Cuando somos niños solemos reírnos de todo, sin preocupaciones, ni responsabilidades. Vivimos una vida muy tranquila, por así decirlo. Nuestra preocupación era portarnos bien para que no nos castigaran. Ocurre que con el pasar del tiempo vamos creciendo y al hacerlo, esa tranquilidad queda a un lado porque empezamos a tener responsabilidades.

La vida nos va enseñando a ser desconfiados. Generalmente pasa por experiencias no gratas. También, debido a las ocupaciones y preocupaciones diarias. Y se termina siendo una persona amargada viviendo solo en los recuerdos del pasado.

Sin embargo, existen luces que iluminan ese camino sombrío o devuelven nuestras sonrisas, hablo de nuestros seres queridos, quienes se encuentran en nuestro círculo familiar y de una u otra manera nos reconfortan. Ciertamente, me pasa mucho cuando voy a visitar a mis familiares y veo a los primitos, cuando veo que están haciendo algo, empiezan a llegar recuerdos del pasado, recuerdos de cuando éramos unos niños. Llegan recuerdos de cómo eran las cosas antes.

Nos entra nostalgia, debido a que es un pasado que no volverá. El pasado fue bonito y nuestros sentimientos nos hacen pensar que esa época fue la mejor. Nos apegamos y encerramos en esto como lo único bueno que tenemos. Pero amigos, apegarse al pasado no es bueno. Solo existe el presente y debemos disfrutarlo como ese niño de hace años atrás. Ese niño que se emocionaba por todo y simplemente le sonríe a la vida.

Dejen salir a su niño interior. Los invito a vivir el presente como ese niño y rompan ese ciclo de preocupaciones que nos hacen ser amargados y desconfiados.

Como siempre digo, sonríele a la vida que ella te sonreirá a ti. Con estas frase me despido amigo lector(a). Agradeciendo siempre que se hayan tomado el tiempo de haber leído este post.