿Allí no hay nada o lo hay todo? Miro el exterior, un infierno carmesí se cierne sobre la soledad del mundo, despojos de humanidad se calcinan en una fragante llama de caldero, donde se cuecen dentro los deseos más iluminados de las blandas almas humilladas por el sol.
No quiero salir, no hay nada fuera para mí, para el hielo de mi ser. Duermo.
Despierto de un salto, ya no puedo dejarme vencer, tuve un sueño, soñé con las mariposas del nirvana surfeando en los aires de mí alrededor, patinando en mi vista y dando sentido a mis clamores, soñé con tu halo dorado, con aquella cola en espiral, con aquella canción…
Golpeo el cristal, una, otra, y otra vez, tengo que salir, salir de aquí tirando hasta mis lágrimas para ser libre con los gritos de pavor que mis sueños claman, que mis esperanzas de un mundo mejor dotan, el infierno que había fuera ahora es sólo escombros de carbón ante la estrella en nova que estalla en mi pecho, en mis nervios y músculos que estallan en estelas galácticas de adrenalina; el cristal sede, empieza a debilitarse, empieza a colapsar ante el dolor de mi cuerpo y sangre golpeándole, salta con cada impacto, se mueve hasta chocar.
— ¿Qué haces? —Me pregunta una voz del exterior, chocando contra mi jaula.
—Voy a salir, —respondo jadeante— necesito salir de aquí.
—Pero… ¿no fuiste tú quien se encerró allí?
Las dudas empezaron a aglomerarse sobre la jaula, cuestionando mis actos como puros seres nacidos del mal. Salir de la jaula, ganar mi libertad…
— ¿A qué costo?
—Al costo de vivir con lo que hay fuera, ¿mi libertad vale el dolor de tenerla? Pero ¿No hay dolor aquí encerrado? Lo hay, todos los días, duele, cansa…
—Estar afuera duele, cansa, ¿hay diferencia?
—Quiero salir, deja de cuestionarme, ¿por qué me dañas así?
—Es que no te comprendo, te encierras para protegerte, pero ahora quieres salir.
—No soporto estar aquí, me estoy muriendo…
La jaula se rompe mientras aun me apoyo de sus barandales, caigo de rodillas frente a las dudas, preso de su negro ser infantil.
—Pues, ahora eres libre…
Empecé a correr por el mundo, a escapar de las cenizas y buscar el bosque que dibujaba el horizonte, tan hundido en ciénagas de cinismo, encharcando mis pasos, llenando mis tobillos de barro. Esto no es un bosque, es un pantano.
El pantano tan frio, tan cálido a su vez, arboles tan grandes y secos, tan húmedos, frutales y floreados siendo comidos por termitas. Una noche que no deja de quemar por el sol, mi mente se aturde a los pocos segundos, mis emociones se flaquean al tratar de explicarme la realidad, me abandonan al ver que los pingüinos vuelan y las jirafas son más reales que los unicornios, mi mente se reinicia y apaga con constancia, sin poder procesar, sin poder creer ni dejar se fantasear, trato de mantener un búfalo dormido luego de darle éxtasis de elefante, es imposible…
Sujeto mi nuca despacio, pegando lentamente mí frente al suelo de cristal que nace a mis pies, estoy cansado, dormiré de nuevo…