El prisionero / Capítulo 1: Despierta
Capítulo 1: Despierta
Mis ojos ardían como nunca, me picaban mucho las manos y tenía una sensación viscosa por los pies. Estaba arrodillado en la sala de mi casa, encima de una alfombra marrón algo vieja, y un cuerpo tirado al frente de mí. Salía una cantidad descomunal de sangre y no sabía que diablos había pasado. Todo lo veía medio borroso, por lo que tardé un poco en entender lo que ocurría. Me levanté rápido y miré el reloj, eran las 6:27 pm. Después de hacer esto me detuve en seco y vi por la ventana a mi vecino, viéndome desde su departamento. Al momento de descubrirlo se desvaneció detrás de su cortina, lo que hizo que mi espalda se congelara. Entre en razón rápidamente y recordé que tenía mis dos manos bañadas en sangre, al igual que mis pies descalzos. A lo segundos me fijé en mi ropa, la cual se encontraba también salpicada. Esto me llevó a muchas preguntas, pero una de las más normales era: “¿Por qué?”
Primero, ¿qué hacía bañado en sangre con un cuerpo de un hombre que no conocía, en un departamento que recordaba como mío pero, tenía todo desacomodado - un lunes diría yo - a las 6:27 pm? Si el reloj no había cambiado, claro. Pensé y pensé, di vueltas en mi cerebro para ver que se escondía de mi deducción y así poder descubrir si estaba o no loco por el simple hecho de no recordar si había sido yo el responsable del asesinato de este hombre. Pero la verdad esa era uno de los pocos problemas que tenía ya que mi vecino, el Sr. Márquez, había hecho bien su trabajo y había informado ya a la policía. ¿Qué cómo lo sabía? Fácil. Se escuchaban las sirena y a las policías colocarse al frente de mi puerta.
No me moví ni un centímetro, y me quede plantado viendo la puerta, esperando algo. A los 5 segundos entraron rompiendo la cerradura, 6 hombres me rodearon y me apuntaron. 2 de ellos se me acercaron rápido y me lanzaron al piso esposándome. Recuerdo a uno de ellos - creo yo que el oficial al mando -, gritando:
- ¡Quieto! ¡La policía, no haga ningún movimiento!
- ¡Pero qué dice, esto es un error! ¡No he sido yo! – grité con euforia mientras me forcejeaba con los otros 2.
Por alguna razón, y aunque no lo crean; en mi cerebro tenía muy claro que lo que había ocurrido a mi alrededor no había sido mi culpa. El oficial se me acercó, y me colocó su revolver en la frente.
- Te lo diré una vez más, y quiero que me entiendas. Quieto.
Lo miré fijamente a los ojos y me di cuenta que hablaba en serio. No solo tenía la razón de dispararme si no que también tenía el deber de hacerlo. Desde el punto de vista de ellos, yo era el desquiciado asesino. Es decir, solo miren la escena ¡Estaba cubierto de sangre! Y sin nombrar el cuerpo, eso era aún peor. Me levanté siguiendo lo que me decían y me sacaron del departamento. El ruido advirtió a todos. Mis vecinos y los vecinos de mis vecinos, habían salido. Murmurando, cuchicheando y criticando. Era lo que hacían. Los oficiales me llevaron al auto, para poder llevarme con ellos y sacarme de allí.
Apenas entré en el auto, este arrancó y me sacó lo más rápido posible del lugar. Pasamos la “64”, la “Bermot” y la calle “Sans”, dejando atrás mi hogar y mi vida. Todo se había arruinado y lo peor era que no sabía el por qué. Mi cabeza me daba vueltas y vueltas, y sentía una punzada bestial en el pecho. Los oficiales hablaban en la parte delantera mientras yo me moría atrás de ellos, me había iniciado un ataque de pánico y las ventanas cerradas me generaban una ansiedad asfixiante.
Aunque defendía fuertemente mí inocencia, en verdad no comprendía la situación tan absurda en la que me encontraba. Intenté repasar más de mil veces mí mañana para intentar recolectar pistas pero la jaqueca y el punzante dolor en el pecho me lo impedía. Los oficiales hablaban cada más y más alto y mis pensamientos me acribillaban como una ametralladora, cuando de la nada un coche apareció por nuestra izquierda chocando el frente del coche. Dimos 4 vueltas completas hasta colisionar de golpe con un poste y un par de ciclistas.
No sobrevivieron, he de afirmar.
La jaqueca solo aumentaba al igual que mi ansiedad y no podía casi ni moverme, aunado a eso había empezado a salir fuego del motor y mi alrededor estaba repleto de gritos y alarmas de policía. Los vecinos de la zona habían salido a avisar a todos acerca de lo ocurrido y la calle ya empezaba a llenarse en magnitudes. Los oficiales que me acompañaban se encontraban muertos en el tablero del auto, salía sangre de mi frente y tenía nauseas. En definitiva no me encontraba en mi mejor momento.
El auto se sentía cada vez más caliente y me encontraba prácticamente inmovilizado del dolor. Mi objetivo era acercarme a la ventanilla a ver si podía salir por ella, por lo que empecé a arrastrarme poco a poco hasta la misma, aunque el dolor y mareos eran infernales. No logré avanzar mucho cuando mis manos cedieron, caí de cara al asiento y mis músculos se rindieron. Temí lo peor.
En ese momento el fuego ya casi consumía al auto y mi única esperanza había muerto con la caída de mis brazos. No podía hacer nada, iba a morir dentro de un coche policial culpado por un asesinato que no había cometido.
Cuando observé volar mi puerta izquierda del coche.
Una luz blanca cegó mi vista y lo único que pude hacer fue guiarme por la audición. Escuché muchas pisadas acercándose y varias voces hablar y discutir al unísono, sentí como varias manos me sacaron y cargaron fuera del auto. Me arrastraron durante mucho tiempo, no sabría cuánto, y me metieron en otro coche. No entendía que estaba sucediendo. Cerraron la puerta del coche y empezaron a gritarse entre ellos, la discusión no duró mucho al parecer ya que a los pocos segundos comenzó una balacera. Ya no sabía que pensar. Al principio creía que eran los mismo policías quienes me había rescatado, pero no entendía el porqué de la balacera, por lo que lo único que podía imaginarme era el enfrentamiento de bandos enemigos, lo que hacía que me preguntara ¿Qué diablos está sucediendo?
Mis pensamientos me atropellaban y seguía sin tener fuerzas en mis brazos pero mi vista ya empezaba a regresar. Lo primero que pude distinguir fue el auto en el que me encontraba, y es que ahora puedo afirmar que no era un auto policial. Estaba en una camioneta enorme, no sabría cual modelo era, ubicado en los últimos asientos traseros. Logré direccionar mi cabeza hacia la ventana para observar lo que sucedía afuera. Mis sospechas por desgracia parecían ser ciertas. Los policías se encontraban peleando a balazos con un grupo de personas que no pude identificar a la primera. Lo más destacable de ellos era su vestimenta, todos llevaban chaquetas negras y botas enormes, con unos guantes de cuero. Los vi de espalda por lo que no pude identificar mucho más.
Mi cabeza me daba vueltas y seguía sin comprender lo que sucedía, no podía creer en lo que me encontraba envuelto esa noche. Seguía recordando mi mañana, intentando buscar algún indicio de lo que me pudo haber llevado a este escenario, pero mis memorias estaban borrosas y no podía ubicar nada. Aunque quería entender lo que sucedía me encontraba demasiado desconectado con la situación como para hacerlo, pero aun así no dejaba de intentar.
Todos mis enredos mentales fueron apartados a un lado al observar entrar un hombre a la camioneta. Lanzó las armas que tenía en la mano al suelo y cerró rápidamente la puerta. Me miró con detenimiento, se limpió el sudor del rostro y se quitó los guantes de las manos. Se inclinó hacia mí y con lentitud me habló.
- Te llamas Andrés, ¿no? – mientras sacaba una botellita, de lo que creo yo era vodka, de su bolsillo delantero – En verdad no sabes la pila de mierda en la que estás metido niño.
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