Finalmente sucedió, aquel presentimiento mórbido, que al menos en la cabeza de todos causaría una tormenta... sucedió. Con el deceso de la anfitriona los inquilinos quedaron a merced de la sucesora. Aún los anósmicos podían apreciar el olor a muerte que recorría cada pasillo y habitación de aquel sitio; la intensidad del aroma era tal que impregnaba los cornetes y los corroía. Surgió una loca necesidad de fumar piedra entre los inquilinos, solo para quitarse aquella sensación tan repugnante. Pero, el cuerpo caído nunca se descompuso... ni una mosca, ni un gusano, ni siquiera un mosquito se había puesto en el cuerpo inerte de la dueña cuando ya la habían sacado del lugar. Lo que olía realmente mal eran unas cadenas al romperse, cadenas que oprimían a la sucesora.

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II

En un principio el castillo de Ragal fue concebido para ser el centro administrativo del glorioso pueblo de Ragal y nuevo hogar del Duque Carbesin, sin embargo el destino no le permitió al Duque ver terminado el alcázar. La mujer del duque tomó el poder, pero el infortunio colmó, al alguna vez glorioso, pueblo de Ragal. Primero una extraña plaga destruyó hectáreas de cannabis (principal fuente de ingresos de Ragal) y como medida la duquesa contrató un conocido hechicero para rescatar las plantaciones restantes, contrayendo así una deuda exacerbada con el hechicero. Segundo, la guerra Tangani había llegado a las fronteras de Reino de Eta, por lo que el comercio de Ragal fue sumamente afectado, además que el pueblo estaba atestado de refugiados que escapaban de la guerra, lo que ocasionó la proliferación de la delincuencia y la pobreza en Ragal. Tercero, el declive del rio Dulce. Debido a la gran cantidad de refugiados que llegaban, no solo a Ragal sino a todo el reino Eta, la tala se convirtió en un problema que no era fácil de solucionar, lo que afectó en cuantía a los ríos aledaños. Las pocas plantaciones que quedaban terminaron de deteriorarse, la hambruna y las enfermedades terminaron de mellar el ligero esplendor que quedaba en la memoria de los Ragalenses.

La señora viuda de Carbesin se encargó de terminar el castillo con lo que pudo. Los altos costes de los materiales, debido a la guerra Tangani, obligaron a la duquesa a improvisar, por lo que medio castillo fue construido con barro y madera reciclada, incluso muchas partes fueron construidas por sus propias manos. Al terminar era medio castillo medio rancho; pero la duquesa fue inteligente: utilizo los materiales costosos para terminar la cara que daba a la entrada principal. Nadie que no se adentrara mucho a Ragal notaba la fachada pobre, si rodeabas por el este la montaña lo cubría y por el oeste camino no había. Era un pueblo engañoso, porque la parte frontal fue construida en las vacas gordas y el trasero, en las flacas.

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III
La duquesa tres hijas tenia: Juddet, Susset y María, un año de edad cada una se llevaba.

Juddet, la mayor, era bella y talentosa; intachable, sincera y cariñosa, se dice que cagaba rosas. Debido a los problemas económicos no tenían tutores particulares, así que ella junto a sus hermanas asistían a un colegio religioso en el pueblo. En el colegio todos los niños se enamoraban de Juddet. Un día, cuando niña, la secuestraron, pero a las pocas horas la liberaron y le regalaron unas galletas; era imposible que alguien hiciera daño a semejante ángel. Con solo 10 años tocaba todos los instrumentos que había en el reino con plena destreza; creó un concierto para triángulo que solo ella podía tocar por su complejidad. A los 16 años el hijo de un rey la desposo y fue a vivir muy lejos a otro reino.

Susset, la mediana, era fuerte e inteligente; los niños la respetaban y sus maestros la apreciaban. A su corta edad ayudaba a llevar las cuentas, y logró estabilizar, hasta cierto punto, la economía de Ragal. Si no fuese por Susset, Ragal hubiese caído en un hoyo mucho más profundo de miseria. A sus 15 años fue a un seminario tenebris a estudiar filosofía y hechicería, sin embargo seguía ayudando a Ragal llevando las cuentas por correspondencia y enviando algo de dinero.

Y bueno... María era María.