SpanishChallenge 13 Entrada #1 - Jairo
Jairo
―¡Sonría, Pepín! Que no se le va a caer la cara.
―Cállase, Puma. Usted sí es bien bobo, ¿no?
―Bobo será usted, ¿que no ve no quedaron vivos ni los perros? Los limpiamos a toditos, Pepín. Debería estar saltando en una pata.
Puma siempre habla de más. Eso es lo único que sabe hacer, hablar. En la selva hasta camina chueco.
―Diga algo, Pepín.
―Que se calle, le digo. No es momento para hacerse el chistoso.
―A usted lo que le falta es guaro. Ni sabe las maravillas que me encontré en el pueblito ese.
Antes de que pudiera responderle, Puma entró corriendo a nuestra carpa y regresó con dos botellas de plástico llenas de un sospechoso trago transparente que se olía a través de las tapas.
―Para usted nada es sagrado, eh, Puma. ¿Por qué se vino robando esas botellas?
―No se haga el sensible, Pepín. Cómo las iba a dejar ahí solitas en la selva. Ni que los muertos bebieran.
A Puma nadie le quita lo bruto, pero tenía un buen punto. Tenemos que quedarnos en esta selva por dos días más y, como él dijo, no quedaron vivos ni los perros. Si vamos a esperar, bien podemos esperar borrachos. Luego de dejarlo colgando por un par de segundos, extendí mi mano y le quité una de las botellas.
―Eso, hágale. Beba y ya va a ver cómo se alegra. Por algo el pueblito tenía guaro y no televisores.
Abrí la botella y tomé un trago largo. Pasó quemando mi garganta. Puma hizo lo mismo. Después de repetir el proceso un par de veces, hasta yo caminaba chueco.
―Pepín, ahora sí dígame, ¿por qué anda hecho el triste? Usted sabía a lo que veníamos.
―No sé, Puma. Se sintió mal esta vez.
―¿Y eso por qué?
―Porque no se defendieron, Puma. Ni lo intentaron.
―¿Y qué hubiera hecho usted? ¿Tirar piedritas? Nosotros teníamos los fierros, Pepín. ¡Bum! Tiros limpios, como pidió el jefe. Tal vez se dieron cuenta de que no podían hacer nada y por eso no intentaron.
―Así no funciona la gente, Puma. La gente lucha y grita y llora. La gente no se queda parada sin decir nada cuando alguien pone un fierro en la frente de sus hijos.
―No hable de los niños. No ve que Dios está escuchando.
―Dios es loco, Puma. Si nosotros seguimos aquí, es porque Dios es loco.
Después de esa conversación, ninguno de los dos dijo nada el resto de la noche. Seguimos bebiendo, y aunque no recuerdo cómo ni cuándo regresamos a la carpa, lo que sí recuerdo es haberme despertado al día siguiente con una resaca violenta calándome la cabeza.
―Qué guayabo más tieso, Pepín. Me duelen hasta los pelos de los huevos. ¿Dónde dejó el agua?
―Pues se la acabó ayer, pendejo. Vaya a coger agua del río usted mismo. Estos atunes no se van abrir solos.
Puma agarró las cantimploras y se fue gruñendo al río. No le dije que me desperté antes que él específicamente para tomarme todo el agua, pero hacía un calor de esos que rasgan la piel, y no estaba de humor para caminar por la selva solo para ser buen samaritano.
―¡Pepín! ¡Pepín, venga!
―¿Qué pasó, Puma? ¿Le mordió el culo una serpiente?
―No joda, marica. ¡Venga rápido!
Había algo en la voz de Puma que sonaba entre emoción y miedo. Seguramente encontró un bicho de colores, pero decidí ir de todas formas solo por si, de hecho, lo había mordido una serpiente.
―Mire este bicho.
―No joda, Puma. En serio me hizo venir corriendo por un bi-
Cuando Puma se apartó para mostrar lo que había encontrado, lo único que pude hacer fue dar un salto hacia atrás. Nunca había visto nada parecido a ese animal. Era como una papa, y solo lo llamo animal porque movía constantemente los pequeños tentáculos que brotaban de todo su cuerpo. Su anatomía, por cuenta propia, era suficientemente peculiar, pero lo que incitó mi salto fue la fuerte luz blanca que emanaba de cada centímetro de su retorcida figura. Era como una lámpara, de esas que tienen bombillas halógenas y ciegan si se las ve directamente.
―Tóquelo.
―Puma, usted sí que es bien bruto, ¿no? Esa cosa podría ser venenosa.
―No le diga cosa, se llama Jairo.
―¿Le puso nombre?
―¿Y por qué no? Yo lo encontré, así que es mío.
―Entonces tóquelo usted pues, marica.
―Ya va, ya va. Pero si me muero es su culpa, Pepín.
Puse mi mano sobre mi sien y me dediqué a mirar cómo Puma cometía lo que probablemente era la última estupidez de su vida. Sabía que tocar a Jairo era una mala idea pero, en el fondo, también sabía que no podía hacer nada para detenerlo.
―¿Vio? No pasa nada.
―Si es venenoso, Puma, usted va a amanecer muerto mañana.
―Cállese.
Recogí las cantimploras llenas de agua que Puma había dejado en el suelo y caminamos juntos de vuelta al campamento. En el camino, Puma iba acariciando lentamente a Jairo, como si fuera un gato.
―Puma, ¿ya se siente medio muerto o todavía no le hace efecto el veneno?
―Le voy a dar con Jairo en la jeta si sigue jodiendo, Pepín. Que no pasa nada le digo.
Puma realmente se veía bien. Demasiado bien, incluso. Cuando se despertó, tenía la cara tiesa y los ojos rojos. Desde que encontró a Jairo, simplemente estaba feliz, como chancho en lodo y con la cara fresca. Tal vez Jairo es de esos bichos milagrosos que curan el cáncer y el dolor de ovarios, o tal vez sea como esas ranas rojas que son como basuco cuando uno las lame. Vaya yo a saber.
Durante lo que quedó del día, yo me la pasé dando sorbos a lo que quedó del guaro y escuchando la única estación de radio que tenía señal en ese pedazo olvidado de la selva. Puma estuvo metido en la carpa con Jairo, y solo salió un par de veces para orinar en los arbustos.
―Oiga, Puma, ¿qué quiere de cenar? Tenemos atún con guaro o guaro con atún.
Puma salió campante, Jairo en mano y con la misma sonrisa de chancho que tenía en la mañana.
―No tengo hambre, Pepín. Coma usted.
―¿Seguro, Puma? No ha comido desde el desayuno.
―Usted sí que Jode. Uno viene a la selva para alejarse de las viejas pero con usted es lo mismo que nada.
―Pues haga lo que quiera, marica. Más guaro para mí. Pero oiga, ¿su bicho está más grande, no?
―Que se llama Jairo le digo.
―Ya, bueno, Jairo. Como sea. Y qué, ¿se lo piensa llevar a su casa?
―Pues claro, ni que lo fuera a dejar aquí.
―Puma, usted está mal. El jefe no le va a dejar montarse con eso a la lancha cuando venga a recogernos mañana.
―Todo es drama con usted, Pepín. Usted es el único que tiene problema con Jairo.
―Puma, nadie más ha visto a Jairo. Y no crea que voy a dormir en la misma carpa que ese bicho.
―Ya, no sea marica. Jairo duerme en mi lado y usted en el suyo. Si no le gusta, duerma afuera.
Por primera vez en todo el día, Puma perdió la sonrisa que tenía grabada en la cara. Se dio la vuelta sin decir nada más y cerró la carpa desde adentro.
Después de beberme mi cena y la de Puma, me quedé escuchando la radio hasta que la programación se convirtió en estática. Habrá sido media noche, y estaba agotado pese a que realmente no hice nada ese día. La carpa brillaba como si hubiera un faro de carro adentro, pero decidí que dormir con Jairo era mejor que dormir con las serpientes y los alacranes en la selva abierta. Puma estaba roncando como siempre y con Jairo sobre su pecho. Me acurruqué en la otra esquina de la carpa y, aunque pensé que nunca lograría dormirme, en un par de minutos yo también estaba fuera de combate.
Tuve el sueño más extraño esa noche. Estaba nadando en un cuarto blanco. Digo nadando porque sentía que podía moverme como si estuviera en el agua, y digo cuarto porque no se me ocurre otra forma de describirlo. La verdad es que bien pudo haber sido un océano, pero no podía distinguir nada. Todo era blanco y solo blanco. Sin embargo, por alguna razón que no entiendo, me sentía profundamente feliz. Cómodo, como si estuviera en una nube, y seguro, como si nada malo podría pasarme.
―Oiga, Pepín, ¿está ahí?
―No pues, Puma, ¿ahora viene a joder en mis sueños también?
―No está soñando, marica. ¿Qué no ve que está despierto?
―No veo nada, pendejo. Todo es blanco.
―Pues usted está despierto, Pepín, y yo también.
Esa conversación se sintió demasiado real como para ser un sueño. Debería haber estado aterrorizado pero, incluso con la revelación de Puma, nada podía estropear lo que estaba sintiendo.
―Puma, ¿y usted sabe que está pasando?
―Creo que es Jairo.
―O sea que nos comió su bicho.
―Tal vez, Pepín, yo qué sé.
―¿Se siente bien, Puma?
―Como si me hubiera metido caballo.
―Creo que Dios escuchó lo que dije de los niños y nos está castigando.
―¿Le parece esto un castigo, Pepín?
―Dios es loco, Puma. Dios es loco.
¡Espero que les haya gustado! Este texto fue escrito como una entrada para el concurso SpanishChallenge #13 organizado por @spanish-trail
La historia fue construída con base en esta foto.
Si es que les gustó mi trabajo, ¡no se olviden de seguirme! @jean.racines
Excelente hermano. Simplemente me encantó. Lenguaje natural, espontáneo, real y auténtico en la narrativa y con una magistral dosis de suspenso e intriga que nos conduce sin remedio con gran interés y curiosidad hasta el final del relato disfrutando plenamente de todo el recorrido en forma casi audiovisual a través de toda la aventura. :)
¡Gracias, hermano! Qué bueno que te haya gustado. Se lo debo todo a la bolita de luz con tentáculos, jeje.
Jajaja, sí, con tentáculos o sin tentáculos tu capacidad narrativa, al márgen de la inspiración, es poderosa para transportarnos como espectadores presenciales al escenario en el cual transcurren los eventos. Creo que la clave está justo en el uso de un lenguaje coloquial y sin frases rebuscadas o políticamente correctas para solo complacer a los literatos o improvisados críticos de turno de la supuesta erudita tribuna pública.
Creo que tu relato, al igual que el mío, acertádamente se aleja de la simple y aburrida ficción y tiende a pisar un poco más en el territorio de lo que yo acostumbro llamar Realismo Surrealista. De aquí, que por eso tu historia me haya gustado tanto al sentir que acontece en el mismo callejón en el que también suelen ocurrir y desarrollarse mis historias.
Como he notado que eres nuevo en steemit, aprovecho a darte la bienvenida y augurarte un seguro éxito por estos lares muy pronto. Para acelerar éste proceso, solo te recomiendo interactuar, responder y comentar tanto en tus propios artículos como en el de otros en ésta aventura que recién inicias. En mi opinión, es la única forma de darte a conocer y que la comunidad esté consciente de tu existencia en la plataforma. Por otro lado, también creo que es la forma más rápida y expedita de ganar nuevos seguidores para asegurarte una mínima audiencia cautiva, selecta y exclusiva de lectores de calidad que impulsen en corto tiempo tu reputación, ingresos e influencia en la plataforma como para mantenerte animado con el estímulo apropiado para continuar creando, elaborando y compartiendo tus formidables dotes de escritor entretenido que ya has comenzado a asomar.
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¡Salud y continúa con tu excelente trabajo!
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