Las elementales de Akumajaa (Prólogo)
Nuestro mundo fue creado por Akumajaa, la diosa creadora, como un punto celeste en medio del infinito. Siglos de evolución llevaron al diminuto planeta a la existencia de un único pedazo de tierra que posteriormente llamamos “Epia”; donde los días son iluminados por el resplandeciente brillo azulado de Ashi, nuestro lucero de la mañana y donde las noches se acobijan bajo el arrullo de Epeya, nuestra plateada luna mayor y Emiirua, la pequeña luna lila que la acompaña.
Al pasar del tiempo, la creación forjó en Epia dos enormes países, “Mma Ekii” que se conoce como el país de origen y donde se distribuyen en cada punto del mapa sus numerosos poblados y sus cinco ciudades capitales: A’akaMma, ubicada al centro de Mma Ekii; Oupünaa Siruma, ubicada al oeste y de cara a la inmensidad del océano; Saamatui, al norte de Mma Ekii en un angosto terreno de fría calma; Wüittusu, al sur limitado con las montañas que alzan su tamaño desde el océano del oeste hasta el desierto del este, donde se encuentra E’ipo’u pia Naataa, la quinta ciudad capital, que limita con “Mma kataa o’u” el país de la vida donde la humanidad no se establece por respeto a las criaturas sagradas que allí habitan.
Akumajaa adjudicó a la humanidad una responsabilidad enorme, escogiendo de ésta un selecto grupo conocido como “Guardianes Elementales”. Ellos son capaces de conectarse con solo un elemento de los cinco que Akumajaa utilizó para crear nuestro mundo: Aire, agua, tierra, fuego y luz, con el poder de “Piedras elementales”, minerales que solamente pueden ser activados por un verdadero guardián elemental.
A medida que nacieron sus descendientes un ser conocido como “Wanülüü” se interesó por ellos.
Miedo, Codicia e ira. Esas emociones eran las que alimentaban a tres criaturas hermosas pero abominables: Las Ayalojos de Wanülüü; tres doncellas espectrales que adquirían su forma física por tres piedras elementales forjadas de muchas otras que Wanülüü maldijo al poseer el cuerpo de un guardián elemental. Una guerra brutal se desató en Mma Ekii, El ser conocido como Wanülüü tenía como único fin apoderarse de todos los guardianes elementales para reconstruir el mundo a su retorcido placer y quienes de estos no le obedecieran, perecerían de la peor manera que se pudiesen imaginar. El temor se hizo sentir en Mma Ekii y la muerte no tardó en relucir para castigo de nuestras lunas hermanas y tristeza para nuestro padre celeste.
Algunas personas se atrevieron a invadir las tierras de Mma Kataa o’u por la desesperación; muchas de esas personas jamás volvieron a Mma Ekii. La guerra se llevó la vida de casi todos los guardianes elementales de Akumajaa pero las piedras de las Ayalojos fueron destruidas y el guardián que había sido poseído por el demonio de Wanülüü fue ejecutado.
Décadas después la paz volvió a relucir y la historia del pasado trágico había quedado en el olvido con excepción de cinco guardianes Elementales, los más viejos de toda Epia, que fueron contando la historia a sus descendientes directos para que jamás se olvidara la tragedia de Wanülüü y las vidas que fueron sacrificadas para la paz de los tiempos venideros.
Akumajaa, nuestra sabia creadora conocía bien a Wanülüü; él solo esperaría a que la indiferencia y el olvido distorsionaran la historia a su conveniencia, pero ella tenía la lealtad de los guardianes a su favor, por lo que a los cinco tataranietos mayores de los guardianes elementales que conocían la historia se les concedió el honor de ser los procreadores de una herencia que salvaría a toda Epia de Wanülüü; ellos cinco deberían escoger a una pareja y con ella engendrar y criar cada uno a Las elementales, que serían una de las hijas que tuviesen, portadoras de un enorme poder capaz de acabar con los planes de Wanülüü.
Al nacer la última elemental, Wanülüü supo lo que debía hacer y tomó el control del hijo de uno de los guardianes elementales de la luz más poderosos de Mma Ekii; hijo de Awarala, el joven Shokotaa.
Con su linaje a favor y la tragedia de Oupünaa Siruma en su apogeo, Shokotaa asesina a su padre fingiendo que la pequeña elemental de tan solo 7 años fuera la culpable de tal atrocidad haciéndola aparecer junto al cadáver de su progenitor.
Todo el país entró en conflicto. ¿Las elementales eran realmente engendros de Wanülüü? Los siguientes años fueron de diferencias internas entre las personas logrando una división clara. Desde ese incidente, la gente empezó a temer a las mal llamadas “elementales de Wanülüü” por su poder descomunal, caótico y destructivo.
espero la continuación! :D
Me atrapo.. esperándola con ansias..!