Cabello Ensortijado (Relato)
El primer día en la casa de campo me llena de risa efervescente. Todos en la cocina disfrutan la llegada de Carlota, la hija de mi tío Manuel. La dueña de los ojos de nuestras vidas. Aunque apenas tenía quince (15) años todos le pedían consejos. Era un hilo dulce en nuestra familia. Carlotita como le decía, mamá Isabel, sale del cuarto rosa pálido preparado especialmente a su gusto.
Su mirada recorre todo el salón y exclama de forma eufórica: -¡Hoy quiero ser yo!
-¡Qué ocurre, mi ángel! dice extrañada Doña Isabel. La niña empieza a reír. Suelta su cabello ensortijado.
Saca hilos de colores del bolsillo de su vestido blanco hueso. Teje Rápidamente. Lanza en el piso varios trenzados de colores. Cada invitado toma uno. Empieza la fiesta. El ambiente se llena de risas raras.
Carlota transforma su rostro. Todos gritan: - ¿Dónde ha ido la alegría?
La niña está en medio de la hermosa sala. Pero, en la blanca pared se reflejan dos imágenes contrapuestas.
Todos centran su mirada en la pared, parece que disfrutan de una película... -¡Dos Carlotitas! Exclama extrañada la tía Isabel. -¡Una tiene el cabello gris!
-¡Esa soy yo realmente! - Replica un poco molesta la consejera familiar.
-¡He vivido sólo para ustedes! Y un sonido estruendoso enmudeció a los presentes. Las lámparas se estallaron. Y en la pared quedó grabada la silueta de aquella niña que nos inundó de alegría.
...-¡Hoy pintaremos la pared, nos ayuda mamá! -dijo nostálgico, tío Manuel.
Antes de taparle el rostro con pintura fresca, se desprendió una lágrima.
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Felicitaciones CARLOTA