En el vagón
Acababa de anochecer. A finales de agosto ya se nota cómo van menguando los días ante la llegada irremediable del otoño y eso entristecía su ánimo, además había llovido. Aunque lo peor era que al subirse al tren tendría que poner el punto y final a sus vacaciones. Pero aún le quedaban poco más de dos horas y media en el AVE, tiempo exclusivamente para ella: sin sus hijos, de los que guardaba sendos besos bien prietos y con ventosa en cada mejilla, y sin su marido, quien la despidió con unos suaves y repetidos en los labios.
Tras recordarles, abrió los ojos y decidió cumplir con el ritual de cada viaje. Observar las historias de cuantos la rodeaban. A su derecha, la joven de cuatro aros en el lóbulo izquierdo y precipitado moño en el vértice de su cabeza que, mientras escuchaba sus cascos y marcaba el ritmo con sus deportivas negras, fantaseaba con una guía de viajes y sugerentes planes en "Iceland".
Al otro lado del pasillo otra joven, esta vez rubia con mechas, escribía a dos manos precipitadamente desde su móvil acomodando las sandalias, a juego con el plateado esmalte de uñas, sin descolocarse ni un solo volante de su vestido ibicenco. Junto a ella un hombre, sin auriculares, intentaba seguir la trama de una película francesa leyendo los diminutos subtítulos que terminaron por inducirle al sueño.
Más entregado al relato cinematográfico se encontraba el tipo sentado delante, con esa barba negra de cuatro días ya convertida en lija donde bien podría encenderse una cerilla, que daba cuenta de una cerveza y una manzana al mismo tiempo. Y también en diagonal una adolescente permanecía hipnotizada con un juego de líneas psicodélicas de colores que subían y bajaban sumando puntos en dicha app gracias al recorrido de un cubo, mientras su madre seguía su serie favorita en una tablet.
Su vista no alcanzaba más y tuvo que tirar de imaginación para entretenerse, pero el hambre la colocó en la realidad y mucho más el whatsapp de su compañero de trabajo, recordándole animosamente su agenda del día siguiente: lunes. Apagó el móvil, se fue a cenar un bocata y al regresar, aún le quedaba tiempo para entregarse a esa forma de felicidad que da la lectura. Abrió su e-book y empezó un nuevo viaje desde sus páginas.
Texto y fotos @gemamoreno
Gran relato para el final de las vacaciones!
Tal cual. Gracias
Buen relato, te felicito. Me encanta el final.
A mí también. Gracias, más si me lo dice alguien que escribe con un estilo tan personal.
Congratulations @gemamoreno! You have received a personal award!
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