Blogtober: Nublado y en las rocas, gracias. IX
Mi hermana va pegada al vidrio todo el camino, y la verdad no es para menos. No me dice nada, pero imagino luego vendrán las preguntas sobre los detalles. Ahora lo que me preocupa, son mis padres. Manejé directo y sin escalas, y ahora justo al lado del portón me doy cuenta de la mala idea que es y del poco presentable aspecto que me cargo. Además que pasan de las cuatro de la tarde. Carro ajeno, padres espantados. Obvio no le van a abrir a cualquiera nada más porque les pita el claxon.
Grisel dice las primeras palabras en casi una hora de viaje. No podemos entrar. Tu sí, yo no. No es eso. ¿Entonces? Han de estar vigilados, o sea, tienen que entregar dinero y no sé si ya sepan que , por lo menos yo no estoy en donde me dejaron. Ya, y que aparezcamos así como así, va a ser como azotar el avispero. Ajá ¿a dónde corre la gente cuando está asustada? A casa. Exacto, a casa. Aquí van a venir primero aquí a buscarnos. A buscarTE. Grisel suspira. Vámonos. Pero ¿y sí les quieren hacer algo porque saben que me escapé? Gris, eso mis papás no lo saben, y los otros no les van a decir; van a pedir el dinero y ¡bye!. No le dije que probablemente ya tenían pensado hacerlo. Pero si nos ven aquí, entonces sí nos rafagean a todos.
Prendo el carro y me incorporo al carril. Algunos metros adelante, me pone nerviosa un carro que nos sigue de lejos. Paró tantito en cerca de la puerta de la casa, fingió estacionarse, pero de forma discreta sigue avanzando. Mi idea es la de meterme en el estacionamiento techado de una plaza. Pero la plaza más cercana está a diez minutos. Mi hermana esta nerviosa también. ¡Métele! ¡Bueno, no! ¡Es que no sé! El carro sospechoso se da vuelta en U cuando tocamos avenida.
Trato de manejar lo más natural posible ¿Cómo maneja una persona natural? No sé ¿Con radio? Prende mi hermana el estero, y suena “¿Dónde está mi gente?” Me saca de quicio. No sé si el arreglo, la música, su voz, lo oportuno de su estribillo… No sé. Antes me gustaba. Ahora me agobia. Hago recorridos estúpidos e impredecibles, según yo, para ver si nadie nos sigue antes de meternos en el estacionamiento de una plaza comercial.
Ya con un piso bajo tierra, me siento más tranquila. No hay nadie y podemos bajarnos del carro. Carro que, aunque cubre bien, ya me estaba asfixiando. Sospecho que si Edgar se dedicaba a fingir que era buena gente “rescatando” moribundas, igual y trae algo en su cajuela. Y sí, unas camisetas pinchurrientas de algodón blancas, como la que usaba debajo del chaleco, un pantalón y un pants negro. También hay toallas húmedas. El muy modoso, si se ensuciaba, se cambiaba, pero acomedido no era. Le paso una a Grisel. Yo me quedo con los pants y ella con los pantalones. No estamos fabulosas, pero cómodas, o por lo menos yo, que mis pantalones se estaban poniendo duros y con el penetrante olor a carnicería sin refrigeración. Veo una hielera en el lugar donde debía ir la llanta de refacción, con una bolsita cosecha O+ y un vino, todo el maletero está tapizado con una tela muy suavecita, de color arena, y eso me relaja. No hay prisa. Lo básico está cubierto por un rato.
Metemos la ropa en bolsas de basura y la aviento al asiento trasero, ya que la cajuela se me hizo muy mona como para aventarle porquerías. Ahí me encuentro una chamarra de vinipiel negra, bonita. Me la pruebo, me queda al chingazo. Leo una etiqueta y resulta que lo que sostengo en mis manos es una chamarra con forro anti UV. Que no sé si funcione, pero me emociono. Mi hermana me baja el entusiasmo con su cara de angustia. Tiene hambre y no tenemos un quinto. Buscamos por el carro, igual y por ahí aventados había aunque fueran diez, veinte pesos. Nada. Ya sería mucha suerte.
Le digo qué hay que hablarle a alguien, quien sea; amigo, primo, familia. No tenemos teléfono. Sí tenemos, junto con el dedo que lo desbloquea. Entonces ¿a quien llamamos? A Joaquín. Ex novio de mi hermana y paramédico. Pero el cabrón de Joaquín no contesta. No queremos llamar a nadie de la familia y conforme vamos nombrando, nos vamos quedando sin opciones.
Entonces se me ocurre ir a casa de Edgar. Podríamos estar más a gusto, bañarnos y de seguro tiene dinero.
Pero antes, tendría que esconderlo en algún lado.
Creación original de Moka Misschievous .
¡Saludos, también!