Sospecha
Carlos Mansilla se acercó al lujoso local caminando pausadamente, mirándolo de arriba abajo con parsimonia.. Echó la manta a un lado, sacó su tabaquera y lió un cigarrillo con presteza, con una sola mano, costumbre que provenía de hacerlo montado en su tordillo. Empujó la puerta vidriada y reflectante con timidez, entró y se quitó la boina manteniéndola con el cigarrillo en la mano izquierda. Klaus, el gerente de la empresa importadora, lo divisó desde el entrepiso y frunció la nariz, no le gustaban los naturales de la región, olían constantemente a cordero y sudor, no acostumbran a lavarse los dientes y siempre lucen un montón desordenado de piezas amarillentas y malolientes en su boca que con la costumbre de tomar mate en familia y fumar y masticar tabaco se les convierte en un solo agujero negro. Bajó la escalera y caminó hacia el rústico y pequeño visitante.
- Buenas tardes, caballero, ¿Qué se le ofrece?. – Lo saludó
- Estaba mirando ese lindo jeep- le contestó Carlos Mansilla.
Haciendo un esfuerzo para no darle una mirada de desprecio, Klaus quiso liberarse rápidamente de él dándole el valor sin mayores preámbulos.
- Cuesta diez millones y medio, al contado,es un Suzuki de 1600 c.c.
El arriero aspiró largo y botó un espeso humo que molestó al gerente y dijo: - Ah. Pensé que era más caro. ¿ Es difícil de "manijar"?- Preguntó
- No, es facilísimo. -Dijo el vendedor con algo de entusiasmo.
- Bueno, yo me voy para Argentina hoy a la tarde, así que mejor se lo compro altiro.- Dijo el arriero impertérrito y acto seguido extrajo de debajo de su manta un cinturón de cuero con estuches adosados, de uno de los cuales hizo emerger una elegante chequera.
- Diez millones y medio me dijo, ¿No?.- disparó cabeza gacha mientras escribía la cantidad no sin dificultad y la firmaba ceremoniosamente.
El gerente recibió el documento con evidente sorpresa, lo observó por todos lados y no teniendo mayores argumentos invitó al arriero a su elegante escritorio donde le hizo firmar una serie de papeles y compromisos.
Aún sin reponerse de la sorpresa le indicó su manejo y propiedades principales y lo vio irse a bordo del vehículo sin acabarse su cigarrillo todavía. Ató el caballo en la defensa trasera del vehículo y se perdieron ambos lentamente en la siguiente esquina como el final de una película cómica. Presentes aún en el recinto los rudos aromas del visitante, Klaus reflexionó sobre los asombros que abundaban en su trabajo y se sentó a sacar las últimas cuentas de la semana pues ya era Viernes.
Concentrado en sus operaciones matemáticas no se percató del ingreso de un amigo suyo hasta que éste estuvo frente a su escritorio. Lo miró sorprendido.
- Hans, ¿Qué haces aquí?.
- No me creerás lo que te voy a contar. El Chico Mansilla, que tiene campos en el Baker, me ha vendido un jeep impecable en sólo cien mil pesos. Yo pienso que no tiene una semana de uso. ¿ Qué precio les tienes tú?. -Le dijo apresuradamente su amigo.
- Di...Di..Diiez millones y medio. -Tartamudeó Klaus.
- Imagínate, me pidió lo que tuviera en el bolsillo, menos mal que soy honrado o si nó me lo llevo por menos. ¿ Pero, qué te pasa? Estás pálido. A todo ésto alcanzamos a hacer la operación en notaría.
Klaus se tomó la cabeza y luego, trajinando con desesperación sacó el cheque del arriero. Marcó un número en su luminoso teléfono y preguntó por el Banco correspondiente. Bajó el auricular al instante y dijo con pesadumbre: - Es Viernes en la tarde, no me darán ninguna información hasta el Lunes.-
Calculó cómo cubrir la cantidad en caso de estafa, y se vio enfrentado a sus socios en incómoda postura. Recordó de pronto que el tipo había mencionado un viaje a la Argentina ese mismo día, y pensando con esperanza, llamó a un amigo policía. La ciudad de Coyhaique era suficientemente grande para tener policía civil y suficientemente pequeña para conocer a todos. Mientras su amigo observaba atesorando cada momento para relatarlos después a sus amistades, Klaus describió la situación a los detectives, recalcando que las circunstancias ameritaban de sobra un arresto por estafa.
Tres horas más tarde, un cansado policía llamó a Klaus para contarle que Carlos Mansilla había sido arrestado por presunta estafa a bordo de un bus con destino a Comodoro Rivadavia, República Argentina, en el paso de Coyhaique Alto. Por su aliento a sidra se percataron que iba enchispado y lo conminaron a que se entregara sin resistencia.
- No resistió pero lo insultó mucho a Ud. y de paso a nosotros porque gritaba que le estábamos echando a perder un negocio de doscientos millones. Continúa gritando allá en su celda. El Lunes lo esperamos temprano en el Banco- Concluyó.
Klaus respiró tranquilo, lo difícil sería deshacer la operación de venta para recuperar el jeep, pero eso lo haría a partir del Lunes y se fue a dormir.
Deportivo y muy tranquilo apareció Klaus ese Lunes frente al Banco donde ya lo esperaban dos serios y rapados policías. Después de los saludos se acercaron a una caja y el estafado gerente tendió el cheque al cajero con enérgica actitud. El cajero examinó el papel, tecleó un instante frente a su pantalla y se detuvo un breve instante frunciendo el entrecejo. Enseguida se paró con el documento en la mano y se perdió con él por los pasillos del edificio. Klaus miró a los detectives con gesto resignado. Apareció el cajero con un maletín, lo abrió y dando una sonrisa de disculpa adujo que no tenía tanto dinero en la caja. Enseguida entregó cinco montoncitos de billetes a Klaus, dio las gracias y llamó al siguiente de la fila.
Los detectives se fueron apresuradamente antes que Klaus, con los diez millones y medio en efectivo en las manos atinara a decir alguna estupidez.
Dos semanas se demoró en llegarle a Klaus una notificación de querella por abuso. El juicio fue excelentemente llevado por un abogado sagaz y el juez casi no encontró dificultad para condenarle a pagar doscientos millones que, probadamente, Carlos Mansilla había perdido al ser injustamente retenido ese fin de semana. Klaus se debatió, buscó antecedentes, trató de confundir, de coimear (chantajear), pero perdió. Fue vencido por el arriero.
Ya derrotado, descalabrado su negocio, quiso al menos averiguar alguna razón y esperó a Carlos Mansilla a la salida de los Tribunales.
- Señor Mansilla, disculpe, por favor.
- Qué quiere- Contestó secamente.
- ¿Por Qué?.- Preguntó Klaus desencajado.
- Por Qué qué.- Inquirió el arriero caminando hacia la calle.
- Porqué vendió un jeep de diez millones y medio en cien mil pesos.
Carlos Mansilla lo miró como sin comprender y le gritó: - ¡ Porque no tenía sencillo para el viaje!.
Muy bueno el post, gracias