La gloria de los Condenados
Las tortillas de maíz, eran tan soberbias, el cual no le encuentro palabras para describirlas, la mojaba en la mantequilla caliente, de tal forma que tela comes con otra se te mete sola en la boca, en unos minutos distante el vino y el vodka formaban un verdadero mar, fue tanta la satisfacción, que dimos un buena vida, mi padre se desabrochó disimuladamente un botón de encima del vientre, tapándose con una servilleta, Carlos Montenegro en uso del derecho y dueño de su propiedad, como quien que todo está permitido, se quitó el chaleco y la camisa, sin tanto perjuicios.
Terminada la comida, sin nadie levantarse Montenegro, se acercó con par de habanos muy exquisitos olor y se entablo una conversación, tan solo escuchaba en el vacío del temas, que estaba en aire dela conversación y su excelentísimo Montenegro era quien más se sentía, era muy evidente sobre todo carácter humorístico, carnalesco, quería quedar a frente de todo ingenioso, lo más irónico que mi padre me daba un golpe con el codo, para que me riera.
Yo abría la boca de par en par y me reía, de tanta exaltación solté un grito, con lo que me traje la atención general.
Parece mentira, pero entre otras cosas Montenegro, como nuestro superior, respirando pesadamente, dice que le parece si debutamos un caviar traídos de los dioses, tan simple era que tenía una dama de piel blanca, sin hablar de sus hijas, hermosa, que nosotros éramos simples ovejas, que tan solos los príncipes, condes, suspiran por verlas, mientras que yo viva Carlos Montenegro, en mi casa todo puede ocurrir, para todos que comparte mi mesa, hoy son supongamos, un ser insignificante, o un granito de polvo de un día pasado.
¡ Que era yo ante ¡, un don nadie, solo lleno de humillaciones, miedo y angustias, trabajaba por una miseria, donde cualquiera puede aplastarte, también llenarte de vergüenza, así me sentía sumiso ante él.
Carlos Montenegro, de una manera de intensión de intrigar, señala a unos de acompañante en la mesa, a un anciano, que estaban sentado al lado de mi padre, este señor se le vía una fatiga en sus ojos y fumaba un habano con repugnancia, el modesto anciano contesta!, no solía o acostumbro a fumar, pero si un caballero de grandeza te lo ofrece, es de mal gusto rechazarlo, de ver cómo era señalado este pobre anciano, me estremeció en mi asiento, nunca pensé tal persona con tan abominación, como si te sacara tu dolor y pecado frente tu cara, a mano de que justicia ira a parar.
En poco momento de ver esta obra de tragedias, de un simple almuerzo, entra su señora madre de Montenegro, le pide a esta, que le traiga más vino y le responde ¡Como diga su excelencia¡, luego de entrar en calma en la mesa, conseguía mi paz, pero Carlos Montenegro irguió su cabeza, eleva su voz como si fuera de mando, torció su gesto en su cara y se puso a cantar:
¡Muerte, perjura ¡!tengo sed de sangre!, nos pariese gracioso, pero señala a mi padre, canta y corre por la mesa como un gallo, me levanto le digo ¡ no se burle de mi padre¡, pero mi padre lo hace, como si estuviera dominado por algo, donde me encuentro, corro hacia la puerta la abro y salgo, vuelvo a entrar al comedor, como si fuera un mundo paralelo, me volteo y miro a Montenegro veo su trágica risa, se me acerca, le dice esta es la última cena de los condenados, yo soy el verdugo de juicio, no me temas a mí, ya mi señor viene a cumplir su voluntad sobre ti, porque tu peor pesadilla se cumplirá, su apariencia cambio de forma diabólica, que no existe una palabra, que le des más abominable apariencia, así Diego Mantilla y su padre más nunca se le vio.
Me despido saludando a todas la comunidades de habla hispana como: #cervantes, #proconocimiento.