Relato de un Taxista/ "Experiencia de mi Secuestro"steemCreated with Sketch.

in #spanish7 years ago

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No escribí esta historia antes, quizás porque parecía muy fantasiosa. Pero en estos tiempos de carencias por la que atraviesa Venezuela y en que ha faltado todo, incluyendo la fe, considero oportuno presentarla en este portal a fin de compartirla con la gran comunidad steemitsiana.

Nunca imaginé que moriría el viernes 15 de febrero de 2008 a manos del hampa. Desde el año anterior, me había estrenado en el honroso oficio de taxista junto a un numeroso grupo de compañeros de Gente del Petróleo tras quedarnos sin trabajo seis años atrás por tomar parte en una huelga nacional.

Ese día me levanté con el mismo entusiasmo de siempre. No tuve sueños raros ni sobresaltos que pudieran presagiar una fatalidad. Aunque si los hubiera tenido, como buen wayuu, se los habría comunicado a mis hermanas en Mara y Maracaibo quienes de inmediato me darían las advertencias para no salir a la calle, al menos ese día.

En la entrada de la avenida Bolívar de Ciudad Ojeda, dos muchachos
–Adolescentes– hicieron la característica señal con la mano para detenerme. Eran las doce y cuarenta de la tarde, el sol era abrasador.
–Vamos a El Danto –dijo uno, tras acomodarse en el asiento de copiloto, el otro lo hizo en el asiento posterior, quien no perdió tiempo para colocar en mi cabeza el cañón de una escopeta recortada, que traía oculta en un morral negro, parecido a la de un escolar:
–¡Quieto. Estáis secuestrao! –dijo.
Al principio quise reír. No podía creer que ese fuera el propósito. Según la noción que yo manejaba de los secuestros estaban reservados solo para gente acaudalada. ¿Qué podía ofrecer un taxista como yo, que hasta ese momento había hecho apenas 25 bolívares, producto de cuatro acaloradas vueltas a la avenida Bolívar? Por Dios, me dije.

De allí fui conminado hacia otro sector de El Danto (al este de Ciudad Ojeda) en busca de un tercer elemento, quien resultó ser el líder y el más agresivo de todos al punto de amenazar con volarme los sesos, incluso si llegara a respirar profundo.

Luego me obligaron a tomar la vía hacia Bachaquero, a un tramo de la carretera “X- 42”, donde tenían operaciones varios pozos petroleros. Uno de ellos, el más intrincado por estar rodeado de malezas fue el escogido para darme muerte.

Me bajaron de mi carro y me hicieron caminar cincuenta metros. En ese corto trayecto establecí una comunión con Dios, como lo aprendí del padre Alejandro, mi tío sacerdote.

Con las manos atadas me hicieron arrodillar. Sentí el frío de la muerte en mi nuca cuando el verdugo colocó una pistola 9 milímetros para ajusticiarme. Cuando puso su mano izquierda sobre mis ojos, quizás para no tener el último recuerdo de este mundo, del monte reseco –en sentido este-oeste– irrumpió un hombre sobre una moto gris (tipo Vespa). Era como de treinta años, tez morena clara. Llevaba una gorra gris, calada hasta el nivel de los ojos. Vestía una franela también gris y pantalón del mismo tono.

Estoy seguro de que una persona que se encuentre de pronto en una situación como esa, no dudaría un segundo en lanzar la moto al suelo y salir corriendo a cualquier parte en procura de socorro. En cambio la actitud de ese hombre era diferente: iba rígido, como si solo hubiera aparecido para que lo viéramos. El malandro que pretendía ejecutarme dijo: “ese tipo lo voy a bajar de la moto, por metío”, sin embargo, su amenaza se quedó en el aire y no pasó de ser un comentario, pues aquel misterioso personaje trasmitía algo muy extraño, que rayaba en lo sobrenatural.

Cuando la moto pasó a sesenta metros de donde nos encontrábamos no emitía su tradicional ruido o ronronear. De manera parsimoniosa salió a la carretera y desapareció ante las miradas absortas de los malandros y la mía, pues aún me encontraba arrodillado con las manos atadas a mi espalda.
A partir de allí, sentí una alegría. Tuve la seguridad de que ese día yo no iba a morir.

En seguida los maleantes, presa del terror, cortaron mis ataduras y me colocaron en el asiento posterior de mi carro. Al tomar la carretera de nuevo, vi la explanada abierta a todas las direcciones; panorámica que permitía distinguir a un kilómetro de distancia cualquier cosa o persona que pudiera transitar a esa hora: las 2.00 de la tarde, bajo la claridad de un sol ardiente como los soleados días de febrero. Pero no había señales del hombre por ninguna parte. No pudo perderse tan rápido en ese espacio solitario y desprovisto de casas, donde moraban pequeños matorrales y donde solo tenían movimiento algunos balancines petroleros.

Los bandidos por su parte, cambiaron de actitud conmigo: no volvieron a apuntarme. Tampoco hicieron comentario sobre la abrupta aparición del motorizado. De modo que salimos de ese desolado sitio para regresar otra vez a Ciudad Ojeda, adonde me llevaban como escudo y para proseguir el ruleteo que terminó con un atraco a una panadería en la urbanización Nueva Venezuela, también de la misma localidad.

A partir de allí se activó la persecución policial que terminó después de las 5:00 de la tarde con la captura de dos delincuentes y por supuesto mi liberación en un barrio llamado San Benito, adyacente a El Danto en medio de una balacera. Un tercero; el líder, logró escapar. Los detenidos eran menores de edad, y quedaron bajo las órdenes de la Fiscalía 38 de Cabimas y asignándoles como sitio de reclusión el retén de menores de Sabaneta, en Maracaibo.

Ese largo y complicado día terminó para mí cerca de las 11:00 de la noche, cuando concluí mi declaración en el comando del Instituto de Policía Municipal de Lagunillas (IMPOL), adonde fui trasladado de manera gentil por los funcionarios.

Mi amigo José Rodulfo de Gente del Petróleo y también taxista me llevó hasta mi casa, y como caso curioso él había sobrevivido seis meses atrás a una incursión del hampa, quedándole sobre su cuello una cicatriz de cien puntos de sutura.

Allí aguardaba mi mujer junto a mis cuatro hijos, quienes me recibieron como un héroe luego de conocer las dificultades por las que tuve que pasar. Pero en realidad los únicos héroes de aquel trajinado día fueron dos jóvenes oficiales de IMPOL, Elio Duno y José López, quienes haciendo honor al deber institucional arriesgaron sus vidas para salvarme.

Después de transcurrir nueve años de aquel evento aún me sigo preguntando quién era aquel oportuno redentor que hizo presencia en ese sitio desolado y permitiera que hoy escriba este testimonio como prueba de la infinita misericordia de Dios.

Al cabo de trece días y después de cumplirse las rigurosas revisiones –para mi satisfacción– la Fiscalía 38 ordenó la liberación de mi carro Hyundai Accent año 2001 en un tiempo muy corto. Estos trámites en la mayoría de los casos demoran meses a pesar del esfuerzo y seguimiento que hagan los más hábiles abogados.

Luego de recuperar mi carro recorrí de nuevo los derredores del sitio en la que pude ser ejecutado en procura del motorizado, pero mi esfuerzo fue vano. Las pocas personas que pude entrevistar y hacen vida por allí nunca lo vieron, según las descripciones que les di.

“Si aquel hombre fuera de este mundo podría dar con él en este pueblo pequeño, donde casi todos nos conocemos”, me dije muchas veces.
Ahora cada vez que veo circular una moto como aquella que irrumpió del monte en una tarde de febrero de 2008, no pierdo la esperanza, pienso que otra vez voy a experimentar la maravillosa presencia de Dios, manifestada en un humilde y sigiloso motorizado.

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muy interesante post, esto demuestra que todo depende de la fe que tenemos en Dios y tu de verdad creíste en el y se manifestó en ese "humilde y sigiloso motorizado"

upvote y reestem

Amén! Y muchas gracias por tu valiosa apreciación. la biblia dice: "La Fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" así que sin importar las adversidades, siempre debemos creer en un DIOS vivo, porque seguramente donde te encuentres, sin tan solo tiene un poquito de fe, Dios seguramente estará contigo. BENDICIONES AMIGA! Saludos.

Fué un ángel enviado a salvarte. Que situación tan fea, imposible de olvidar. Seguramente fué como volver a nacer. Un saludo y todo lo mejor para el año que va a comenzar.

Tal cual amigo! fue exactamente como tu lo mencionas. En una situación como esa solo tenemos que confiar en Dios y tener la seguridad de que sin importar lo que pase, él de alguna manera se encargará de ayudarte, y eso fue lo él que hizo por mi. Desde ese día, su gracia, su amor y su misericordia han sido claves para hoy poder compartir esta maravillosa anécdota con todo ustedes. Te deseo lo mejor para el nuevo año y que las bendiciones continúen llenando tu vida! @dosbosnivianos Saludos

Si cada persona contara los relatos tragicos que de alguna manera nos marco, como usted con valentia lo ha hecho, sera un mundo lleno de arte! Gracias por compartirlo llega al corazon!

Así es amiga. Es por eso que en ésta ocasión quise compartir con todos ésta experiencia que tanto marcó mi vida y la de toda mi familia de manera positiva. Dios quiso que siguiera vivo por un propósito y hasta que me muera estaré siempre agradecido con él por tan grande misericordia. Muchas gracias por tu comentario. Muchas bendiciones para ti. Saludos