Medallas y pésames
Ya lo dijo el director del colegio del pobre barrio de Los Asperones, en el extrarradio de Málaga, cuando fue reconocido con una de las banderas que el pasado martes otorgó la Junta de Andalucía en Málaga: no hay ciudad en la que merezca vivir sin esperanza. Los más vulnerables deben tener esperanza de mejorar para que una sociedad mantenga su equilibrio y su esqueleto convivencial. La riqueza que producen los éxitos de modelo de ciudad tiene que capilarizar todo el tejido ciudadano. Lo demás es historia. Como lo será el coronavirus que ahora es histeria. Ya hay algunos pocos enfermos contagiados por COVID-19 en Valencia, Castilla, Canarias, Cataluña, Madrid y el detectado en Sevilla. Un virus que, probablemente como la gripe común, se contagie incluso cuando la persona está asintomática no es fácil de evitar. La suerte está de nuestra parte, pese a todo. Las estadísticas evidencian su baja letalidad. Sólo el hecho de sea un virus nuevo justifica la alerta. La ruina económica que supone el miedo histérico que provoca su impacto mediático, en cambio, sí puede hacernos mucho daño.
Quienes ya se quedaron sin esperanza de tenerle en casa este puente del Día de Andalucía son los familiares del piloto accidentado en la manga del Mar Menor, en Murcia. El comandante de la AGA (Academia General del Aire), Eduardo Fermín Garvalena, era de Granada. Sería una historia la suya con aire de guion de película si no llevara un crespón negro en la realidad. El avión C-101 que pilotaba es el segundo que se estrella y fue él, precisamente, quien sustituyó a Francisco Marín, el piloto también de la AGA que perdió su vida en el primer accidente el pasado verano. Honor y dolor el día antes de la alegría en el rostro de quienes recibían ayer la Medalla de Andalucía en el teatro de la Maestranza de Sevilla. Viví esa emoción muy de cerca porque fui el conductor de la gala más blanquiverde el año pasado.
Comandante Eduardo Fermín Garvalena, Piloto accidentado
Ayer vi la gala conociendo ya sus costillas y el trasiego que se produce entre cajas. Comprendiéndola mejor, disfruté el alegre rostro de Eva González y la ilusión en el de los galardonados por la tele, con una sonrisa de aceptación. Brindé con café con leche y con mi bebé gritando tatatatá cuando le dieron la medalla a mi amigo Antonio de la Torre. Y al final tarareé el himno, el mismo que comenzó siendo una plegaria campesina antes de que Blas Infante le pusiera letra y José del Castillo música, admirando la personal y exquisita sensibilidad con que lo interpretó la malagueña Vanessa Martín...
(c) Domi del Postigo / www.domidelpostigo.es
El verdadero arte de resumir tres noticias locales en tres hechos comentados con altura, dignidad y criterio.
Muy buen post @domidelpostigo.
Saludos.
Gracias, Hugo. Gracias!