Hola, tú: la matemática de un café caliente.
Acá son las ocho de la mañana y, como casi todos los días, desperté con la sensación de que algo está por ocurrirme. Esta cosa en el pecho tiene forma de angustia. Y yo ya no quiero gastar mi tiempo, buscando sombras en habitaciones sin luz. Ya no quiero bajar a mí, no con el ánimo esperanzado que, en forma de voz en la cabeza, me decía: si encuentras el origen de tu miedo más arraigado... serás todo valentía. ¡Mentira! Yo soy barquero de mí y he navegado estas aguas oscuras, he conocido también el vacío que se enconde en el eje... y la verdad no es ninguna. Una vez allí, somos todo nada. No hay una casa con puertas abiertas después del miedo más grande. No tienen formas de agua para calmar el desespero de la ausencia. Y la razón de mi miedo me sobrepasa porque soy diminuto, polvo, y mi temor es el universo entero. Como todo es ausencia, temo quedarme sin papeles para vivir.
Toca la matemática de un café caliente.