Ella era Olivia, a simple vista era imposible no notar su deslumbrante belleza, esa sonrisa que podría cautivar a cualquier, era de admirar su figura esbelta. Si, a sus 28 años lucía casi perfecta, la palidez de su rostro era característica de ella, los habitantes del pueblo la habían visto crecer y madurar desde la edad de 8 años cuando llego al humilde pueblo llamado el Azulejo, situado a las afueras de la ciudad de Alderan. Ella habitaba cerca del lago y su bondad la había mostrado siempre para con los habitantes del lugar, no había domingo que no se dedicará a recoger flores del campo y a ayudar a los campesinos a cosechar buenos frutos para el consumo propio, se deleitaba con el sonido de las aves por la mañana, en fin ella era muy feliz, en aquella aldea donde vio pasar su infancia, sentía una atracción y conexión especial por aquel lago donde tantas horas se recreó.

Tan fuerte era esta conexión que a veces antes de dormir concentraba toda su alma, mente y corazón en los misteriosos sonidos del lago, afinaba su oído para escuchar susurrar las maravillas del aquel lugar, ella amaba con todo su ser la tierra que de niña la recibió, sus habitantes, su calor, su bondad, eran su mundo, eran todo para ella, no imaginaba una vida lejos del pequeño pero encantador pueblo El Azulejo.

¿Y cómo no amarlo con tal intensidad? Si le parece que apenas fue ayer cuando tenía 8 años y huía junto a su difunto padre de la guerra que estallo en su localidad, huían del dolor, de la muerte y de la desesperanza, huían para salvar sus vidas, huían para ser libres y encontraron todo aquello que buscaban y más alrededor de la ciudad de Alderan. Como olvidar aquel recibimiento, cuando sus nuevos vecinos los ayudaron a construir aquella casita que se convertiría en su cálido hogar, cerca pero muy cerca de la laguna azul, de allí partía su fascinación por aquel manantial.

Cuando se sentía muy triste por las heridas emocionales de la guerra se sentaba al borde de la laguna a llorar, aquello era algo que solía hacer en días de nostalgia, su tristeza parecía camuflarse con las aguas pero al final de aquella tarde se hallaba consolada, la laguna le transmitía paz. Un día tras la inesperada muerte de su padre de un ataque cardiaco lloró tanto que sus lágrimas se fundieron en el manantial.

La laguna azul

Con el paso del tiempo, Olivia llego a convertirse en una persona influyente para su pueblo, en una fuente de inspiración, tal como La Laguna Azul era vital para los residentes de la Aldea, así era ella de esencial para ellos. Su valentía, su amabilidad, su amor por la gente eran solo algunas de sus tantas cualidades, sin olvidar su entrega, esta era notoria en los momentos de crisis, cuando el ganado atravesaba aquella epidemia de enterovirus ella no titubeo en buscar solución, su preocupación y empatía por el pueblo eran casi conmovedoras. En fin, Olivia se convirtió en pilar del pueblo, su felicidad era la prosperidad del mismo.

Un día en el que el sol estaba inclemente Olivia regresaba de recoger flores en el campo como solía hacerlo cada sietes días, práctica que disfrutaba muchísimo pues de esta forma tenía pleno contacto con la naturaleza, en esas andaba cuando de repente mientras cruzaba la caminería de piedras que separa el lago del pueblo, ya terminando el recorrido vio a lo lejos caer sentado a alguien muy cerca de la laguna.

Olivia sobresaltada corrió rápidamente al lugar, al mismo tiempo que el visitante terminó por desplomarse exhausto. Para ella era costumbre ayudar a los pastores y a las personas del pueblo, así que su corazón de buen samaritana la ínsito a prestar pronta ayuda a este desconocido y sin perder tiempo fue en busca de un joven llamado Juan. Este era un chico de apenas 16 años de edad, muy tremendo y vivaz que siempre se encontraba envuelto en problemas debido a sus múltiples travesuras, era muy amigo de Olivia, casi criado por ella.

Juan vivía a dos cuadras del camino de piedras, a petición de Olivia, el muchacho llegó con una carretilla y entre ambos como pudieron levantaron el cuerpo del desmayado viajero y tan pronto como el peso de aquel hombre sobre la carretilla se los permitió lo llevaron a un rancho abandonado cerca de la casa de Olivia y lo recostaron sobre una vieja lona. Olivia le dejo frutas y agua para que el viajero al despertar pudiera recobrar energías, Juancito le dijo a Olivia que había que tener mucho cuidado porque el visitante no pertenecía a pueblos cercanos, eso Olivia ya lo sabía.

Ella desde que lo vio lo supo, ese hombre no era habitante del Azulejo, mucho menos de Alderan, venía desde muy lejos de las afueras de la ciudad, su estampa lo delataba, su ropa era distinta, no aparentaba ser un campesino, mucho menos uno de esos gitanos que en muchas ocasiones llegaban al pueblo con los nuevos artefactos traídos desde los países del primer mundo. Él parecía ser solo un aventurero, alguien libre, sin raíces, sin horarios y sin cohibiciones, y como bono extra poseía un misterioso atractivo

Ella le dijo a Juancito que podía irse con cuidado, que no habría ningún problema, de modo que el joven aunque un poco desconfiado hizo caso y se marchó. Al pasar las horas el aventurero viajero despertó desconcertado y sediento, se hidrato bebiendo agua directo de la jarra que le dejaron encima de una pequeña mesa de madera, viendo y preguntándose aún confundido que lugar era aquel en el que se encontraba, decidió pues revisar sus cosas rápidamente y noto que todo estaba en orden, a la vez que vio junto a la lona unos frutos y sin pensarlo dos veces empezó a comerlos. Mientras lo hacía salió del rancho y se sentó en una vieja silla que estaba debajo de un árbol.

Olivia llena de curiosidad por ver de cerca al misterioso viajero, se acercó poco a poco escondiéndose detrás unos arbustos y se quedó observándolo, justo en ese preciso momento la silla donde estaba sentado el viajero se partió, ocasionando su caída al suelo, de modo tal que la canasta de frutas que llevaba en su regazo por el impulso volaron cayéndole justo en la cabeza. Olivia que observaba atónita aquella pintoresca escena no pudo evitar reír y tras sus esfuerzos fallidos por contener una estridente carcajada el Viajero alcanzo a escucharla. El visitante al darse cuenta de que no estaba solo giro rápidamente hacia a los arbustos preguntando “¿hay alguien allí?” mientras se tocaba la cabeza adolorido aún por la contusión que sufrió junto al lago.

Al verse descubierta, Olivia decidió salir de su escondite desde la oscuridad, mientras el visitante aún sin verla escuchaba el crujir de los pasos sobre las hojas secas. Ese fue el momento justo donde sus miradas se cruzaron por primera vez, siendo inevitable que la chica quedará impresionada, pues nunca antes había ella visto semejante ejemplar, ya se imaginaba a las demás chicas del lugar coqueteando con el viajero, lanzándole miradas cómplices y soltando risitas por lo bajo, sabía que al igual que ella nunca antes habían visto a un hombre así, alto, fornido y con aquel estilo de aventurero sin igual. Al verlo sin saber por qué Olivia anhelo conocer más de él…