Nunca debí estar aquí.
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Soñé que me encontraba en casa, levantándome de la cama, cepillándóme, desayunando una deliciosa arepa con mantequilla y queso guayanés. Que me vestía para ir al trabajo. Que en el trabajo me dan la oportunidad de realizar un viaje a la Amazonas para una exploración, cuya exploración se trataba de ingresar a esas pequeñas tríbus indígenas y vacunar a niños y ancianos que se encontraban allí, una vacuna contra el ébola que el Estado aprobó hace un año y medio, y fui seleccionada para esta tarea.
Que después me metía al interior de la selva a explorar la flora y la fauna que allí había, cazar, recoger plantas medicinales y luego estar de vuelta a la aldea de los Yanomamis. Que después caía la noche, sacaba la hamaca y contra todo zancudo dormía...
Lo soñé.
Y ahora estoy aquí en medio de la selva amazónica, anhelando irme a casa. Esperando que estos uniformados se descuiden para escapar antes de que me vuelvan a violar. Quizá debo estar muerta y no me he dado cuenta. Lo que estoy segura es que fue mala idea aceptar ese viaje, no debí... maldita sea, no debí.
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