La Geografía y la Teoría del Espacio en 2020. Conclusión.
La Geografía y la Teoría del Espacio en 2020.
Conclusión
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
[17 abr 20]
Nuestra contribución a la geografía fue, con nuestra investigación de tesis de grado entre 1979 y 1981, el poder redefinir su objeto de estudio, del “estudio de los fenómenos” a su determinación (que en ese momento aún no lo era de su definición) como el “estudio del espacio”. Un objeto a tal punto complejo al pensamiento humano, que creímos que muy difícilmente podríamos ir un poco más allá cuando podíamos ver las complicaciones de los mismos investigadores en los campos de la filosofía y la física; y que, por lo tanto, los siguientes años de nuestra vida profesional quedaría inmersa únicamente en el intento de descifrar sus propiedades, a fin, incluso, de poder definirlo y a partir de ello dejar las bases para poder elaborar con posterioridad, de manera lógicamente consistente, una teoría del espacio en geografía. Y en cierto modo así ha sido, si bien el haber podido llegar al punto de su posible definición dadas con suficiencia un buen conjunto de sus propiedades esenciales, nos ha permitido pasar al tratamiento del espacio su planteamiento teórico-geográfico.
Ya en el lapso de los años ochenta se produjeron cambios notables en las consideraciones sobre la realidad y naturaleza del espacio, y para los años noventa comenzó a vislumbrarse la solución de esta última, lógicamente más por la física que por la filosofía, y, por nuestra parte, un salto en la comprensión del espacio se produjo en el curso de los primeros años del siglo XXI cuando logramos idear la manera de comenzar a estudiarlo según una analogía con la teoría de la cristalografía, mediante lo que denominamos como “simetría dimensional”
Un tiempo después, hacia el inicio de la segunda década ya de dicho siglo, finalmente se descubrió la partícula primigenia buscada experimentalmente desde los años setenta, más directamente vinculada a la “energía del vacío”, y con mayor énfasis, desde 1998 se comenzó a hablar de aquella “materia oscura” hipotetizada ya desde 1933 por Fritz Zwicky como una “masa no visible” que permitía ajustar la masa real de las galaxias que observaba y medía, finalmente comprobada su existencia a mediados de 2006 (aquí también, a manera de determinada su existencia, aun cuando sin poder definirla dado el desconocimiento de sus propiedades necesarias y suficientes), que es ahora, junto con la “energía oscura” –a nuestro juicio–, lo que más se aproxima a la naturaleza del espacio.
Y especificamos que “a nuestro juicio”, porque, como últimas referencias que daremos acerca del tratamiento de la realidad y naturaleza del espacio y su propiedad esencial del vacío, están unas videoconferencias, principalmente del Instituto de Física Teórica de Madrid, que pueden consultarse en YouTube: “Cazador de Materia Oscura”, 2013; por David G. Garduño; “El Misterioso Vacío de la Física Cuántica y la Cosmología”, 2015; de Antonio González Arrollo; y “Materia Oscura y Energía Oscura”, 2017; de Benjamín Montesinos Comino; con algunas valiosas explicaciones complementarias en otros videos de Álvaro de Rújula, entre otros, pero sin que el algoritmo de selección de preferencias nos presente, a 2020, ninguna información novedosa al respecto, y de cuyas largas y ricas exposiciones haremos una puntualizada síntesis en una docena de propiedades que caracterizan al momento en particular a la materia oscura, a saber, que:
- Es transparente.
- Su origen se da con el origen mismo del Universo.
- Constituye casi el 30% (27%) de la masa del Universo (siendo casi el 70% [68%] de energía oscura, y 4% de materia común).
- No emite ni absorbe luz.
- Es fría.
- Se mueve a velocidades no-relativistas de 300 km/seg (semejante a la velocidad del Sol).
- Es neutra, no tiene carga eléctrica.
- Su densidad es de 5x10-24 cm3.
- Es su propia antimateria.
- La estructura del Universo en filamentos visibles de materia ordinaria, está determinada por la materia oscura.
- Tiene efectos gravitatorios.
- Es estable.
Lo más curioso de tales conferencias, son dos notas: 1) cuando se menciona al vacío, se le distingue como “vacío cuántico”, el que “es algo”; a diferencia del vacío común (digamos, newtoniano), que se define sólo como “la ausencia de algo”; y 2) aún a 2017 (que bien pudiéramos extender a 2020), el vacío se distingue en “el vacío filosófico”, meramente conceptual (lo que ello fuese, que no se menciona ningún ejemplo, más allá de quedar insinuado que corresponde a un “espacio irreal” y mencionar que el Universo ya era infinito desde el principio), y el “vacío físico” que, aún hoy, se sigue identificando con “la nada”.
Así, el “vacío cuántico” se entiende como una “energía latente que se convierte en partículas constantemente”, a manera de “fluctuaciones cuánticas” de “la nada” (¿acaso con ello se refieren a “fluctuaciones cuánticas” en el vacío newtoniano?). Y, por lo demás, nunca se asocia el vacío al espacio, no obstante se expone que el espacio se aleja, se expande, más rápido que la velocidad de la luz; sin contravenir ello la relatividad, porque el espacio no está sujeto a ella como la masa ordinaria.
Otro hecho interesante es la explicación que se da a por qué a la expansión del espacio que arrastra a las galaxias, no se da la expansión de las galaxias mismas y del metro con que se mide. Y la respuesta consiste en que, en la evolución del Universo, cada estructura va alcanzando un momento de “desacoplamiento” de esa expansión, permaneciendo así relativamente constante.
A 2020, pues, ese es el estado del concepto de espacio: sigue siendo una ambigüedad en que vagamente se llega a asociar al vacío, y el vacío mismo aún se sigue identificando con “la nada”, pero que, en tanto “vacío cuántico fluctuante”, se convierte en una “energía latente”.
Así, muy posiblemente –a nuestra manera de ver–, en la nueva forma del “horror vacui”, tratando de desentrañar la naturaleza de la “materia oscura” y la “partícula” que la constituye, así como tratando de desentrañar algo aún más complejo como es la “energía oscura”, en lo que se está avanzando es ya no tanto en la demostración de la realidad del espacio, como en el encontrarse con su naturaleza.
A nosotros nos interesaba sólo corroborar esa realidad dada en su identidad con el vacío (lo continuo como lo más general y esencial) que nos permitiese una dialéctica del espacio aún más profunda siendo tanto “forma de existencia” como “forma de movimiento” a la vez, superando aquella limitación de su “inseparabilidad de la materia”, error que se reducía al identificar “materia” con “masa”, que hacía del espacio un mero concepto como la simple geometría de los cuerpos (lo discreto como lo más general y esencial).
Ahora, sobre la amplia base del espacio filosóficamente definido como la “dialéctica de la materialidad continuo-discreta”; y físicamente definido como la “dialéctica de la materialidad vacío-masa”; ya geográficamente, al final, el espacio como nuestro objeto de estudio que se define derivado de la faceta filosófica como de la faceta física del espacio, habremos de entenderlo en su faceta geográfica como la materialidad de ”la unicidad del vacuum en la dialéctica de los estados de espacio”.
Pudiera haber la tentación aún en los “geógrafos fenomenistas” de ver en esa dialéctica de la “forma de existencia” (el espacio) y las “formas de movimiento” (los fenómenos), como un nuevo arreglo en la vuelta a su planteamiento de la geografía como “ciencia del estudio de la localización y distribución de los fenómenos, de sus causas y relaciones”, pues en última instancia están ahí el espacio y los fenómenos en su relación dialéctica. Pero el esencial avance aquí, en esta nueva definición de la geografía, consiste precisamente en que la síntesis de la unidad dialéctica espacio-fenómenos (una contradicción heterogénea), se expresa como la unidad dialéctica en la contradicción homogénea de los estados de espacio: esto es, la unidad dialéctica de ese “algo” que es el vacío relativo entendido como un estado de espacio general al que hemos denominado “vacuum”, y los fenómenos estudiados ahora como estados de espacio particulares en la propia teoría del espacio, y no bajo otras teorías propias a los fenómenos en la investigación de los especialistas de ellos.
Los fenómenos estudiados en su faceta espacial como “estados de espacio”, supone su propia teoría, a la que nos referiremos en otro lugar.