Cueva del Guácharo, monumento natural Alejandro Humbolt.
Nunca esperé tanta majestuosidad, definitivamente uno de los mejores destinos de Venezuela.
Eran casi las 2 am cuando llegamos al Parque Nacional. Recuerdo muy bien el viaje, tortuoso y agitado, con muy pocas paradas y vaya que estábamos lejos de nuestro origen.
Nuestro grupo estaba conformado por más de 40 personas, teníamos un pequeño autobus donado por la universidad para hacer investigaciones tectónicas en la zona. Al llegar los guardaparques automáticamente se acercaron, pero antes de una bienvenida calurosa nos dieron las reglas “LINTERNAS HACIA ABAJO Y CERO FOTOS” sorprendida por el timbre de voz empleado y la autoridad que este ejercía sobre nosotros tuve que preguntar la razón de tan inexplicable regla para mí.
Fuente: Grupo de trabajo completo.
Fue entonces cuando conocí a Roger, el guardaparques más joven del lugar. Roger muy amablemente me explicó que los guácharos eran FOTOSENSIBLES y por las noches salían a cazar, y si alguna luz se atravesaba en su camino estos chocarían contra los enormes árboles que se encontraban en la zona.
Roger en realidad era un voluntario y se entrenaba para ser guardaparques, me contó que vivía en una comunidad aledaña y desde que su padre lo llevó a la cueva a la corta edad de 7 años sintió la obligación de ser protector de ella y sus guácharos. Para entonces Roger tenía 18 años, pero un espíritu de 60 debo admitir.
Mientras que todos bajaban las mochilas y se disponían a armar el campamento recuerdo muy bien que me acosté sobre una acera en la entrada del Parque sobre todo el montón de maletas ajenas (la mía seguía en el autobus) y miré el cielo, nunca podré olvidar como mi corazón se avivó, no pensé que hubiese algo más hermoso en el mundo que el cielo que esa noche yo ví, eran más de un millón de estrellas solo para mí.
Pasé más de 30 minutos apreciándolas, aunque para mí fue un instante tan corto; hasta que llegó Lucía a recordarme que debía bajar mi mochila, que ya las carpas de nuestro grupo estaban armadas y nos permitieron bañarnos en los baños públicos del lugar.
Lucía era estudiante de derecho y fotógrafa aficionada, para entonces era la novia del líder de nuestro grupo al que apodamos Mowgli por su cabello largo y enredado. Ella no estaba acostumbrada a tales aventuras, mucho menos a permanecer sin bañarse por más de 10 horas en un día, su desespero era tal que literalmente me dejó botada y fue a bañarse con el resto de las chicas, mientras yo iba por mis cosas al autobús.
Fuente: Bandera de nuestro equipo. Foto cortesía de: Mowgli
Al entrar al baño de las chicas me di cuenta que había una especie de pasillo largo que daba hasta el lugar donde se encontrabas “las pipas” con agua que podíamos usar, mientras caminaba hasta allá la luz “parpadeo” y sentí un frío que me congelaba cada centímetro de mi cuerpo, con el frío llegó el miedo y me retiré rápidamente del lugar, en busca de compañía.
Al salir de allí ya las mujeres del grupo se disponían a preparar la cena, aunque la humedad presente no les permitía encender el fuego, sabía que estaban muy ocupadas como para pedirles que me acompañaran, total yo debería estar allí con ellas ayudándolas. Fue entonces cuando redireccioné mi rumbo y encontré a Jelambi (el geólogo de oficina como lo llamábamos en la Universidad) y le conté lo sucedido para que me acompañara al baño, el muy cortésmente fue conmigo y cuando íbamos a entrar nos percatamos que la luz había dejado de funcionar, y por ello me sugirió que usara el baño de caballeros, que él se quedaría afuera para que nadie entrara. Mi ducha tomó menos de 5 minutos, no sabía que era más grande si mi miedo o las temperaturas tan bajas que habían allí, el agua salía casi en estado sólido y se sentía como alfileres en todo el cuerpo.
Mientras me vestía la luz se apagó, por poco salgo de allí en ropa interior pero inmediatamente se encendió y escuché las risas de mis “graciosos” compañeros. Me vestí tan pronto como pude y salí. Al salir, Jelambi dice “yo la encendí, ellos la habían apagado” le agradecí por el gesto y me senté en una pequeña jardinera a contarles sobre algunas “facultades” extrañas que tenía. Al principio ellos se reían al comentarles que cuando siento miedo de esa forma es porque normalmente hay presencias sin vidas en el lugar; hasta que me quedé mirando en plena penumbra hacia un lugar cercano a donde estaba la entrada de la cueva (en esa oscuridad no tenía ni la menor idea de donde se encontraba la cueva) y grité ¡MIREN!. Solo pude escuchar ¡MIERDA, QUE ES ESO! Por parte de Daniel y de pronto desapareció.
Lo que ví era una luz que iba incrementando intensidad y luego parecía la silueta de una mujer con un vestido blanco. Los muchachos coincidieron con mi descripción y tan pronto desapareció buscamos a Roger.
Roger nos explicó que en los años que llevaba prestando servicio en la cueva nunca había visto nada paranormal, pero que muchos de los turistas que acampan allí siempre tienen relatos de una supuesta novia, un español y algunos indígenas.
Mi compañero de carpa era Daniel, él no podía dejar de hablar del asunto, pero la verdad es que yo ya estaba muy cansada y me quedé dormida sin cenar.
Al día siguiente no tenía idea de lo que mis ojos veían, era un lugar maravilloso, verde, húmedo y con un clima buenísimo para un chocolate caliente. Lucía y algunas otras como siempre, ya estaban despiertas con el desayuno casi listo, entonces fui a dar una vuelta donde encontré la imponente cueva.
Fuente: Área del campamento. Foto cortesía de: Mafilito L.
Muerta por entrar le pregunté a Roger si podía hacerlo y me dijo que no, que debía esperar que fueran las 10 am para hacerlo y entraríamos en grupos de 10 personas con el equipo adecuado ya que el excremento del guácharo era perjudicial para la salud. Esas 3 horas fueran eternas para mí.
Fuente: Monumento a Alejandro Humbolt. Foto cortesía de: Kooiman S.
Una vez llegada las 10, nuestro grupo era el primero en la entrada. Mis ojos nunca habían visto tanta belleza junta. Observaba las estalagmitas, estalactitas y columnas que parecían diseñadas por un escultor, podías ver formas como: piernas, personas a caballos, niños y vírgenes; habían pequeños ríos dentro y galerías muy angostas. Mientras caminabas solo podíamos escuchar el ensordecedor sonido que producían los guácharos, fue entonces cuando pude apreciarlos bien y vaya que ave tan bonita era, la verdad me esperaba una especie de rata con alas, algo así como un murciélago. No llevaba ni 5 minutos en las cuevas y mi contra (pulsera de protección) se reventó; pero no lo ví mal, yo sabía que esa cueva no era normal, la energía que transmitía era mística como de otro planeta.
Fuente: Mi equipo, “Los Picapiedras”. Foto cortesía de: Jelambi J.
Este Parque Nacional es totalmente recomendado por mí, puedes tener contacto con uno de los monumentos naturales más hermosos del país y a su vez con actividades paranormales de otro nivel. Recomiendo al 100% este destino y a sus guardaparques, y por favor si ven a Roger cuéntenle que leyeron sobre él y su amada cueva en Steemit.
Fuente: Recorriendo los alrededores. Foto cortesía de: Morron D.
que increible todo!! quiero tener la oportunidad de conocerlo!! saludos