EJERCICIO LITERARIO EN HORARIO DE OFICINA (Extracto)
*
II
“Vamos, sobre todo en el cliché del whisky, del medio vaso – tomaba leche en la mañana, antes de ir a la escuela en un vaso del doble del tamaño – y los estilos de la servilleta, la marca del bar “Metrópoli”, con sus anillos y su medio planeta simulando Saturno, el come hijos, así como el alcohol se devora a los hombres. No sé qué hago allí, pero él y su insistencia en verlo con la cara tapada, y el aire nebuloso de los contornos nocturnos de la media noche, y parecía todo poético, blanco y negro. Los contrastes de la luz, los senderos que se abren entre las mesas, el barman y el trapo que dibuja elipses de humedad mientras limpia. Todo parece un jazz, un humo de tabaco – no fumas tú de vez en cuando mientras odio el cigarro tanto como la mala muerte -, y un saxo triste en lo que parece un escenario bordeado de bombillos por donde está el baño de donde sale un borracho que se tropieza con la mesera. La música se interrumpe. Apenas levanta el ceño aquel joven de cara simpática. Apenas aleja su boca de la boquilla del saxo. Y me acuerdo de El Perseguidor de Cortázar, de mis deseos de escribir, de tus consejos lejos de la barra, frente a una pizarra partida en una escuela primaria. Allí es donde volteo – la música continúa, y todo es lento, lento – y te miro. Tenía añacatales que no veía a un hombre con sombrero, con una mano en el vaso y otra en el tabaco, y su cara hundida en la sombra que dan los contrastes del blanco y el negro que es este mundo a la media noche. Siento sonar mis tacones – pensé en mis pesadillas haberlos dejado a un lado, por aquellos de la comodidad moderna, pero aquí todo es bohemia – y observo su brillo al paso. Ese traquetear particular entre la madera y el cemento. Y sigo adelante, absorbiendo sonidos y luces, guiada por el vaso repleto de whisky chocante, hasta la madre de hielo. Y en el hielo busco tu cara, y así se me confiesa balurda, desdibujada, con aquellas desproporciones propias de su superficie brillante y tridimensional. El color papelón del whiskey – sé que no te gustan los criollismos, pero así me mantuvo el puño fiero de mi padre por las vueltas de mi lenguaje – y decidí permanecer allí, esperando tus ojos profundos, tal vez perdidos y envejecidos por los años. Ya no soy la niña de la perpetuidad del lomo, de los azotes y regaños. Hay quien dice que ya soy mujer y ando con mis propios pies, pendiente de mis tacones a pesar del avance de los tiempos. Que todavía, entre tanto abedul poético, remarco la pauta de la voz de mi madre y mis abuelas. Que leo poco ahora que trabajo en el desbarajuste de esta oficina que pide de mi lo que no tengo. Y veo tu vaso y me lleno de nostalgia. Relamo mi boca y estiro la mano. El vaso está frío. Cuando llego a su superficie caen las gotas en un llanto hermoso. Dices, sin moverte, que siempre vienes aquí y te retas. Sólo fumas y piensas fijo en los años en que perdiste la razón por la caña. Esquivas el reto antes de mi recordado sorbo y la llama del tabaco roza mi mano y todo se cae. El whiskey derramado junto con los cubos de hielo y los pedazos de vidrio forman sin querer un árbol amorfo de ramas traslúcidas y brillantes. La servilleta se deshace, y tú, de caballero, aún con la cara cubierta por la negrura, susurras disculpas. Besas la superficie rayada con ceniza. Apenitas me quemé, te digo, pero insistes en pasar mi palma por tu cachete. Siento firmes los cañones de la barba. Un vaho de sudor clásico entra de repente. Aquella peste familiar me remonta. Dices que es difícil resolver el asunto – sigo ciega de tu rostro -, porque los tiempos mutaron en irracional partida – textual – hacia caminos que no permiten bifurcaciones o retornos. Cuando logras subir la cabeza, un óvalo de luz blanca se posa en tu ojo derecho. Está enrojecido y lacrimoso. Dices que la literatura ha muerto, y me asfixio. Que no volverán a sonar las percusiones de las teclas, que el papel es historia. Que a los periodistas, como yo, los sacarán en serie. Que no pudiste hacer nada para detenerlos. He vuelto a la oficina, papá, donde nada de esto tiene sentido propio.”
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