Día 3. Un inquilino en mi estómago.

in #spanish6 years ago

Chicos, no sé si les ha pasado que tienen un presión muy extraña en el estómago, como si hubiera un inquilino, algo apretujado, un empujón que no termina y no te quita de encima las manos de duende enano. Ahorita tengo las manitos muy puestas en el estómago. Me pasa frecuentemente. Casi todo el tiempo tengo la presión allí, justo allí. A veces sube lenta, a velocidad de goteros, hasta la garganta y toque a toque la pone blanda y espesa, dejando salir pocas palabras pesadas y liquidas. Tengo la leve sospecha que ese monstruo mañoso es la ansiedad y el tiempo. Esos dos han sido mis hijos mandingas desde que tengo uso de razón y preocupaciones en general. ''Apúrate'' , ''tienes que hacer esto'', ''te falto aquello'', ''no llegaste a tiempo'', ''impuntual'', ''vaga'', hasta un ''mediocre'' se intercala en toda esa fiesta de etiquetas sumisas. Tanto ha sido el tiempo que es muy normal que aparezcan y que estiren sus pies sobre la mesa. Se da por hecho. Cuando aparece la sensación, no hay freno, no hay preguntas ni alertas para entrada; en cambio, pasa lisa con cuerpo de mantequilla y ojos de hombre pícaro, invadiendo todo mi estómago y haciéndolo suyo como virgen en manos de diablos lujuriosos. Y yo, allí, existiendo mientras violan sin contemplación las paredes de mi estómago. Crece el globo rojo hasta estallar dentro y de inmediato cuando estalla, aparece otro sin inflar y comienza a llenarse del odioso aire interminable. Y así, ciclos y círculos son los hermanos de esta situación. Se repite. Se vuelve a repetir. Y yo aquí, existiendo. Quizás mi mente lo planeo todo. Hizo un cálculo mágico y perfecto para sumergirme en un tobogán sin fin bajos sus garras de gato mañoso. Me puso boba y zombi para no repicar ni hacer ruido. Puedo percibirlo. -dato curioso: mientras digo esto, el globo se desinfla-. Ya puedo imaginarme como nació todo. Cuidado, Francisca, no lo digas tan fuerte que se prenden las alertas'', me dicen los pajaritos. Ya saben cómo es la vaina -es decir, la cosa-. Conocen a la luna maldita que se oculta detrás de mi frente y en el centro de mi cabeza. Ya saben cómo es la gorda roja. Y en honor a la alerta, no voy a callarme ni bajar cabezas, sino a sacar linternas y hacer fogatas, para encontrar el inicio del hilo que amarra el globo de mi estómago.

Con amor y esperanzas, Francisca.

07/12/18
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