En contacto directo con la naturaleza y la familia

Como les había mencionado antes en mi presentación, soy un hombre de familia a quien le gustan las cosas sencillas, por eso aprovecho parte de mi tiempo en disfrutar de aquello de lo que no percibimos en nuestro día a día, es por esto que en ocasiones me alejo un poco de la ciudad, del ruido que causan los carros, motos, el murmullo de las personas y cedo al deseo de escaparme de las responsabilidades de las rutinas y me lanzo a la aventura de tener contacto directo con la naturaleza, en busca de todo lo que ella ofrece, como por el ejemplo la paz que nos da estar sentado bajo la sombra de los árboles, rodeado de animales, escuchando el sonido de los pájaros, sentir el viento rozar mi cuerpo, algunos rayos de sol que se cuelan por dentro de la ramas, el olor de la tierra mojada, en especial de esa planta que nace mucho en el campo, conocida como el mastranto, detenerme a ver la inmensidad del cielo, donde por momento mi imaginación se activa y logro crear figuras de personas, animales entre otras, estoy seguro que muchos de ustedes alguna vez han tenido esa experiencia y han podido encontrar como se dibujan imágenes entre las nubes.

Recientemente fui con mi familia, en compañías de otros familiares a una casa en el campo que tiene mi cuñado, fue una ocasión muy especial, en mi caso pude disfrutar de lo emocionante que es estar rodeado de la naturaleza, ya que me sirve como relajación y renovación de energías.

Por supuesto no falto la hamaca, el sancocho en fogón, ya que el sabor de la comida en él no tiene comparación, el ver como cada quien nos desprendemos de las comodidades que tenemos en casa para adaptarnos al lugar y acomodarnos en cualquier sitio a degustar de la sopa ya lista, que aún está echando humo, pero que su agradable olor ahumado nos atrae, queriendo comer ya de ella, lo que nos obliga a soplar, muchos llegamos a quemarnos, eso también forma parte del momento.

Tampoco debe faltar algún juego (nos gusta mucho el jenga), que nos reúna a todos para compartir y nos permita por momentos olvidarnos de todos nuestros problemas y nos haga sonreír.

Son estos momentos donde entre sopa, juegos, niños, jóvenes, adultos y fotos, podemos sentirnos felices. Pero somos nosotros mismos quienes debemos regalarnos estas vivencias y ofrecerla a nuestros seres amados. A veces pensamos que necesitamos de grandes cosas para compartir, o simplemente no apartamos el tiempo por estar tan concentrado en nuestro diario vivir.

Sin embargo, estas oportunidades nos sirven para reconfortarnos, interesarnos por el bienestar de los demás y por supuesto estrechar aún más los lazos familiares. Son experiencias que nos quedan por siempre, forman parte de la historia de nuestras vidas, de los hermosos recuerdos. Procuremos entonces esforzarnos por sumar muchos de ellos. Como cabeza de casa, preocupémonos más por crear este tipo de hábito que nos brinda alegría y nos une con la familia.

Hagamos de nuestro rol de padre, esposo o cualquier faceta de nuestra vida, una experiencia más placentera, donde podamos dar con pequeños detalles, de forma imprevista tiempo de calidad a nuestros seres queridos.