Te observamos... Aún. (Experiencia #1-1)
¿Han sentido que ese alguien o algo los toca de alguna manera? Tienes taquicardia, sientes mucho frío, tus ojos no dejan de escrutar en la oscuridad.
Entonces, ya no puedes dormir. Entras en un estado de duerme-vela, que no te permite descansar realmente. Y ya estás desesperado por conseguirlo, caer en esa calma, en ese dulce estado de inconsciencia del que no quieres salir cuando suena la alarma en la mañana para ir a estudiar, trabajar. Sin embargo no lo consigues, y te levantas de la cama completamente derrotado y exhausto, porque a pesar de que no dormiste, el día debe empezar y tienes que cumplir con todas tus responsabilidades. O no cumplir ninguna, pero aún tienes algo que hacer, que te obliga a olvidarte del asunto.
El día transcurre y no vuelves a pensar en eso, porque obvio, esperas que en la noche todo vuelva a la normalidad. Es la primera vez que te pasa, la primera vez que esas sensaciones se hacen presente en tu cuerpo, así que no hay nada que temer o de que preocuparse, ¿cierto?. Llegas a casa, te relajas con un baño, ves la tv, lees un libro, haces la tarea, te quedas hasta tarde viendo las historias de Instagram y Whatsapp, hasta que te invade un sueño demoledor, apagas todo y te dispones a dormir. Morfeo no tarda en llevarte entre sus brazos y te sientes satisfecho, vas a descansar.
De pronto, te despiertas con el brazo alzado, la mano abierta, esperando tocar algo que yace en la oscuridad, pero la apartas con temor. La taquicardia y el frío se hacen presentes de nuevo. Y te reprendes a ti mismo, porque no debiste estar todo un fin de semana viendo películas de terror. Una noche más en la que no puedes dormir.
Y algo por lo que no te preocupaste la primera noche, te empieza a atormentar porque ya llevas semanas, y te dices que eso no es normal, ¿correcto? Además, tienes otra preocupación por pequeños detalles que no habías notado antes: cuando estás solo en tu habitación, los pies y rodillas se ponen fríos, tanto que tienes que cubrirte, porque el descenso de la temperatura hace que duelan. Ahora cuando despiertas en la noche, no solo tienes el brazo alzado, sino que en otras ocasiones tu mismo de estás acariciando la mejilla o el cabello. Y un detalle más: sólo te ocurre cuando duermes solo. No con tus amigos, no con miembros de la familia. Solo.
Pero se lo tienes que comentar a alguien, decirle que estás al borde, que necesitas descansar. Empiezas a pasar más tiempo fuera de tu habitación, te incomoda. Y decides hablar con alguien cercano y que no te dirá que estás loco, sino que va a querer tu bienestar: tu madre.
Se preocupa, y cómo es una persona mayor, no tarda en conectar todos los detalles que tú habías contemplado por separado y te comenta que tiene “una amiga” que es espiritista. Te propone ir, y nada pierdes. Quieres intentarlo todo, por descabellado que parezca. Ella te acompaña hasta la casa, que esperabas que fuera oscura y tétrica, quizás llena de ataúdes, te ríes de ti mismo porque es broma. Es una casa normal, con una familia grande, llena de vida.
La amable amiga de tu madre te lleva a la parte de atrás, dónde hay un espacioso altar, con imágenes de yeso, velas, plantas, un ave grande dentro de una jaula improvisada. En el medio hay unas marcas blancas, símbolos extraños y en el centro de estos un cuenco artesanal, con cenizas dentro, olor a alcohol y lo que parece ser un cuervo decapitado dentro. Te estremeces, el olor no es bueno, pero pronto te adaptas. El altar frente a ti están las figuras de yeso, que representan santos; algunos los reconoces porque no eres tan ignorante, pero otros son completamente nuevos. Justo en el medio del altar, está lo que más llama tu atención: una calavera grande, sin duda humana y para nada de aspecto falso, adornada, pintada con símbolos en color rojo (atas cabos y piensas que es sangre del cuervo sacrificado), detrás de ella hay otros huesos largos, espadas y condecoraciones. ¿Cómo es que de pronto estás frente al altar de una bruja?
Tu madre y su amiga empiezan a hablar de la vida cotidiana, y participas, porque sería raro quedarse tan callado viendo cómo la primera dama prende velas, toma de un fuerte licor sin inmutarse, y empieza a fumar un tabaco. Te hace preguntas de cosas que te pasan y no lo puedes creer. Ella sabe exactamente lo que te ocurre. Entonces empieza a narrar algo que tú no habías contado a nadie.
Había una paciente que cuidabas, una paciente de Medicina Interna que murió. Y te afectó tanto, porque no tenía una familia que lo ayudara a bienmorir; pero esa madrugada que murió tu soñaste con ella, donde llorando te confesó que no podía morir y descansar en paz porque nadie la quería. Y tú le dijiste que se quedara tranquila, porque tú la querías mucho, entonces con una sonrisa ella murió en tus brazos. Cuando llegaste al hospital al día siguiente, te dieron la noticia y lloraste, porque fue una experiencia única, la primera, y quizás la última.
Esa experiencia guardada para ti, te fue narrada por labios ajenos, y sentiste temor cuando la bruja te dice que el espíritu de esa paciente se aferró a ti. Porque en el último hilo de vida, la última muestra de afecto la sintió de tus palabras. Y ahora su alma no quería continuar hacia el plano espiritual, sino caminar junto a ti por el resto de sus días, porque tus sentimientos la hacen sentir bien. Las acciones que haces cuando despiertas por las noches, no son más que las que ella hacia mientras permanecía en un estado semiconsciente en una camilla del hospital. Y volviste a llorar, porque lo recordaste, porque no puedes cambiar que eres o cómo te sientes.
La bruja te advierte, que nunca es bueno que un espíritu se aferre a ti, porque tu energía no es para dos, y que si continúa, poco a poco vas perdiendo tu fuerza. Ya lo sabes, estás al borde del colapso. Te pide algunas cosas, plantas de las que apenas sabes, otras que nunca habías escuchado sus nombres, porque te hará un baño, un despojo, cómo se quiera llamar.
Consigues todo, pero aún no llega el día, y sigues sin dormir, esperando. Aún acompañado te despiertas con esas sensaciones, tienes taquicardia, sientes mucho frío, tus ojos no dejan de escrutar en la oscuridad. ¿Les ha pasado alguna vez?
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