Nadie sabe lo que tiene...

Nadie sabe lo que tiene…

Puedo apostar a que dijiste el final en tu mente.

Ese es uno de los dichos populares más conocidos entre la gente de habla hispana, no sé si en otro idioma tendrán su versión del mismo, si alguien sabe que por favor avise.

Nadie sabe lo que tiene… hasta que está a punto de perderlo.

Sí, lo sé, así no va ese refrán, pero sucede que eso es lo que estoy viviendo justo ahora.

Como conté hace algún tiempo atrás, llevo ya casi dos años estudiando danza contemporánea en una de las escuelas de arte de mi ciudad. Lugar donde he crecido como [pichón de] artista, y como persona. Y he forjado amistades.

Hay una en especial a la que he llegado a admirar, pues como bailarina es todo lo que quiero ser, y como persona es una gran barbaridad. Se hizo mi amiga porque yo era amiga de su amiga (típico). Nuestra amiga en común dejó la escuela debido a que está a punto de graduarse y la tesis, las pasantías y toda la cosa. Quedó ese vacío pero sin darnos cuenta se llenó con conversaciones triviales y caminatas hasta la parada de bus, historias un tanto personales y risas.

No somos mejores amigas, ni grandes amigas. Somos amigas, compañeras de danza. Pero es bonito y está bien.

Luego de una de las mejores clases de los lunes EVER (nuestro profesor comenzó a montar la pieza de la presentación que haremos en julio y es, sin lugar a dudas, brutal), me dice que se va.

Amigos que viven en Venezuela, ustedes entienden lo que significa un “chamx, me voy”.

Se le abrió una gran puerta a nuevas experiencias en Argentina, y en menos de 15 días se iba del país. En la escuela, solo lo sabíamos dos personas, nadie más se enteraría hasta después que se hubiera ido, y me han delegado la tarea de dar la impactante noticia (sin presiones, Rebeca).

Y bueno, no fue hasta el momento que me enteré de eso que me di cuenta de cuánto tiempo pasamos juntas en la escuela, o de cuánto hablo solo con ella, o lo vacías que son las caminatas hasta la parada de bus sin sus cuentos.

Me di cuenta que es la persona que más me ha ayudado a mejorar en clases. Y me di cuenta de que me hará mucha pero que mucha, muchísima falta. ¡Con lo que a uno, el introvertido, le cuesta encajar con las personas, y los poquitos amigos que tienes se van del país! Ya no hay respeto.

Aparte de que esta mujer conoce a tantas personas que yo solo seré un puntito en la gran multitud que deja atrás sintiendo su ausencia (en serio conoce a muchas personas, empezando por el hecho de que tiene 13 hermanos DE PADRE Y MADRE).

Pero en serio, me hará falta. Nadie sabe lo que tiene, hasta que está a punto de perderlo.

Lo bueno es que en los últimos días de su estancia en Venezuela hablamos más, compartimos más. Eso aligeró el golpe de su ida.

Deseo con todas las fuerzas de mi corazón que le vaya muy bien y bonito por allá. Que encuentre un buen empleo porque la muy condenada es licenciada en medicina, licenciada en bioanálisis y tiene un postgrado en no sé qué cosa. Se merece que le vaya excelente y que coleccione todos los éxitos del mundo.

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Con esto aprendí [otra vez] que hay que aprovechar lo que tenemos al máximo, mientras que lo tenemos. No hay garantías de nada en esta vida, solo de la muerte. Eso aplica para la ropa, dinero, relaciones interpersonales y demás. Por eso hay que vivir, no solo estar vivo. Lo que me recuerda una canción, I lived de OneRepublic.

Lo bueno que puedo sacar de todo esto, aparte de ese grandísimo recordatorio, son las dos amistades que su ausencia me obligó a nutrir y fortalecer. Ciertamente el arte te trae personas muy bonitas a tu vida.

Lo malo es que una de esas dos personas también se va del país, pero al menos es en julio. Afedo camate po favo:(

Pero no importa, gente viene y gente va. Algunos se quedan por raticos, otros por largos períodos de tiempo, otros para toda la vida. Cada vida que se cruza en nuestro camino aportará algo, y que bonito cuando lo que nos dejan son buenas experiencias y lindos recuerdos.