La cornisa...
“En los sueños somos héroes, en la realidad tal vez, pero, es preferible dejarlos donde solo lo dominamos…”
Saludos Steemianos: Quién de nosotros en algún momento de la vida desearía ser héroes, aunque no siempre las proezas, salen como las imaginamos. A continuación, el texto para su consideración y comentarios.
El pánico subió de punto cuando “Picachu” el gato negro y bien fornido, rasgó el vidrio de la ventana tratando de abrirla. Su dote de merodeador por la cornisa del edificio lo hizo célebre entre los inquilinos.
Pero esta mañana su dificultad de entrar al edificio nos tenía enloquecidos. Rasguñaba toda posibilidad que él, creía tener.
El dolor de cabeza me domina. Una noche de farra y mucho licor trajeron a este cuerpo casi muerto a la habitación. Es más, no sentí nada hasta que Picachu llegó a molestar.
Me levanto de la cama. Corro a la ventana. La abro de par en par. Por unos instantes, la brisa abofetea mi rostro, alivia mis molestias por algunos segundos. El frío vespertino me estremece. Algo raro sentirlo en esta ciudad tan cálida.
Cierro los ojos. Respiro profundo, tomando como un pequeño reposo, hasta que escucho nuevamente al felino, pero esta vez, lo escucho allá al final de la cornisa, donde un centímetro más, cae al vacío.
Ocho pisos lo alejan del suelo, aunque siempre han dicho que los gatos tienen siete vidas. Por el peso, así como la altura dudó que sobre viva al desplome.
Por el corredor principal escucho a Cleotilde su dueña, desesperada grita peor que el pequeño animal. Su vos danza entre el final del pasillo hasta el otro extremo donde se muestra servilmente la escalera de emergencia.
Cleotilde no se imagina que su Picachu yace al borde de la muerte, respirando sus últimos trazos de aires que, a su vez, alisan su melenudo cuerpo.
Noto su frialdad en los ojos del cazador. Es difícil alcanzarlo desde este sitio donde permanezco casi petrificado por la situación.
Abajo, nadie se percata del acontecimiento, ni de la precaria oportunidad de vida que tiene el mamífero doméstico, cuyo semblante envía un mensaje desesperado de auxilio. Por un momento no hago nada. Pero el impulso de super héroe, me incita a salir, sin medir el riesgo.
Lo importante es salvarle la vida. En un minuto noto que los pasos son lentos. Me aferro a la pared vertical con las palmas de las manos. Un movimiento sigiloso, escucho el maullido de Picachu. No miro hacia abajo. La brisa arrecia. Es una locura esta situación. Lo veo tembloroso, casi una de las patas nada por el aire.
Mi cuerpo semidesnudo, ayuda a mantener el equilibrio. A poca distancia del gato, me doblo, dirijo el brazo derecho hacia delante. Trato de alcanzarlo. Su largo pelaje roza mi mano. Es el momento de atraparlo.
De pronto, escucho un grito. - ¡cuidado! - veo la cara de Cleotilde asomada por el ventanal, muestra uno de sus peores rostros.
Al verla. El desequilibrio se apodera de mi firmeza, la caída es intempestiva y se afianza al no poder sostener a Picachu.
El asombro del minino es inminente. Lo veo alejarse aferrado a la cornisa, mientras caigo al vacío y su maúllo se pierde con mis gritos, todo junto a la brisa fría de la mañana...
Buen artículo
Saludos @Icrespo agradecido por tu visita y comentario. Mil abrazos