La sobreprotección como estilo de crianza busca evitar daños que pueden sufrir los niños. Desafortunadamente, pese a ser sobrepotegidos, algunos niños y niñas no escaparon de vivir terribles traumas.

Richard Matheson, citado por Edith Sánchez señala que "el trauma no lo provoca la muerte, sino la vida. Uno puede morir sin saberlo. El nacimiento implica el trauma de la comprensión”.

Lo peor de los traumas en la niñez no es que una persona muera en vida sin saberlo sino que sus padres quizás jamás se enteraran de lo sucedido o que conociéndolo no logren ayudar a sus hijos.

Ciertamente, como lo expone Gilberto Garcia "un niño no es un adulto que pueda comprender. Tampoco puede defenderse. Lo que ocurra en esas edades, habrán de marcarlo por siempre".

El trauma supone la vivencia de una experiencia amarga, triste, desagradable, dolorosa hasta vergonzosa de carácter “incontable, inenarrable e incomprensible para los demás”. Imaginemos lo que significa para un niño que muere en vida sin saberlo y no consigue la comprensión que necesita.

Peor será si encuentra vacíos, desprecios y reproches en la familia como componente de una crianza coercitiva y restrictiva. Bajo tales patrones ¿Cómo crecerá? ¿Será seguro? La respuesta probable, es que en la mayoría de los casos tendremos un niño creciendo en medio de la inseguridad y con poca confianza en sí mismo.

Al pasar el tiempo, lo más común y peor compañía para una mujer traumada durante la niñez es formar una relación de pareja con un hombre que la desvalorice y pueda hundirla emocionalmente.

El machismo está asociado al analfabetismo emocional, bajo este patrón difícilmente un hombre podrá identificar y comprender las necesidades afectivas y/o carencias emocionales de su pareja.

Si quienes debieron haberle ofrecido un apoyo y un cariño incondicional solo le dieron frialdad y rudeza, es complicado que alcance una unión saludable con otra persona que lejos de ayudarla la hunde.

Bajo esta circunstancias, se reforzará la desconfianza, cualquier tipo de temores a la hora de tomar decisiones y hasta se llene de rencor y rabia sin ningún tipo de razón aparente.

Una persona con traumas en la niñez, estará hambriento como un niño de emociones positivas, necesitada de experiencias llenas de afecto incondicional, de palabras y vínculos.

Necesitará el apoyo de sus seres queridos, por ello es tan importante darles amor, cariño y afecto. Es una persona que merece la pena aceptar, superar y vivir de nuevo.

Que alguien haya vivido una infancia difícil no quiere decir que no se pueda llevar una vida plena. Sin embargo, esto suele requerir procesos terapéuticos y de una actitud resiliente con capacidad de enfrentar y recuperarse de las adversidades de la vida.

Los estudios sobre resiliencia muestran que las personas son más resilientes cuando cuentan con redes sólidas de apoyo de amigos y familiares que les puedan ayudar a enfrentar las crisis. Sin embargo, puedes obtener un impulso resiliente aún mayor cuando tú das el apoyo.