Claustrofobia
Esta quietud de vértigo
me produce claustrofobia;
el mundo no tiene cabeza,
ni la quiere, ni la necesita.
Los hombres no escuchan,
no entienden, no aprenden,
no saben respirar.
Esta quietud me produce claustrofobia.
Nada cambia, todo se repite,
cada error, cada palabra equivocada
y cada ausencia de caricia...
Una y otra vez,
como atracción de feriante imberbe,
el hombre mata, el hombre llora,
el hombre no siente...
Da lo mismo, que lo mismo da
si un hombre es santo o sostiene un tridente,
si ambos hacen llorar a niños y ancianos,
sin remordimiento ni sombra de este.
Y el mundo va y viene, y viene y va
sobre la marea del capricho
de este patio de niños
que no aprenden.
Y el diablo maneja sus hilos,
sonriente y divertido;
subido a la fuente eterna de la estupidez,
feliz de verse vencer
sobre el orbe del desconcierto,
de la guerra y del frío
de la gente.
Imagen: Agniezska Lorek