Jorge Luis Borges y algunas preguntas sobre Dios. Reto "Los cinco posts que más me gustaron". Día 5
Estimada gente de Steemit, con este texto, publicado originalmente hace dos meses, doy por finalizada mi participación en el Reto "Los cinco posts que más me gustaron", invitado por @adncabrera.
Espero que lo disfruten.
El escritor argentino Jorge Luis Borges era un reconocido agnóstico. En una ocasión afirmó que el universo era tan extraño que hasta era posible que Dios existiera. En otra, clasificó a la teología como una rama de la literatura fantástica. No obstante, se ocupó del tema de Dios en numerosas ocasiones. Tantas, que el pequeño ensayo que presento hoy a la consideración de los habitantes del país Steemit no busca agotar esas referencias en su obra. Esa es tarea para estudiosos serios y pacientes. Yo solo soy un narrador que se hace preguntas.
Advertencia: las siguientes páginas contienen cierta dosis de spoiler.

Borges. Fotografía de José María «Pepe» Fernández. Fuente
De la ironía de Dios y otros prodigios
El cuento “Los teólogos”, de Jorge Luis Borges, se construye alrededor de los argumentos contrapuestos de dos sacerdotes medievales. O tal vez los argumentos sean una excusa, y lo verdaderamente importante para los personajes sea el muy humano ego ofendido.
Los teólogos Aureliano y Juan de Panonia discrepan sobre la doctrina del tiempo circular, lo que llevará a la muerte de uno de ellos en la hoguera, acusado de herejía. La resolución del cuento ocurre fuera de este mundo.
El Dios de Borges no resuelve la disputa, no se pronuncia a favor o en contra de ninguno de los teólogos; iguala a los contendientes en su indiferencia, o en su comprensión: ambos tienen razón, ambos están equivocados, ambos son una sola persona.
El final de la historia sólo es referible en metáforas, ya que pasa en el reino de los cielos, donde no hay tiempo. Tal vez cabría decir que Aureliano conversó con Dios y que Éste se interesa tan poco en diferencias religiosas que lo tomó por Juan de Panonia. Ello, sin embargo, insinuaría una confusión de la mente divina. Más correcto es decir que en el paraíso, Aureliano supo que para la insondable divinidad, él y Juan de Panonia (el ortodoxo y el hereje, el aborrecedor y el aborrecido, el acusador y la víctima) formaban una sola persona.
Este de Borges no es un Dios ausente, pero las disputas humanas, aun las teológicas (tal vez sobre todo las teológicas), es decir, las que tienen como objeto al mismo Dios, le resultan indiferentes. Los hombres, discutiendo y matándose por sus ideas sobre el Omnipotente, ¿son acaso como niños? ¿En la mente de la Divinidad, los hombres tienen una identidad personal? ¿Son cifras indistinguibles? ¿La pérdida de identidad a la que se somete el espíritu cuando se encuentra con Dios no es indicio de este prodigio?
En “El milagro secreto”, Dios aparece (es un decir) activamente. Cumple el deseo del escritor Jaromir Hladík, detenido por la Gestapo y condenado a muerte, de poder terminar una obra de teatro a medio escribir. Dios le otorga un año para concluir su obra, pero sólo el escritor es consciente de este milagro; el resto del universo permanece ignorante. En el momento en que el pelotón de fusilamiento dispara, el mundo se paraliza. Sólo Hladík es consciente de lo que sucede. O, podría decirse también, de lo que no sucede. “De la perplejidad pasó al estupor, del estupor a la resignación, de la resignación a la súbita gratitud”.
Durante un año completo, inmóvil, paralizado, pero sin sufrir fatiga, Jaromir Hladík se dedica a corregir y completar la obra en su mente. Cuando encuentra el último epíteto, el tiempo se descongela y las balas siguen su curso.
Inició un grito enloquecido, movió la cara, la cuádruple descarga lo derribó.
¿Esta Divinidad que concede el deseo del suplicante es un bromista o un ser compasivo que realiza un milagro sin alterar el orden del universo? Un milagro, por su naturaleza excepcional, implica una violación del orden natural instituido por el mismo Dios. El milagro secreto del cuento viola y mantiene al mismo tiempo ese orden. Tal vez sea Borges el bromista. ¿O estamos en presencia de un Dios irónico o cruel que provee una extraña, casi incomprensible salvación?
Estudio para una crucificción, de Marià Fortuny Fuente
Más trágica y radical es la historia de “El evangelio según Marcos”, en el que un joven citadino, Baltasar Espinosa, es sacrificado por unos estancieros analfabetas, los Gutres. ¿La crucifixión –que ocurre fuera del cuento– es una repetición irónica, además de trágica? ¿Puede la ironía, recurso humorístico por antonomasia, ser también trágica?
En la repetición, se actualiza el mito. Así como la eucaristía actualiza la unión de la carne y la sangre de Cristo en los comulgantes, la crucifixión del personaje actualiza, vuelve presente, la muerte de Cristo.
Pero la muerte del Redentor no necesita ser actualizada, renovada. Con la resurrección, el mito da una vuelta de tuerca: la muerte es superada. Aunque esto no lo saben los Gutres, los sacrificadores del cuento. Su comprensión del mito es precristiana. La ironía está, creo, en la devoción verdadera, literal, ausente de manifestaciones exteriores de compasión, con que se cumple el sacrificio.
También hay ironía en la intenciones de Espinosa y los resultados que logra; quiere que sus anfitriones recuperen parte de su identidad perdida: el cristianismo de sus antepasados, pero provoca su propia muerte en un rito mal comprendido aunque eficientemente ejecutado.
En "Deutsches Requiem", que hasta cierto punto parece la contracara del cuento anterior, un jefe nazi de un campo de concentración afirma:
Morir por una religión es más simple que vivirla con plenitud.
En ese sentido, se podría aceptar que el destino de los Gutres es más duro, más arduo, que el de Espinoza, víctima pasiva, al asumir la cargar moral y teológica de su religión recién descubierta.
El Redentor y el abismo
“Tres versiones de Judas” retoma el tema del cristianismo desde una óptica heterodoxa. El protagonista es también un teólogo, Nils Runeberg, y el centro del cuento es un problema que la Iglesia afirma haber resuelto hace tiempo: la naturaleza de Judas Iscariote y sus acciones.
El narrador de “Tres versiones de Judas” no afirma la veracidad de ninguna de las versiones, se limita a presentarlas como presenta a su personaje y los abismos psicológicos y teológicos a los que es conducido por sus propias ideas.
En la primera tesis, Judas traiciona a Jesús como un sacrificio digno de la condición divina del Redentor.
El Verbo se había rebajado a mortal, Judas, discípulo del Verbo, podía rebajarse a delator (el peor delito que la infamia soporta) y a ser huésped del fuego que no se apaga.
En la segunda, Runeberg propone como explicación de la traición de Judas
un hiperbólico y hasta ilimitado ascetismo. El asceta, para mayor gloria de Dios, envilece y mortifica la carne; Judas hizo lo propio con el espíritu. Renunció al honor, al bien, a la paz, al reino de los cielos, como otros, menos heroicamente, al placer. Premeditó con lucidez terrible sus culpas.
La versión final es la más abismal:
Le baiser rendu Judas et Satanas, de Benoît-Hermogaste Molin Fuente
Dios, arguye Nils Runeberg, se rebajó a ser hombre para la redención del género humano; cabe conjeturar que fue perfecto el sacrificio obrado por él, no invalidado o atenuado por omisiones… Dios totalmente se hizo hombre hasta la infamia, hombre hasta la reprobación y el abismo. Para salvarnos, pudo elegir cualquiera de los destinos que traman la perpleja red de la historia; pudo ser Alejandro o Pitágoras o Rurik o Jesús; eligió un ínfimo destino: fue Judas.
Convencido y aterrado por la impecable lógica de su argumento, clama a Dios pidiendo compartir el infierno con el Redentor; pero si Dios le contesta, no lo sabemos.
Ebrio de insomnio y de vertiginosa dialéctica, Nils Runeberg erró por las calles de Malmö, rogando a voces que le fuera deparada la gracia de compartir con el Redentor el Infierno… Murió de la rotura de un aneurisma, el primero de marzo de 1912. Los heresiólogos tal vez lo recordarán; agregó al concepto del Hijo, que parecía agotado, las complejidades del mal y del infortunio.
Es interesante que a pesar de las implicaciones teológicas de estos cuentos, no hay revelaciones místicas en ellos. Los teólogos viven y mueren en la ignorancia, Espinosa es superado y destruido por lo que ha desatado, los Gutres buscan la salvación pero tal vez no la comprendan, el protagonista de “El milagro secreto” acepta el milagro (el misterio) con terror, con asombro, con agradecimiento, pero sin “unión mística”; el protagonista de “Tres versiones de Judas” enloquece por lo que cree haber descubierto y por el silencio de Dios; aspira a la unión pero no la experimenta.
El sacerdote y la rueda iluminada
Sacerdote maya Fuente
Sin embargo, Borges escribió un cuento donde se relata una experiencia mística en toda su complejidad. En “La escritura del dios”, el protagonista –Tzinacán, mago de la pirámide de Qaholom, sometido a tormento por el conquistador Pedro de Alvarado– alcanza la unión mística anunciada por Eckart, por Teresa de Ávila, por Juan de la Cruz, por Miguel de Montesinos.
¿Es expresión de la ironía de Borges el que un sacerdote pagano sometido a torturas por los cristianos españoles alcance la iluminación, en la que desaparece incluso el deseo o la necesidad de la venganza contra quienes le atormentan? Leemos:
Entonces ocurrió lo que no puedo olvidar ni comunicar. Ocurrió la unión con la divinidad, con el universo (no sé si estas palabras difieren). El éxtasis no repite sus símbolos; hay quien ha visto a Dios en un resplandor, hay quien lo ha percibido en una espada o en los círculos de una rosa. Yo vi una Rueda altísima, que no estaba delante de mis ojos, ni detrás, ni a los lados, sino en todas partes, a un tiempo. Esa Rueda estaba hecha de agua, pero también de fuego, y era (aunque se veía el borde) infinita. Entretejidas, la formaban todas las cosas que serán, que son y que fueron, y yo era una de las hebras de esa trama total, y Pedro de Alvarado, que me dio tormento, era otra. Ahí estaban las causas y los efectos y me bastaba ver esa Rueda para entenderlo todo, sin fin. ¡Oh dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir! Vi el universo y vi los íntimos designios del universo. Vi los orígenes que narra el Libro del Común. Vi las montañas que surgieron del agua, vi los primeros hombres de palo, vi las tinajas que se volvieron contra los hombres, vi los perros que les destrozaron las caras. Vi el dios sin cara que hay detrás de los dioses. Vi infinitos procesos que formaban una sola felicidad y, entendiéndolo todo, alcancé también a entender la escritura del tigre”.
Esta verdadera “unión mística” contiene todos los elementos que las distintas tradiciones atribuyen a la iluminación: la comprensión absoluta y no racional del universo (o de la divinidad), la felicidad de comprender, el éxtasis de la unión, la desaparición de las medidas de tiempo y espacio, y, finalmente, la radical disolución del yo:
Quien ha entrevisto el universo, quien ha entrevisto los ardientes designios del universo, no puede pensar en un hombre, en sus triviales dichas o desventuras, aunque ese hombre sea él. Ese hombre ha sido él y ahora no le importa. Qué le importa la suerte de aquel otro, qué le importa la nación de aquel otro, si él, ahora es nadie. Por eso no pronuncio la fórmula, por eso dejo que me olviden los días, acostado en la oscuridad.
El sacerdote iluminado de Borges ya no necesita la venganza (ni siquiera la justicia): ya no es quien era y su destino personal nada significa, así como el destino de cualquier otro hombre. La existencia humana queda atrás como un traje abandonado por inadecuado. Tampoco necesita comunicar su iluminación. Así como es íntima y transformadora su experiencia, es también indecible.
Los poetas místicos (es decir, los místicos que además han escrito poesía), al contrario, se esfuerzan por hacer entender a otros la tremenda experiencia vivida. Tal vez haya en su actitud una intención proselitista o, más simplemente, el afán humano que nos impide callar lo que nos afecta, aun aquello de lo que no podemos hablar. Y sin embargo, el poeta siempre es consciente de que mientras más cerca está de la fuente de la divinidad, más difícil le será expresarse. Su lenguaje será más insuficiente a medida que se acerque al centro de lo que quiere comunicar. A pesar de que Jorge Luis Borges experimentó esta carencia, supo levantar una punta del velo para que nosotros, lectores lejanos, pudiéramos atisbar el otro lado.
GRACIAS POR SU VISITA. VUELVAN CUANDO QUIERAN.
Espero no interrumpir la contemplación con mi participación.
Por supuesto que no, @aullidodecisne. Puedes participar y agregar todo lo que quieras.
Saludos.