Modernismo, ciudad y literatura – Una mirada a la selva de concreto
Con el paso del tiempo el hombre ha hecho evidente las transformaciones de su modo de vida, los individuos de pequeños asentamientos se han visto con la necesidad de moverse a centros poblados más grandes, llamados ciudades, con la intensión de mejorar su calidad de vida. Esto ha promovido la aparición de nuevas ciudades que satisfagan las demandas que impone la globalización; el intercambio comercial y la conexión a través de los viajes aéreos, hacen que las ciudades pierdan sus límites y funjan como macro estructuras donde hacen vida sujetos de todas partes del mundo, con lo cual se facilita no solo las transacciones económicas, sino también las culturales e ideológicas. Por lo cual, la distancia ya no es un impedimento para interactuar, con lo cual se propicia la modernización de los estados nacionales. De manera que la forma en que se narra la ciudad se produce desde la estética del modernismo. Tal como afirma Cortes (2009):
El Modernismo se funda alrededor de lo urbano y de un aspecto particular de lo urbano: se trata de la ciudad como espacio y como experiencia, no sólo en oposición a lo rural (para citar aquí la lógica de Sarmiento), sino también como espacio sin fronteras, como punto de conexión con el mundo (p. 146).
De allí, que el surgimiento de la ciudad ha producido no solo fenómenos económicos y sociales, sino también culturales; el modernismo, en el caso del sujeto, viene a describirlo como un ciudadano del mundo, que habita en diversas ciudades al mismo tiempo, dándole de esta manera un carácter cosmopolita. “Y en el campo de la cultura finisecular, la ficción cosmopolita del modernismo, tiene efectos reales al recolocar a la literatura Latinoamericana en una dimensión que excede lo continental”. De manera que el sujeto modernista se identifica por una serie de características elegantes en su comportamiento, con lo cual es considerado como una suerte de aristócrata ficcional, en el caso del escritor una aristócrata del pensamiento, que se manifiesta a través del lenguaje.
Propone Cortes (2009) que “en el corazón de la Modernidad, el cronista descubre el sabor amargo del desencanto. Advierte que el presente promete transformaciones técnicas y sueños políticos, pero también, gesta, en sus entrañas, el germen de su propia destrucción” (p. 158). De modo que para el escritor de la modernidad la violencia obrera está desfasada en la actualidad, pues se encuentra en una época donde reina la paz del capital moderno. Por lo tanto solo le queda recurrir a la remembranza de tiempos pasados con la intensión de quizás rescatar algo de aquello que movilizaba a la juventud a la violencia armada, donde se deseaba llegar a consolidar, la humanidad, por medio de las armas, por el hecho de ser considerado el único mecanismo para obtener el poder ante un sistema autoritario.
Según Silva, la visualización de una ciudad no se da únicamente por medio de una fotografía que representa cualquier esquina, sino que se produce por el conjunto de los puntos de vista manifestados por los ciudadanos, que se suman mentalmente al igual que las cuentas imaginarias, no con la finalidad de contabilizar, sino con el objetivo de proyectar fantasías que den como resultado una ciudad producto del deseo del otro mundo que todos quisieran. En ese mismo orden de ideas indica que, la condición estética de la ciudad requiere de un estudio desde el ciudadano, por lo que no existe ciudad – arte, si no se visualiza desde el ciudadano. Con lo cual la simple forma de la ciudad permite una visión desde la percepción ciudadana, pero solo cuando se interioriza y se constituye en el dominio de la mente o la psique, se puede considerar como una creación estética colectiva.
A lo que Silva (1993), indica que: la ciudad imaginada no es sólo cuestión de la literatura o del arte. Se puede estudiar desde las ciencias humanas, para ayudar a entender al hombre y también las ciudades que ha creado y en las cuales vive mucho más de la mitad de la humanidad. La ciudad no es la que está afuera. La vivimos de acuerdo a lo que construimos en nuestras psiquis. La ciudad es una proyección de sus habitantes (p. 5).
En consonancia con esto María D’Alessandro (2008), plantea la ciudad desde la óptica de los imaginarios individuales y colectivos, donde es posible que el lector tenga acceso a una Caracas recuperada a través de memorias colectivas que se conjugan con su propia memoria. Por lo que las obras se convierten en un espacio donde confluyen el pasado y el presente, donde impera recuerdo y olvido, además de aunar factores como la tradición y el progreso que definen a la ciudad. Todo esto es posible debido a la autonomía que posee la literatura en sus reglas y leyes, las cuales son distintas a las que rigen la realidad. La ciudad es reconstruida por elementos como el olvido de los héroes cotidianos, la exclusión de los que son diferentes, entre otros. Dichos imaginarios no son ficticios, se extraen de lo común, de aquello que se destaca del pasado verídico de la ciudad.
Finalmente, por causa de la ciudad y el modernismo el sujeto se ha vuelto cosmopolita, con lo cual se amplía el panorama geográfico en que se venía narrando la literatura. Por consiguiente, la memoria instituye una nueva morada; la ciudad es recreada a través de la articulación de los recuerdos que cobran vida en el instante en que se convierten en relato, como ocurre en la narrativa, donde se actualiza por medio de su escritura y su lectura. Es decir que la producción escrita es vista bajo una percepción subjetiva, que dota tanto al autor como al lector de una autonomía que podría distanciar sus conclusiones respecto al texto, no obstante, puede existir una conciliación gracias a la memoria colectiva que establece puntos en común para los habitantes de una misma cultura.
Referencias:
Cortes, P. (2009). La ciudad bajo los ojos del Modernismo. Vol. 7, No. 1, 146-167. San Francisco: San Francisco State University.
D`Alessandro, M. (2008). Inventario de recuerdos. La ciudad y la memoria en la narrativa venezolana de finales de siglo XX. (p. 2). Rescatado en Linea: 20/11/2017 de: http://159.90.80.55/tesis/000144202.pdf
Silva, A. (1993). La ciudad como arte. Bogotá: Tercer Mundo Editores.
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Me gustó mucho! Quiero entender más sobre la violencia obrera, lo entendí segun mi punto de vista, oye muchas gracias aprendí muchísimo. Te sigo.
Gracias, son gratificantes tus palabras. Saludos @manurednote
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