Los hijos de la lluvia de las ranas (21)

in #spanish8 years ago (edited)

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Nicolás Flamel, maestro de maestros, el alquimista que logró resolver los misterios de la metamorfosis, vivía con su esposa Perenelle en los montes de León, donde decidieron retirarse cuando se supo que la "muerte" de ambos había sido fingida. Alguien abrió la tumba en la que supuestamente yacía el matrimonio, y únicamente encontró vacío.

Nacieron en el siglo XIV, lo habían visto casi todo; ahora habitaban en una enorme cueva, invisible para no iniciados, transmitiendo sabidurías ancestrales a los hijos de la lluvia de las ranas. Nicolás, cuando vivía en París, allá por la Edad Media, tuvo un sueño que no podía olvidar. No se le iban de la cabeza las palabras del ángel que, presentándose cuando dormía, le dijo: "Mira bien el manuscrito, Nicolás. Al principio no se comprenderá nada de lo dispuesto en él, ni tú ni nadie podrá, de momento, traducirlo. Pero algún día verás lo que nadie más ha conseguido ver."

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Al poco tiempo, entró en su librería -un local de compra-venta de libros que servía además como lugar de encuentro para buscadores de verdades-, el mismo ángel del sueño, esta vez sin rayos ni alas, parecía un muchacho normal, con un manuscrito antiguo que pretendía poner en venta. El legajo era exactamente el visto en sueños, lo adquirió y decidió comprenderlo, aunque le costara el resto de su vida. Dedicó a su estudio más de 20 años, viajando por el mundo en busca de los alquimistas más famosos de su tiempo, quería aprender todo de ellos, para saber qué tenía que mezclar exactamente cuando leía en el antiguo documento palabras tan enigmáticas como "Acero mágico", "Imán", "Vulcano", "Dragón ígneo" o "Saturno mirándose en el espejo de Marte".

Fue precisamente en León donde encontró al Maestro Canches, el sabio que le hizo entender el simbolismo del grimorio. No era ninguna casualidad que hubiera vuelto a aquella tierra misteriosa, tras haber vencido a la imposición de la muerte, sino por agradecimiento a la diosa sabiduría.

Flamel sabía que una información semejante no serviría de nada sin haber conseguido, en primer lugar, merecerla. Y después, amarla, para descifrar las claves de sus símbolos. Cuando Ranaguay habló con el anciano alquimista en la cueva de León, el maestro francés le indicó que el documento estaba escondido en el pico del Urriellu, dentro de una urna de plata y enterrado en algún lugar de su cumbre.

Comenzó su iniciación ganando la confianza del manuscrito, fue en su busca y lo consiguió: el libro se dejó ver. Sólo entonces Nicolás Flamel le desveló sus arcanas enseñanzas.

Rana había sintetizado alkalhest, el disolvente universal paracelsiano que llevaría las moléculas de las cerdas a su estado primigenio, a su materia original, el éter celeste, obrando, a través de sus formas astrales, en la polaridad de sus partículas, disolviéndolas antes de reorganizarlas en lo que iban a necesitar en el futuro.

-Tienen que hacer su viaje iniciático, Ámber, y vivir en el fondo de los mares con otras especies transmutadas antes, libres ahora, como lo serán nuestras amigas cuando consigan ser anfibias.

Y comenzó a explicarle el plan que había trazado cuidadosamente: Ámber entregaría a cada una de las cerdas un pequeño frasco con el elixir de la transmutación, que deberían guardar hasta llegar a la playa. No podrían tomarlo antes, porque sólo se activa al pisar los granos de la fina arena mojada por el mar. El alquimista se despidió de ella en estos términos:

-Resueltos a fenecer antes que morir sin remover el plasma en la cuarta estación de la materia, los iones se cargarán por la propiedad fundamental de lo cuadrado en su estado más abundante de agregación, positivo idéntico al electrón contrario. La noche abrirá puertas a soles en alza que iluminarán ríos de plata azul inmortal. Una nueva especie camina hacia el mar.

-Lo conseguiremos, Ranaguay -dijo Ámber, con un deseo de intensidad hasta entonces desconocida.


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Hoy me he adelantado... Y el vídeo es muy chulo y la novela también :)

Gracias, margarita, nos vemos por aquí.