Blogtober: Nublado y en las rocas, gracias. VIII
Me da gusto tener razón; de una u otra forma el tipejo asqueroso sí me dijo dónde estaba mi hermana.
Una vez identificado el olor, es muy fácil seguirlo, y me lleva al segundo piso, a la puerta de la izquierda. Ahora yo me convierto en perrito chihuahua con Párkinson, temblando con cada paso. Ansiosa pero sin saber qué me espera del otro lado de la puerta.
Brinco a la boxeador antes de subir al ring; sacudiendo las manos para soltar los nervios. Abro la puerta de golpe y ahí está ella, atada de pies y manos sobre una cama simplona. Yo me debato entre la angustia y la alegría ¡Maldito corazón que se agarra palpitando como batucada! Siento que su sonido inunda el cuarto, pero mi hermana sigue mirando con curiosidad en dirección de la puerta. No escucha nada.
¿Grisel? Hablo quedo para no espantarla. ¿Irina? Su voz ronca y tímida me reconforta. Me acerco a desatarla. ¿Qué haces aquí? ¿Estás bien? ¿Cómo le hiciste? Estás llena de sangre. Por instinto presiono el dedo índice contra mis labios, señal internacional de silencio, que no hay nada que silenciar, si ya todos están muertos. Lo qué pasa es que no quiero contestar esas preguntas.
Bajamos las escaleras y Grisel se topa con la escena de Tarantino wannabe. Quiero explicarle, pero un carro se estaciona y en tres segundos abren la puerta. La situación se pone tensa.
Un tipo de lentes mira el piso, y levanta la mirada a nosotras. Lleva la mano a la cadera, y lo imitan otros tres que vienen detrás de él, pero se separan buscando al perpetrador. No los conozco. Ni les cruza por la cabeza que hubiéramos podido ser nosotras. Pero el de lentes se acerca, me agarra del brazo y ordena que baje la cabeza, y me meta al carro (cuyo maletero esta abierto y justo enfrente de la puerta), me empuja y hace lo mismo con mi hermana, escoltándonos. Decido que no va a encajuelarnos a nadie.
Y pasa lo que tiene que pasar. Y mi hermana es testigo de lo poco que me duran los tres tipos. También atestigua mi entusiasmo por mi nueva dieta líquida. Siento los ojos intensos, insistentes y en shock de mi hermana posándose sobre mi espalda. Se clava como espinas.
No quiero enfrentarla. Trago saliva.
¿Dices que querías saber cómo le hice? Hay mucho camino por delante. Es hora de salir de aquí. No, en ese carro no, en el otro, de color arena.
No quiero que lleguen otros, estoy muy satisfecha y a punto de que me de el mal del puerco.
Creación original de Moka Misschievous.
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