La Lucha por la Democracia Popular.
La Lucha por la Democracia Popular.
Luis Ignacio Hernández Iriberri
[09 abr 20]
El problema al que nos enfretamos como clase social proletaria, como tal, la clase social asalariada despojada a lo largo de la historia de todo medio que produce para el bienestar de toda la sociedad: los bosques de recolección, la tierra labrantía, los derechos de pesca, los grandes talleres y fábricas, las industrias, los medios de transporte y distribución, etc; es el que, mientras en el siglo V los señores de la tierra tomaron el poder y sólo adecuaron lo que ya se tenía a una nueva manera de producir convirtiendo a los esclavos en siervos de los feudos; o en el siglo XV la burguesía sólo tomó el poder para transformar las relaciones de producción feudales de economía de autoconsumo a una economía de mercado que ya se había venido estableciendo; esta vez, el proletatriado, en la tarea de emanciparse emancipando a toda la sociedad, cuenta ya con las condiciones materiales para edificar una nueva sociedad, pero no con las condiciones de una economía socialista que se haya ido formando y ya esté preparada como para sólo tomar el poder y adecuarlo a un proceso de socialización y bienestar para todos. Esta vez, el asunto es por lo inverso: esto es, que el proletariado como clase tome el poder, es condición previa obligada para producir todas las transformaciones económico-sociales ahora necesarias.
El asunto al que se reduce todo, pues, es el de tomar el poder y cómo lograrlo. Desde que se iniciaron las luchas proletarias con conciencia de clase; es decir, con un proyecto propio para una nueva sociedad, a partir de 1847 con el Manifiesto Comunista, esta lucha consistió en hacer avanzar las estructuras político-sociales, sindicatos, partidos, elecciones democráticas para Cámaras de Representantes, y ocupar posiciones en todo ello, tal que se favorecieran las condiciones de transición a un nuevo régimen económico-social de producción. Si la lucha armada ha surgido en un momento dado de ese proceso, ha sido, más que como condición ncesaria, como consecuencia de la resistencia y negación de la burguesía a las necesarias transformaciones sociales. Como quiera que sea, las últimas revoluciones armadas en la lucha por el socialismo culminaron, en Cuba en 1959, y en el seno mismo de la Guerra de Liberación de Vietnam en 1975, es decir, hace entre cuarenta y cinco a sesenta años. Y más aún, en ese lapso la lucha por el socialismo sufrió la derrota en la Guerra Fría con la disolución de la URSS, hace ya treinta años. No obstante, como lo dijera Fidel Castro: <<Mientras existan los pueblos oprimidos y la explotación, habrá la necesidad de la lucha de los pueblos por la libertad>>.
La transición a una sociedad del proletariado, más justa (no como asunto del derecho, sino moral, de lo justo socialmente dado), equitativa e igualitaria (no como acto de buena voluntad, sino con una distribución de beneficio social de la renta nacional), bien puede y debe teorizarse a la luz de esas experiencias históricas y una nueva reflexión en la aplicación de la dialéctica materialista a la nueva situación.
Una vez más, como lo ha sido en toda la historia, la guerra no está siendo en la iniciativa del proletariado, sino como consecuencia del caos económico, social y político capitalista que la ha empleado siempre como recurso de su reorganización. El proletariado, en principio, tiene que manifestarse en contra de la guerra y negarse a ella, dejando que se agudicen esas contradicciones dialécticas sin tal solución.
La sociedad socialista en sí misma es un estado de transición al objetivo último que es una sociedad de comunes, de iguales moral, económica y socialmente; es decir una sociedad comunista. Pero si el proletrariado aún no ha tomado el poder, no hay ni puede haber ni abolisión de la propiedad privada y con ello el inicio del proceso de la extinción paulatina de la burguesía, ni democracia socialista ni dictadura del proletariado alguna; nuestro problema en este momento histórico concreto de 2020 (particularmente en México), se centra aún en una transición más particular con su propias contradicciones dialécticas y su propia complejidad, y eso es sobre lo que en una primera parte debemos reflexionar, para, en función de ello, comprender el necesario estado de transición particular, y el futuro paso al socialismo.
Dicha transición particular, aún en este momento de 2020, es el de lograr un Estado de democracia popular. Esto es, pasar del dominio de la burguesía en las formas de la democracia liberal burguesa (corporativa, representativa y participativa), a las formas de democracia proletaria, misma que es esa fase de democracia paticipativa ya aprendida en 2018, pero ahora bajo la dirección de los intereses obreros, campesinos y populares. Lo que estamos empezando a presenciar con el contenido de la “Cuarta Transformación de la República” en el proyecto de la facción burguesa democrática (y en ese sentido, progresista) y nacionalista en el poder (contra la resistencia de la facción burguesa conservadora neoliberal y proimperialista), es precisamente la superación de la “democracia liberal burguesa representativa” (1997, 2000; que dejó en el pasado a la “democracia liberal burguesa corporativa”), por la “democracia liberal burguesa participativa” (2018). Consolidada ésta, ya podrá pensarse en las formas de la democracia popular bajo el dominio del proletariado.
Para terminar este artículo, debe adelantarse que la exposición de la teoría del socialismo aún bajo estas condiciones histórico-concretas en que no es su momento, tiene por finalidad dar la fortaleza moral e ideológica al proletariado de que su lucha actual, a pesar de estar bajo el dominio de una facción burguesa, tiene una razón de ser en el proceso de construir el camino a un futuro cierto y no utópico, que representa su propio proyecto de individuo y sociedad, en los más altos valores intelectivos, éticos y estéticos.