EL ESPEJO. AMAPOLA
EL ESPEJO.
Salgo a correr por los caminos de detrás del pueblo como cada día si, cada tres tampoco.
El burro de la valla ya no rebuzna, no se mofa a mi paso. Ni cambiando el ritmo de mi trotar. Aunque de un traspiés. A veces pasa, estoy mejorando el estilo. Debería revisar mi calendario de entreno.
El burro día tras día se limita a observar mi trote a lo largo de la valla desde el centro del prado.
En un momento llegaré al cruce y seguiré camino abajo rodeando la cerca. Burro arranca arrastrando los cascos con desgana, como si pensara ir a mi encuentro al final de esta.
Bajo el ritmo, dejo de trotar, me acercaré a él.
Camino al encuentro. Poco a poco igual que el reflejo de la propia imagen cuando miras a un espejo nos encontramos cerca del almendro.
Nos miramos a los ojos ¿Tenemos esos ojos?
Nunca habíamos estado tan cerca. No es tanta la diferencia.
¿En serio tenemos esos ojos?
Burro, cabizbajo se suelta y me cuenta entre susurros sin rebuznar.
Yo, lo escucho sin un relincho.
_ Era eso. Anímate, el tiempo lo …
No me da tiempo a acabar. Me mira, sus ojos lo dicen todo.
_ Sí, sí, me callo. Lo estoy estropeando …
Da media vuelta dejándome con la palabra en la boca.
Trotando vuelve a su refugio, el centro del prado.
_ Alimentar un duelo, no tiene porque ser malo Burro. Llegas a resolver tus propias dudas. Creces. Alimentas ilusión, te enriqueces de bellos sentimientos que de otro modo no hubieses encontrado.
Puede que te encuentres a ti mismo Burro.
En ocasiones, en algunas de las diferentes partes de esta, la vida da un tirón fuerte de las riendas obligándote a parar de golpe.
Toda una vida de burro creyendo ser rocín y todavía hoy nadie nos ha dicho que no somos caballo.
Doy media vuelta y trotando vuelvo a mi refugio, mi casa en el pueblo.
( Sugerencia para escuchar mientras se lee la segunda parte del relato )
Paul Potts.
AMAPOLA
Amapola, la flor que vive en la maceta.
El burro de la valla, enamorado de sus rojos labios, sueña con poder estar a su lado.
Entiende porqué no están juntos, porqué no hablan.
Pero, no acepta.
El amor y ternura que despierta en él aun creyéndose no correspondido, hace que pase los días vagando por el prado, sin rumbo, sin pasar de la valla. Esa es la razón por la que lleva días sin acercarse a mi paso. Por más grande que su pasto parezca, por más vida que cubra su manto, no ve más allá de ese tiesto.
Sufre por una amapola que en su maceta cree frágil. La cree castigada por un mal viento que todavía seca y exprime la poca tierra que la cubre. Erosionando y comprometiendo la situación de toda la vasija.
Su en otra hora orgullo, se torna en humilde preocupación por ella.
La vida no los entendió o quizás, todavía esté por hacerlo.
No la ve, no se acercan, pero no la siente lejos.
El prado, inmensamente pequeño sólo le trae muy de tanto en cuando un ligero aroma a flor.
Las amapolas, no huelen.
No pueden vivir nunca solas en una maceta.
Toni.
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