"Concurso Cervantes: 4ª Entrega"

EL FARO

Desde que aparqué el coche ya hace un rato que ando. Es zona militar y no se puede entrar con vehículo. El equipo pesa, a la vuelta pesará más, estará mojado. El camino lleno de gravilla, se meten las piedrecitas en las chanclas. Qué incomodidad.

Voy llegando. Hace tres tropezones que me he quitado las chanclas. Nadie en la cala. Aquella roca grande será el sitio ideal para cambiarme. No tendré que complicarme mucho para tirarme al agua y dejaré la bolsa sobre ella.
Podré verla mientras nado. He de acordarme que llevo la medalla en la cartera. Vaya a ser que el primer día de tenerla me tire al agua sin ella.

Cambiado ya, estoy rabioso. Vengo a relajarme y no lo consigo. Se me ha caído la medalla bajo la roca.
Parado sobre el borde, observo las olas que el mar de fondo trae a las rocas. Mi trifulca con los santos me ha hecho pasar un rato con la mirada fija en el agua y la cabeza perdida en un mar de pensamientos.

Metido ya en harina, me sumerjo varias veces justo ahí, en la cala. Hago piruetas bajo el agua, va saliendo el aire acumulado en el traje. Haciendo pulmón. Desempañando el cristal de la máscara. Acabar de sentirme cómodo. Está fría el agua. Con mar de fondo el ir y venir de la corriente se deja notar incluso en la cala.
El cielo cerrado, las nubes grises van cambiando sus formas a capricho del viento. Empieza a llover con fuerza.
Estoy Entre Dos Aguas.

Nadaré hacia el faro. Daré la vuelta a aquella punta. Allí hay por lo menos diez metros de profundidad con una pared vertical que acaba en una losa.
En la punta, las olas me llevan hacia las rocas, con fuerza aleteo mar adentro alejándome de la pared lo suficiente para preparar la bajada. En la superficie subo y bajo a su merced. La corriente es fuerte. Cuando me tienen arriba, veo por encima de las rocas de la punta la torre vigía en el acantilado y la roca con mi ropa.

Llueve. Cierro los ojos. Ventilo. Visualizo la losa del fondo. Mis mundos se van componiendo. Floto arriba y abajo acompañado por un mar de fondo que al llegar a la pared de roca retumba en mis oídos. En mis adentros la melodía.
Mi mente sale del cuerpo. Me siento fuerte. Poderoso.
Maestro, toca para mi, a cambio mi bajada.

Llueve con más fuerza. Bocanada de aire, lleno mis pulmones, golpe de riñón y me sumerjo, Entre Dos Aguas.
La corriente me dispara hacia el fondo casi sin aleteo. Paco con las notas de su guitarra puntea el frenesí de la bajada, la losa aparece en segundos de la nada. La pared frente a mi. Todo muy deprisa. La fuerza de la corriente me lleva a la base de la pared, el estruendo de su golpe con la roca metros más arriba, percusión acompañando los arpegios de De Lucía.

Demasiado cerca, paso por la pared a velocidad de vértigo. Por la mézcla de la melodía con mi adrenalina no me percato del peligro.
Ya no se ve, metros antes de llegar, el espectáculo de la espuma me envuelve. Estrépito convertido en música que cierra la Pieza del Maestro con una ovación ensordecedora.

Ahora, no me siento fuerte. Ahora, no soy poderoso. Pertenezco al agua atrapado en su concierto. Aleteo. Suenan guitarra y palmeros en la espuma. Le pido a las piernas lo que no me dan.
De nuevo la corriente arrancando notas de espuma a la guitarra de Paco.
¡Sácame de aquí!

Me quito la máscara empañada para poder ver. Viento y lluvia, flotando Entre Dos Aguas.
Como corcho en la superficie, arriba y abajo. Nado de espaldas separándome de las rocas.

Abajo, sólo el agua de la ola que me precede. Arriba puedo ver la torre vigía, la roca donde dejé la ropa y se cayó la medalla. En ella, de blanco bajo la lluvia una mujer observando.
Otra vez abajo. La pierdo de vista. En segundos arriba otra vez.
¡No está!

¿Carmen?

Toni.

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