Clavis (relato de ciencia ficción) Parte II
La criatura, el ser de dos metros de altura, con sus cuernos, sus cuatro ojos, estaba erguida ante los asombrados hermanos, como recién salida de las tres monedas. Su cabeza rozaba con el techo, por lo cual inclinaba su nuca un poco hacia adelante, pero dicha postura no le quitaba lo imponente. Su cuerpo antropomorfo calzaba un traje extraño, en apariencia tejido con algún hilo metálico, que entrelazaba circuitos complicados. Ya sus dedos no tocaban al pobre Thiago, quien se había arrimado a la cama, junto a Henri, pero parecía dispuesto a aplastarlos a ambos a la menor provocación. Lo que no sabían este par era lo que vendría a continuación.
-Pequeños humanos, por fin se comunican -dijo el ser, quien hablaba un perfecto español, al menos en la pronunciación, pues su acento era bastante raro, incómodo.
-¿Qui... quién eres? -dijo Thiago, a punto de hacerse en los pantalones.
-Obviamente no lo saben, me han llamado por equivocación -dijo la criatura.
-No es del todo cierto -intervino Henri.
-Oh, ya veo. Un ser de mediana inteligencia. Igual no debes saber por qué estoy aquí.
-No, no lo sé -admitió el joven.
Y esa falta de conocimiento combinada con curiosidad fue suficiente para salvar dos almas, al menos, pues lo que vino a contarles la bestia, que no era tal sino una apariencia adquirida para asemejarse un poco a los seres vivientes de la Tierra, no parecía sino una historia de terror.
Por la puerta, desde la negrura de esa nada que se asomaba, no provenía sino un silencio sepulcral inenarrable, imposible de imaginar, mientras que el ser, con su voz rasposa, iba armando, palabra a palabra, aquello que rompería el alma de cualquier ser humano.
-Es bueno que me hayan llamado ahora, pues no queda más de un mes para que aparezca. Es una cosa que acá llaman estallido de rayos gamma, una fuerza capaz de quemar toda la superficie del planeta que alcance, y, en este caso, destruir la capa de gases que los protege.
-No entiendo -dijo Thiago-. ¿La Tierra será destruida?
-Sí, hermano, eso dice -le espetó Henri. Luego agregó-. A ver, dígame, ¿por qué teníamos que llamarlo? ¿Por qué no vino usted primero a nosotros?
-Era decisión de ustedes, pequeños humanos, si querían formar parte de la sociedad galáctica antes de extinguirse.
-¿Sociedad galáctica? -dijeron los hermanos al unísono, perplejos.
-No es la gran cosa, un grupo de seres inteligentes hicimos contacto y decidimos unirnos para tratar de crear una civilización alrededor de un agujero negro giratorio.
-No estoy entendiendo nada -susurró Thiago.
La conversación se prolongó bastante con la mención del agujero negro giratorio, y el miedo cósmico creció en la mente de Thiago, quien nunca en su vida había experimentado tal cosa. Tratando de imaginarse cómo un grupo de alienígenas trataba de aprovechar la energía de un agujero negro con una esfera de espejos, su cerebro casi explotó, pero no tanto como cuando le revelaron la verdad más terrible, aquella por la cual habían venido a buscarlos. El ritual había sido creado para adecuarse a las creencias comunes de los seres humanos, pero el propósito de la visita, tan llena de cuestiones científicas, se alejaba de cualquier cosa que semejara la creación de sectas o comunidades primitivas. Para cuando hubieran abandonado la Tierra, si es que accedían, tendrían que enfrentarse a un mal mucho mayor que una simple explosión de rayos gamma, debían tratar de combatir la maldad más pura.
-Sin embargo -decía el visitante-, un grupo de seres corruptos decidieron utilizar la energía de los agujeros negros giratorios con otros fines. Decidieron crear una bomba tan potente que no se verá nada igual en toda la historia del universo. Es por eso que decidimos contactar al mayor número de seres inteligentes para que se unan a nuestra lucha.
-Ya, un momento -interrumpió Henri-. Entiendo todo eso de la lucha contra el mal, pero lo que no me termina de encajar es por qué sólo nosotros dos bastaremos para incluir a los humanos. ¿No saben acaso sobre nuestras limitantes? ¿No saben que nosotros nos reproducimos por... ya sabe... eso?
-Lo sabemos, y se solucionará. No tenemos más que convencer a...
-No, no, no. Las personas no se convencen tan fácil, y menos en un mes.
-Bueno, yo los veo a ustedes muy convencidos ahora, y no llevamos ni un día hablando.
-Cielos, es porque ya llevábamos tiempo en este misterio.
-Oh, no se preocupen, vamos a ir a tener varias conversaciones. Confíen en mí.
El ser se dio la vuelta para entrar de nuevo por el portal, para lo cual tenía que agacharse. Antes de meter la cabeza, los miró y dijo:
-¿No vienen?
-¿Ahora? -dijo Henri.
-¿Cuándo si no?
-Bien, yo voy -dijo Thiago, decidido luego de pensarlo brevemente-. No pienso volver a esta vida miserable.
No tuvieron que llevar sus pertenencias, ni despedirse; ambos eran marginados de la sociedad, e incluso aunque les doliese dejar a sus familiares, pronto se sentirían a gusto con las novedades tecnológicas que traía consigo el transporte de la criatura. Sin embargo, los peligros que les aguardaban eran mucho peores que unos simples sectarios con cuchillo. Aún así, valía la pena echar esa travesía a la cual fueron invitados.
FIN
Lamento que haya salido tan corto; dejé que pasara mucho tiempo y la historia se enfrió.