Cuerpos de trapo rescatan tradiciones venezolanas

in #spanish7 years ago

“Tengo una muñeca, vestida de azul, zapaticos blancos y su canesú…”, esta ronda quizás la cantaron por muchos venezolanos en su niñez, pero se ha pensado ¿qué ocurrió con esa protagonista que es la muñeca de trapo? Con el tiempo y el desarrollo tecnológico, han tratado de desplazarla por los juguetes industrializados. Sin embargo, siempre estarán esas abuelas y cultores de corazón que día a día rescatan estas tradiciones hechas de retazos.

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El significado de esas piezas elaboradas con el calor humano se resume en la siguiente descripción de Inés Dolores Molina, quien en una investigación denominada Historia de las muñecas de trapo, cuenta el valor de estas creaciones:

“Esta pequeña obra está construida con retazos de colores, cosida, con ideas de otros tiempos, rellenas con nubes suavecitas de sueños, pintada con la magia del arcoíris y el agua bautismal de los pueblos humildes, donde no llega el cura, pretende llenar un vacío que quedó pendiente por los que se fueron, trata de recoger palabras que se dijeron al viento y quedaron en el corazón y la memoria de una niña pobre que tuvo la dicha de una familia unida y atenta, para quienes jugar nunca fue perder el tiempo, sino al contrario, ganar conciencias”.

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Las manos de Rosa Córdoba hacen muñecas desde hace 35 años en Guatire, ella inició en este arte para su entretenimiento y luego empezó a regalarlas, sin darse cuenta, llegó un momento en el que estaba todo el tiempo haciendo muñecas.

“Mi mamá nos cosía y hacía la ropa en casa, entonces crecimos en medio de las telas, de los hilos. Yo dejé mi trabajo, mi profesión, para dedicarme ya de lleno a hacer muñecas, me quedé enganchada, me enamoré”, enfatizó Córdoba.

Esta muñequera cuenta que inició su arte con muñecas infantiles para adultos, de esas que llaman “patas largas”. “Nos encontramos con dos situaciones: personas que toda la vida quisieron tener una muñeca y no se lo permitieron o que tuvieron una muñeca de trapo, pero se la botaron, entonces les quedó esa pena. A la gente adulta le encanta ese tipo de piezas para ponerlas en las camas o en los muebles”, detalló.

Actualmente, se dedica a hacer muñecas más pequeñas, para que las niñas puedan dominarlas mejor. A su vez, se dedica a plasmar la identidad. Algunas de sus creaciones son parejitas de andinos, de llaneros, las wuayú, y la Negra Hipólita. Como es guatireña, también se enfocó en hacer marionetas de la Parranda de San Pedro.

A través de ellas rescatan esa tradición que viene de las abuelas. “La muñeca es producto del amor que nació de la necesidad de la madre que quería darle un juguete a su hija o hijo, no tenía los recursos, y optó por hacérselo. La gente siente esa carga de amor cuando se elabora la muñeca. Una muñeca industrializada puede ser hermosa pero es hecha por una máquina, no tiene calor humano”, reflexionó.

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HERRAMIENTAS DE APRENDIZAJE

La muñequería de trapo como herramienta para la educación y el aprendizaje, es otro de los beneficios.

Ese es el caso de Doris Orence, quien tiene 61 años de edad y durante cinco décadas se ha dedicado a las muñecas en el Zulia. “Este arte no lo considero como una actividad artesanal, la muñequería de trapo es un todo, donde convergen la niñez, el estudio, el aprendizaje y los valores”, aclaró.

Contó que de esa forma ayuda a las familias al ofrecer talleres sobre la muñequería de trapo como instrumento para la lectura, el rescate de los juegos tradicionales y de la historia. Así lleva este saber a las comunidades para seguir formando a muñequeras en el taller permanente de su casa.

En este sentido, Orence también enfatizó que sus creaciones tienen personalidad. “Mis muñecas hacen lo que quieren, yo soy una madre muy consentidora, pero también las regaño. A veces quiero hacer a alguien, y ellas quieren ser otra persona, a veces se me oponen y hasta tengo que operarlas, pero ellas son mis consentidas”, dijo.

TEJIENDO PERSONAJES

El trabajo en equipo que a su vez se relaciona con otras técnicas, demuestra la libertad y las posibilidades que brinda este oficio. Ibis Alizo es un tejedor, quien comparte este arte con Zulay Malavé, en una tienda en el Mercado Principal del estado Mérida.

El señor Ibys Alizo, aunque es tejedor, se dejó cautivar por el arte de las abuelas y ahora demuestra que los hombres también puede cultivar la muñequería. “Son inquietudes de todo ser. A raíz de las telas que iban sobrando de nuestro telar, decidimos hacer algo. Buscamos la historia de la muñeca. Muchas personas creen que se hicieron para la diversión, pero ese no era el verdadero fin, nuestros ancestros lo hicieron para crearle un oficio al niño”, contó.

Contó que de esa forma ayuda a las familias al ofrecer talleres sobre la muñequería de trapo como instrumento para la lectura, el rescate de los juegos tradicionales y de la historia. Así lleva este saber a las comunidades para seguir formando a muñequeras en el taller permanente de su casa.

En este sentido, Orence también enfatizó que sus creaciones tienen personalidad. “Mis muñecas hacen lo que quieren, yo soy una madre muy consentidora, pero también las regaño. A veces quiero hacer a alguien, y ellas quieren ser otra persona, a veces se me oponen y hasta tengo que operarlas, pero ellas son mis consentidas”, dijo.

TEJIENDO PERSONAJES

El trabajo en equipo que a su vez se relaciona con otras técnicas, demuestra la libertad y las posibilidades que brinda este oficio. Ibis Alizo es un tejedor, quien comparte este arte con Zulay Malavé, en una tienda en el Mercado Principal del estado Mérida.

El señor Ibys Alizo, aunque es tejedor, se dejó cautivar por el arte de las abuelas y ahora demuestra que los hombres también puede cultivar la muñequería. “Son inquietudes de todo ser. A raíz de las telas que iban sobrando de nuestro telar, decidimos hacer algo. Buscamos la historia de la muñeca. Muchas personas creen que se hicieron para la diversión, pero ese no era el verdadero fin, nuestros ancestros lo hicieron para crearle un oficio al niño”, contó.

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Su compañera Zulay Malavé recalcó lo que implicó sumergirse en este mundo hace siete años.

“Dedicarme a esto, me ha abierto la posibilidad de recordar muchísimas cosas de mi infancia y gozo muchísimo porque yo hablo con ellas, les digo: ‘mira vamos a ponerte este vestido’, es un mundo de amor”, comentó.

Al mismo tiempo recalcó la reacción de los que pasan por las tiendas al ver estas pequeños seres. “Los niños entran y les llama mucho la atención, las agarran, las pueden tocar, yo les permito que las agarren, que las toquen y que palpen que son de trapo. Son increíbles sus caras de felicidad”, destacó.

Por otro lado, el abuelo Nicasio Espinoza también ha dedicado su vida a darle forma y funcionalidad a muñecas, títeres de mano y marionetas, desde hace 40 años. El imponente verde del Parque Los Caobos, lo acompaña todos los sábados, domingos y días feriados, en su puesto donde exhibe sus peculiares creaciones.

“La idea es recuperar las tradiciones antiguas y hacer todo lo posible en tener esta riqueza para los niños, con el fin de hacer un juguete más beneficioso para ellos. Mis creaciones tienen la diferencia de ser piezas didácticas que están hechas con materiales reciclables de las fábricas de tela. Ellas son mi vida, mi todo, cada una es un símbolo”, detalló.

HERENCIA FAMILIAR

El saber como herencia familiar se ha venido cultivando en manos de Amada Rojas, quien es hija del gran referente Bertha Vargas, cultora de Cariaco Cerezal, en el estado Sucre. Rojas, desde muy pequeña, al igual que sus hermanos, se ha dedicado a confeccionar muñecas de trapo. Ella cuenta que cuando su madre vio sus primeros trabajos, exclamó: “hija están muy bonitas, parecen gente”.

Lo peculiar de esos cuerpos acolchados de Amada, es que están llenas de personalidad, movimiento, humor, historia y recuerdos. “En los años de los 60 encontré a mi madre haciendo unas muñecas con caras de totuma. Mi madre hacía las negritas antiguas, las tradicionales. Todo el caserío y yo, aprendimos de ella a hacer las caras de totuma y las de trapo”, dijo.

Rojas recordó que en la década de los 80 empezó a personificar sus creaciones. “Las hacía con nariz, barba, amamantando, bateando, borracho y hasta pariendo. La hago como la gente la pida, los patrones nacen de mi mente. Quiero dejar huellas para las siguientes generaciones”.

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Es poco usual encontrar a personas jóvenes dedicarse a este oficio debido a que es una tradición especialmente de personas de la tercera edad. Sin embargo, Mariely Mora es parte de esas nuevas generaciones de muñequeras. “El mismo sistema nos ha hecho alejarnos de aquellos valores culturales que nos pertenecen. Yo sentí como una gran deuda al encontrarme con esas raíces, con esos valores ancestrales de la muñequería tradicional”.

La joven que reside en Caracas, se ha dedicado recientemente a la investigación y a la elaboración de este arte, pero con un estilo más contemporáneo.

“Es un compromiso histórico el que hemos asumido los defensores de las muñecas de trapo y no vamos a dejar que muera una tradición ancestral, en honor a las abuelas creadoras”, manifestó.

Igualmente, precisó que “la muñequería es un hecho que va mucho más allá de un juego. Nuestros indígenas kariñas, hacen sus muñecas de trapo, las wuayú las hacen de arcilla. En fin las muñecas son seres míticos. Es una riqueza estética, pero también hay una vida allí”.

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El bautizo de las muñecas
Tela, algodón, pabilo y retazos son los materiales principales del arte de la muñequería tradicional. Una cantidad de pasos a seguir de manera muy minuciosa como cortar el cuerpo, armarlo, rellenarlo. Luego se pasa a cortar el vestido, seleccionar los colores, combinarlo y coser el diseño. Con estos elementos se procede a vestir la muñeca y seleccionar los cabellos.

Cada muñequera y muñequero tiene su forma de hacerlo, pero estos son los pasos más básicos. Aunque pareciera algo netamente artesanal, pareciera ir mucho más allá.

A estos cuerpos de trapo también se les hace un ritual que se denomina El bautizo de las muñecas, en el Instituto Pedagógico de Caracas, en noviembre de cada año. “En el pasado, se llamaba la Postura de Agua. La muñeca que bautizamos es nuestra, esa no la vendemos. El rescate de esta tradición se le debe a la muñequera Zobeida Jiménez, quien empezó ese trabajo del rescate del bautizo. Estamos tratando de preservar ese legado que nos dejó Zobeida haciendo ese bautizo como un homenaje a ella”, dijo Doris Orence.

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Fotografías: suministradas por las muñequeras y muñequeros mencionados en este reportaje

Redacción: Cristal Colmenares
Publicación: Sección Cultura de un periodico de Caracas-Venezuela.

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