Pantalla mojada: Desde las cloacas. (Microrrelato)
En esta oportunidad, mi relato está inspirado en una historia real. El protagonista es un indigente de los alrededores con el cual socialicé, advierto que es grotesca; sin embargo, existe la posibilidad de que puedan mojar la pantalla conmigo, ya sea con semen o bilis...
Realmente no sé qué hora era, pero entiendan, cuando uno vive en la calle se pierde la noción del tiempo: solo sale y se esconde el sol, y cuando la luna brilla, todos empiezan a deambular; la droga que nos ahoga se empieza a quemar en latas y pipas improvisadas, cuando ésta se termina y la abstinencia recorre nuestros cuerpos, somos capaces de hacer cualquier cosa por una calada más.
Samantha era famosa en el sector por complacer a quien le diera de ese humo denso que desprende el crack carburado encima de las cenizas; su piel blanca camuflaba la oscuridad de su conciencia, su delgada figura te hacia ignorar lo pesado que llegaba a ser su pasado; siempre deambulando por las mismas calles con su vestido rojo de lentejuelas manchado de grasa, y un sombrero de vaquero plástico, que tapaba su rostro angustiado lleno de ronchas; su mandíbula titubeante venía acompañada siempre de las mismas palabras: "te la chupo por una fumada, ¿tienes algo?"
La conocí debajo de un puente, apenas se presentó no dudé ni un segundo de que quería estar con ella. Los dos olíamos a basura, el hedor era ácido y nuestras pieles llenas de mugre se empezaron a tocar... Su vagina llena de sarro y verrugas latía sin frenar, desprendiendo un fluido viscoso y un olor sardinoso que me abría el apetito. ¿Quieres fumar ahora? -le pregunté-, pero ella prefería hacerlo luego, para así poder olvidar su vida. Acto seguido, nos besamos; los hilos de saliva caían cuando metía y sacaba mi lengua, y estos mojaban el lugar ya cubierto de basura y excremento. Un cartón en el suelo era nuestro colchón, no tan blando como sus senos caídos y marcados, que chupaba sin cesar...
Al abrir sus piernas, el olor era similar a una fosa séptica a la cual estaba dispuesto a entrar, no sin antes pedirle esa mamada que tanto ofrecía entre callejones. Mientras se lo llevaba a la boca, las cucarachas me caminaban por el cuerpo, ya que el lugar estaba plagado de ellas; también se escuchaban las ratas rebuscando entre las bolsas y se veían a otros espectros peleándose por quién sería el siguiente en estar con Samantha.
Puedo decir que disfruté mucho mientras duró, más nunca la volví a ver y se convirtió en algún mito de la calle: algunos dicen que murió de una sobredosis, otros que se rehabilitó; realmente tenía mucho potencial como para estar en el lugar donde se encontraba; recuerdo que cuando terminamos lo primero que me dijo fue: "hago esto para olvidar mi realidad, pero todos me recuerdan a mi abuelo. Pásame el encendedor"...
Tenía tiempo sin publicar por falta de Internet, pero ya estoy de vuelta y seguiré por aquí con más frecuencia compartiendo relatos. Espero les haya gustado.
Nunca pensé leer un relato erótico sobre indigentes...