Nuestra guerra - Relato Erótico (Serie: Encuentros)
Era su intención y también la mía, desde hace mucho discutíamos y buscábamos un lugar donde no existieran interrupciones inesperadas; sin embargo, no me hubiera imaginado que sería en medio de su habitación —el primer lugar que de forma tácita descartamos— donde nuestras ganas habrían de juntarse. Era el momento y la hora perfecta, sin más dilación aplastaríamos hasta el quiebre las cadenas que contenían nuestro deseo.
No tardé mucho en rodear su cuello a besos, le contestaría su interrogante sin palabras. Mis manos pasaron de sus caderas a recorrer sus brazos lentamente, no me quedaría sin descubrir ni la sección más ínfima de su piel. Los besos se tornaron mordidas suaves mientras la magnitud de nuestro anhelo subía, mis manos ya mudadas a sus senos por encima de sus prendas no me satisfacían lo suficiente; comencé a quitárselas con delicadeza, mordiendo con igual soltura el lóbulo de su oreja y erizando su piel.
Una vez despojada de su ropa quiso tomar control, me tomó fuerte de mi sexo y se volteó, permitiendo a nuestros rostros encontrarse frente a frente y retándome risueña a caer en la trampa de sus labios. Me resistí a ellos y me quitó la franela con mucha habilidad. Me condujo con sus pasos hasta tumbarse sobre mí en su cama y empezó a besarme el cuerpo desenfrenada; en el proceso se quitaba el sostén y lo echaba a un lado. Ansiando ya retomar posesión la tomé con fuerza por la espalda hasta acostarla, mi lengua jugó a repintar la aureola de sus pezones y luego bajó lentamente hacia su abdomen con intención de ir más abajo.
Su esencia afrodisíaca era más fuerte una vez llegué a su intimidad, mis dedos se abrieron paso dentro de su cálido y empapado centro y mi boca volvía nuevamente al ataque; sus manos apretaban las sábanas de la cama, mordía los labios y sus gemidos se transformaban en ordenes que me indicaban donde debía intensificar mi ofensiva. Su "declaración de guerra" fue tomada en serio, y esta guerra no hacía más que comenzar.
No aguantaba el empeño de estar dentro de ella y empecé a tantear nuestros sexos hasta introducirme con cuidado. Sentía la incandescencia de su ser en mí, la poseía y contemplaba a mi antojo mientras subía el ritmo con intensidad. Sus gemidos relucían con más energía y mis manos se aferraban con más dureza a su espalda; viéndonos directamente a los ojos seguíamos jugando a ver quién picaba primero en besar al otro, sin resultados concretos aún.
Ariadna cambiaba sumisa de posiciones. Se dejaba llevar víctima del placer de nuestra química, otorgándome control absoluto sobre ella. No refrené el impulso de dejarle cuantos chupones pudiera, marcas que le recordaran esta contienda. La tomé arrodillada de espaldas a mí y halándola del pelo seguía volviéndola mía, la estudiaba con esmero y me esforzaba en darle todo como nunca antes lo hubiera sentido. Sostenerla desnuda era lo más cercano a ver una obra de arte, su cuerpo trigueño iluminado por la luz que entraba por su ventana la hacía lucir perfecta; una mujer fuera de este mundo, como ninguna otra.
Aprovechó del trance para ser ahora ella quien fuera en busca de mi sumisión. Sin que apenas me diera cuenta me encontraba a su merced. Tiró de mí con violencia y con su boca me hizo probar suspiros extáticos de cielo. Siguió su silente invasión y no tuve otra alternativa que dar por perdida la batalla al gozo que hallaba en tener su lengua repasándome. —Es mi turno —susurró, antes de subirse a mí—. Solo entonces su invasión se completó con éxito. Sus movimientos no daban tregua, mis manos se refugiaban otra vez en su espalda y la apretaban con aún más firmeza. Estuvo consciente todo el tiempo de que nuestro acto sexual era una guerra, y disfrutó hacerme creer que la llevaba ganada cuando los ases bajo su manga me daban todas las de perder.
La lisura de su tacto y los mordiscos en mis labios fueron su estrategia infalible para que al fin me rindiera a besarla. Hice aguante hasta que no pude librarme de su estímulo, le concedí la victoria y me entregué a sus labios. Su existencia era un encantamiento sensorial, perfección en su estado más puro. La rodeé con mis manos sin parar de disfrutar la cadencia de su meneo sobre mí, ese ritmo sincopado que me descontrolaba y acercaba poco a poco al clímax de nuestro enfrentamiento.
En esos últimos minutos me olvidé de mí mismo por un instante, fuimos dos esencias juntas sin separación ni consciencia del espacio-tiempo. Murió en mí por un segundo y renació deteniendo al mundo para elevarme a las alturas con su boca una última vez. La tomé del cabello y me llevó a la profundidad de su garganta hasta hacerme acabar, hasta que experimenté también la fugaz muerte y resurrección que provocaba la culminación de nuestro choque.
Nos aseamos y le echamos un último vistazo a las heridas que dejó nuestra guerra: moretones y chupones varios que remarqué un poco más bajo el agua que nos purificaba. Esbozando una sonrisa victoriosa me llevó de la mano al patio, compartimos cigarrillos y nos dispusimos a hablar nimiedades de la vida con regodeo. Nos mantuvimos abrazados en el suelo observando la noche hasta que me recordó nuevamente: —¿Qué piensas cuando me ves?—. —En el arte de tu existencia, en todo el tiempo que paso admirándote y que no fue sino hasta hoy que pude apreciarte en cercanía absoluta —fue mi respuesta, tras pensarla un rato—. Soltó una feliz carcajada y sus besos humeantes dieron fin a la guerra, la guerra de la noche maldita, nuestra guerra silenciosa de señales concisas, la primera y última entre los dos.
Como hoy.
Acompañamiento musical
You're such a masochist and I ask why
And you reply:
«I like the thrill
Nothing's gonna make me feel this real
So baby don't go home
I don't wanna spend tonight alone...»
The Weeknd - Echoes of Silence
Notas del autor
La serie Encuentros es una trilogía de relatos que me dedique a realizar durante abril y mayo de 2018. Esta serie de relatos tienen en común una estética monocromática en su ambientación e historias agridulces (e incluso algo explícitas, a momentos). No son historias conectadas entre sí, pero sí comparten a un mismo trágico protagonista.
Nuestra guerra no debía ser un relato erótico, pero desde que escribí el primer párrafo sabía que tenía que serlo. Si Mujer víctima actúa como centro entre lo agridulce y lo explícito, Nuestra guerra se inclina hacia el extremo de esto último. Hay mucha poesía en sus palabras, no obstante, predomina la crudeza teatral y seductora que puede resultar de un encuentro sexual entre dos enamorados. Intenté ser lo más detallado posible con mis palabras —sin pasarme del límite— y creo que pude lograrlo.
Fuentes
Fuente Imagen 1
Fuente Imagen 2
Fuente Imagen 3
Fuente Imagen 4
Fuente Imagen 5
La Imagen 1 fue editada con un editor de fotos en línea con motivo del post.
Serie: Encuentros
I: Mujer víctima
II: Nuestra guerra
III: Antónimo
Que fuerte @miedoyficcion, te felicito, muy bien hecho. Y la historia es atractiva en todo momento.
¡Gracias, Pedro! Saludos.
Felicidades, el relato quedó demasiado bien. Me quedé sin palabras xD... y el final me dejó como que :O pero bueno, le agrega un toque especial. Me gustó mucho tu relato.
Aw, ¡gracias por leer, bella! Me alegra muchísimo que te haya gustado. Besos y abrazos <3
¡Que gran post!
¡Gracias, jengley! <3
Me encanto y lo mejor acompañar la lectura con la música.
¡Ufff! De verdad que la música y la literatura a veces van tan de la mano que es increíble. Gracias por leer, sexoycolor <3
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Muchacho pero qué brutal escribes, me declaro tu fan definitivamente.
Te quedó espectacular. <3
Pero si tú ya eras mi fan, bebé JAJAJAJAJA
Gracias por los halagos, mi querida <3
Me encanto tu relato. Felicitaciones.
¡Gracias, Analiese!
Ame este relato. Cómo te dijeron por allí. Brutal.
¡Gracias, Magdalilith! Un abrazote <3
Me mantuviste concentrado todo el tiempo, viví cada detalle del relato, así se cuenta un historia, espero ansioso la última entrega.
¡Gracias por leer y disfrutar este humilde relato, Julio! Un abrazo.