Historia de vida en Venezuela
La muchacha está sentada frente a su escritorio, haciendo su trabajo, pero inevitablemente pensando ¿qué hago yo aquí?. Dentro de unos días cobraré mi quincena, la cual me alcanzará para: 1. ¿pagar los pasajes?, 2. ¿comprar medio kilo de queso?, 3. ¿comprar un paquete de harina?, en fin, comprar sólo una cosa. Aja ¿y qué haré el resto de los días?, ¿qué comeré?, ¿cómo me movilizaré?. Tantos años de trabajo, tanta independencia económica, tantos bienes adquiridos a fuerza de trabajo, para que ahora sienta que no valió la pena "quemarse las pestañas" estudiando en la universidad, que no ha valido la pena tantos años de trabajo. Mientras el trabajo y sus pensamientos rondan debe poner su cara amable (o tratar de ponerla) y atender a sus clientes. Sea lo que sea ellos no tienen la culpa de su situación, incluso muchos de los que llegan comentan sobre el mismo tema.
En este momento en Venezuela hay prácticamente un tema de conversación, la situación económica, la basura en las calles, la inseguridad, la falta de efectivo, en fin, muchas cosas de qué hablar, o mejor dicho, de qué lamentarse en este país.
Al rato, cuando vuelve a sumergirse en sus ocupaciones, se le acerca un compañero de trabajo, el vigilante.
Alfonso (nombre ficticio): Chama por favor haceme la segunda. Revisame en www.patria.org a ver si a mi mamá le van a dar los 700.000 bolívares del bono de carnaval.
Carmen (nombre ficticio): Bueno pero dame chance, tengo internet muy lento con un dispositivo prestado, porque como sabrás aquí se robaron los cables desde hace seis meses, no hay internet, no hay línea telefónica, no hay punto de venta, en fin, trabajamos como podemos, y lo que no podemos aquí lo resolvemos en la casa.
Y ella volvía a pensar mientras hablaba, si señor, trabajamos con las uñas, nos llevamos el trabajo a la casa, para cobrar un sueldo de miseria, ¿es justo?
Alfonso: ¿Y a vos ya te llegó el mensaje del bono de carnaval?, ¿ya te lo depositaron?
Carmen: No compañero, yo no tengo Carnet de la Patria.
Alfonso: Yo tampoco me lo quería sacar, este gobierno nos carga locos, pero ajá, pa que se agarren ellos toda la plata que nos tiren alguito a nosotros.
Carmen: Yo todos los días le pido a Dios que me siga dando la fuerza de voluntad para no sacármelo, y falta que me hacen los 700.000 bolívares.
Ella mira a su compañero, flaco, demacrado, sin desayuno, quizá sin cena, desesperado, totalmente diferente al señor Alfonso que conoció hace unos años atrás. Y piensa ¿cómo juzgo a una persona que siendo opositora se saca el fulano Carnet de la Patria?, así juegan con el hambre de la gente, tirándole limosnas. El desespero, el hambre, la necesidad lleva a muchos a tomar decisiones que no quieren tomar.
Su compañero Alfonso, el vigilante, está más fregado que ella, se le nota en su actitud, en su mirada, en su tristeza, está esperando 700.000 bolívares para resolver ¿la cena?, ¿el desayuno?, de su mamá, de su hermana que es especial, de un hermano desempleado, y la de él.
Historias como estas se viven día a día en estos momentos, aún faltan muchas por contar...
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Te sigo. Una dura narración sobre elegir presuntamente entre dos malos peores. Me recuerda al rechazo al aumento de gasolina para evitar que se los roben. Siempre respondía: si ellos esperaran eso para robar bolívares, y no dólares, ya la gasolina costaría 10 mil bolos el litro.
La triste realidad que nos golpea a todos los venezolanos. Yo me niego rotundamente a sacarme el fulano carnet. Mi mamá sí lo hizo porque como aquí venden el clap pues la amenaza fue que todos debían sacárselo porque si no, no venderían la peazo e' bolsa.
Es muy triste y humillante cómo juegan con la integridad de todos. Chavistas y no chavistas.
Gracias por escribir este pensamiento, este sentir nacional.