Sin sentido
Ese día salimos a dar un paseo al parque, el viento traía consigo una brisa fresca cargada de esperanza, los apamates comenzaban a florecer llenando las calles de un rocío rosa que le daba un toque melancólico a la ciudad. Julia llevaba un abrigo gris que yo le había regalado hace poco por su cumpleaños, le sentaba muy bien con su tono de piel.
Mientras caminábamos conversábamos acerca de lo bonita que se veía la ciudad y lo bien que le hacía a ella salir de vez en cuando. Desde aquella ocasión en la que dos delincuentes la sometieron y la despojaron de sus cosas, ella se negaba rotundamente a salir a la calle, y cuando lo hacía, bien sea por obligación o por necesidad, siempre le pedía a alguien que la acompañara con tal de sentirse protegida.
Julia no hablaba mucho sobre el tema, pero bastaba con mirarla para saber que se sentía intranquila. Eso era bastante entendible, en una situación como la que experimentó, pero ese nerviosismo no sólo se producía cuando estaba fuera, el miedo se trasladaba a su casa, la arropaba por las noches y le hacía compañía.
Yo como su amigo, intentaba ayudarla, pero sin poder conocer su realidad, ni habiendo experimentado algo similar, me sentía limitado a acompañarla y apoyarla en este duro momento.
Ella hacía un esfuerzo por mostrarse tranquila y calmada, pero era claro que la pasaba mal. Luego de caminar por largo rato, ya comenzaba a oscurecer, así que decidimos que era hora de irnos. Conduje hasta su casa y esperé a que hubiera entrado para irme. Cuando me despedí, la sentí cansada y poco distraída, pero imaginé que para ella esto era bastante desgastante.
El resto de la semana estuvo agitada, tenía muchas cosas que debía resolver en el trabajo, así que no estuve tan pendiente de organizar planes o comunicarme con Julia, pero como habíamos quedado para vernos ese fin de semana, el viernes al salir del trabajo la llamé. Cuando no contestó comencé a preocuparme, le pregunté a su hermana si sabía algo de ella, Rosa me dijo que hace una semana que se habían peleado y desde entonces no hablaban.
Todo esto me tenía muy nervioso, presentía que algo estaba pasando, así que fui a su casa y llamé a la puerta, pero no hubo respuesta. Como tenía una copia de la llave, la usé para entrar, la casa estaba silenciosa, como si no hubiera nadie. Revisé en todos los cuartos hasta que finalmente la encontré.
Julia estaba en su cama, sin vida. A su lado un montón de frascos de pastillas vacíos y algunas botellas de licor. Había dejado una nota para mí: “David, ya no puedo soportarlo. Lo siento”. Lo último que vi fue su abrigo gris, antes de que las lágrimas invadieran mis ojos.
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Es una historia con un gran desenlace, me ha sorprendido @sanchezal95
Disfrute la lectura en gran manera!
muy bien escrito @sanchezal95,
Siga adelante...
Seguiré su usuario! :)