Cuento inconsciente los segundos para despertar y abrir los ojos. Otra vez durante la noche, de nuevo con la sensación de que sus patas caminan sobre mi piel de manera tétrica, como un ejercicio diario de tortura. Confinado a la intranquilidad de saber que en cuanto baje mis defensas podrías aprovecharte de mí. Estás y no estás, y no es que desee que estés, es que deseo que nunca vayas a estar.
Sin embargo, te siento en mi cuerpo. Tiemblo en estado catatónico, miro hacia al techo evitando voltear a verte, pero eso no hace que el miedo escape. Te mueves con sigilo, inadvertido de tu peligro y del terror que me causas, buscando con tus extremidades el lugar perfecto donde dejar alimentarte y dejar tu veneno. Mis manos sudan, pero son incapaces de moverse y tocarte, mi cerebro no es capaz de emitir un comando que las mueva, se encuentra en conmoción total.
¿Pero realmente estás allí o estoy soñando? Puedo estar en medio de una pesadilla cruel, una jugarreta más del subconsciente en respuesta al miedo. Miedo y más miedo, miedo es lo único que te mantiene caminando lento todas las noches, miedo a tocarte y que de verdad estés allí, que no seas un producto de mi temerosa imaginación y no saber de qué manera reaccionar.
Ahí te dejo, resignado a esperar despertar nuevamente y no encontrarte sobre mí ni en mi cuarto. Respirando desasosegado y con un nudo en la garganta donde debería ir un grito a todo pulmón, mi corazón palpita a mil por hora y cada vez es menor la paciencia. Empiezan a brotar lágrimas de mis ojos y evito alterarme de más, pues podría moverme imprudentemente y que te des cuenta de que recuperé el conocimiento.
Las lágrimas bajan por mis mejillas como una cascada, una tras otra en fila bajando en absoluto silencio en mi cara humedecida. No las siento reales, no las siento tan reales como el desplazamiento de ese bendito insecto. Empiezo a dudar de que esto se trate de un sueño, miro hacia abajo sin mucho apuro y te veo de frente. Por un momento dejas de moverte y el tiempo frena contigo estacionado en mi abdomen.
Me desespero aún más, ¿no debí moverme a verte? ¿te ha intimidado que te vea? No tengo manera de saber si me miras, libramos una especie de cara a cara sin sentido, sin respuesta posible. Mis ojos empiezan a secarse, pero no logro cerrarlos, me quedo a la expectativa esperando despertar en cualquier momento antes de tu ataque.
Te apoderas del tiempo y lo mueves nuevamente a tu voluntad, de forma lenta y rigurosa que para mí se traducen en completos antónimos. Perforas mi piel dolorosamente y vuelvo en mí, la vida chasquea los dedos, me desata del letargo y el tiempo vuelve a ser tiempo. Grito y me estremezco al notar por fin que no se trataba de un sueño, mis manos te arrancan de mi piel mientras todavía robas mi sangre.
Caes al suelo no sin antes dejar perfumadas mis manos de tu repugnante olor, te piso violentamente repetidas veces con lo primero que encuentro a mi lado y veo cómo te resistes a morir. Sueltas algún poco de mi sangre de tus entrañas, y despides como señal de tu partida otra vez tu olor repulsivo y ansiolítico.
Reviso la picadura en mi abdomen y derramo sobre ella alcohol y jabón, ansiando que tu mortal germen no haya contaminado aún mi interior. El olor no se marcha de mis manos, me siento a un lado de mi cama y solo puedo gritar, gritar hasta despertar de una pesadilla que es realidad. Apresado por mi propia cuenta cuando podía accionar y salvarme.
Han pasado los meses y sigo durmiendo mal, creía que el miedo me dejaría estando ya condenado a vivir con tu virus en mi sangre, pero no fue así. Sigo oliéndote al sudar, sigo oliéndote cuando camino, sigo oliéndote postrado en mi cama recordando segundo a segundo toda la pesadilla que fue tu aparición.
Y huelo a ti, huelo a muerte.
Una canción para el momento
Muy bueno y dramático tu escrito, se siente el miedo,Saludos
Se me ponen los pelos de punta (literal) cada vez que lo leo. Por otra parte; excelente recomendación musical @miedoyficcion.
Saludos.
Muy interesante jajajjaaja.
ya veo que tienes mucho que decir ! entretenida historia <3