La decisión más difícil (My sister's Keeper) [Película-Análisis]
“No amas a alguien porque sea perfecto. Lo amas a pesar del hecho de que no lo es” –Sara Fitzgerald
Historia basada en una novela escrita por Jodi Picoult y llevada a la gran pantalla, conmovedora, desgarradora, pero por sobre todo, enmendadora, puesto que lleva en ella un mensaje preciosísimo de amor, valor y paciencia, en donde se pone en duda la ética y valores morales de una familia que debe atravesar junto con su primogénita un cáncer en la sangre.
Brian y Sara, una pareja feliz y plena, tienen dos hijos: la primera es Kate, a la que le diagnostican leucemia en sus primeros años de vida, y el segundo, Taylor, unos pocos años menor, que presenta dislexia. A raíz de la grave enfermedad de Kate, sus padres invierten años y años en tratamientos, haciendo todo lo posible por su mejora, hasta que un buen día su médico les sugiere concebir otro hijo que pueda tener órganos compatibles con su hermana como solución. Entonces, así es como Anna, por medio de inseminación artificial, es “concebida”.
Al inicio de la película Anna narra que todos los bebés llegan al mundo por sorpresa de sus padres, algunos por error, otros por milagro; pero que ella es la excepción, porque sus padres planearon meticulosamente tenerla y para qué tenerla. En un sentido ético, no es muy bien visto tomar la decisión de tener un hijo para que sirva de donante a un hermano, prácticamente impusieron el propósito de vida de Anna incluso antes de que ella tuviera sus propias ideas. Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona, eso es algo establecido universalmente; y el hecho de que ella haya sido planeada con fines lucrativos (así sea para su hermana) es una violación a este derecho, porque a lo largo de toda su infancia le habían aplicado numerosas inyecciones, realizó incontables trasplantes de médula y órganos, donaciones, etc. Cosas que también han desabastecido su propia salud; y es que nadie debe vivir para salvar o mantener con vida a otros, el deber ser es que cada uno nazca con sus propias condiciones instrumentales que permitan la realización personal. Cada uno forja su razón de ser, sus metas, sus decisiones y caminos. Anna no tenía elección, era cumplir con su misión o nada.
Todo esto también está aunado con el hecho de que su hermana padecía de cáncer y que estaba en sus manos mantenerla con vida. Tampoco era correcto (es incluso egoísta) negarse a ayudarla. Sin embargo y a pesar de la violación a los derechos de Anna como niña que apenas empezaba a conocerse, su nobleza la mantuvo amando a su hermana, y teniendo tolerancia y valentía para soportar cada intervención quirúrgica. Ella jamás se quejó o dijo alguna palabra en contra, hasta que llegó a la edad más difícil: la preadolescencia. He aquí cuando los problemas comenzaron a surgir.
El centro de atención siempre fue Kate, todo el entorno familiar confabulaba a favor de su bienestar. Su madre no trabajaba para cuidarla, su hermana le donaba lo que necesitara, y su hermano, pues, se habían olvidado de su dislexia. Cuando Anna cumple la edad de once años, contrata un abogado para que la avale por emancipación médica, es decir, demandó a su madre por todas las intervenciones médicas que alguna vez se le hicieron. Su madre primeramente impresionada, y a su vez decepcionada, tuvo que regresar a su trabajo como abogada para poder “defenderse en el caso”. En éste punto es la primera vez en que Anna reclama sus derechos y su madre la juzga por hacerlo, lógicamente. Ella mantiene su postura a pesar de todas las acusaciones de su madre con respecto a lo incorrecto de sus acciones, que ella “debe ayudar a su hermana”, que “padece de una terrible enfermedad”, “su hermana tiene derecho a la vida y no tiene la culpa”, que “es egoísta”, que “ella no tiene corazón ni quiere a su hermana”, que “está cometiendo un gravísimo error que será penado por la vida”, y pares de juicios por contar. Es paradójico, exigir sus derechos es a su vez atentar contra la vida de su propia hermana; en estos casos es difícil saber qué es lo correcto y qué no.
El amor tiende a ser mal interpretado. Vivimos con la idea equivocada de que amar es actuar para complacer al otro, o darle un beneficio inmediato. El verdadero amor se trata de aceptar a la persona tal cual como es, y actuar sobre ella pensando en lo que verdaderamente le favorece, o le hace feliz. Otro factor que hace que esta interpretación no sea correcta es la concepción de lo que queremos y lo que necesitamos. Se suele creer que lo que queremos es lo que nos hará feliz, cuando no siempre es de esta forma, ser felices está más aunado con el saber qué necesitamos. Y complacer en el amor es satisfacer lo que la persona quiere, no lo que necesita. Entonces, amar verdaderamente es hacer lo que sea necesario para que la persona esté mejor a largo plazo, así eso implique lastimarla, por más que nos duela, porque sabemos que eso la hará más fuerte, o le permitirá tomar mejores decisiones, o madurar y crecer, o simplemente ser feliz.
Lo que Anna hizo fue un acto de amor grandísimo, aunque a simple vista parezca que haya sido egoísmo. Resulta que ella había demandado a su madre por todo eso, porque su hermana Kate, cansada de sufrir, y de ver cómo la familia se caía a pedacitos, le había pedido antes que lo hiciera. Kate también fue muy valiente y cometió un acto de amor. Le pidió a su hermana que por favor lo hiciera, que la dejara morir, que era lo mejor para ella misma y para la familia. Obviamente Anna no podía entender eso, ¿cómo el hecho de que su hermana muriera iba a ser mejor para la familia? Pero la verdad es que Kate estaba en lo cierto. Ya no quedaban demasiados recursos para seguir luchando por ella, la familia estaba consumida, y ella también, todos eran infelices en la lucha inútil por mantenerla con vida. Kate no tenía más ganas de luchar. Su hermana a pesar de no querer dejar de hacerlo por ella, respetó y obedeció lo que le pidió Kate. También lo hizo por amor, porque al final, todos se dieron cuenta, que el único lugar donde Kate podía ser feliz sin el cáncer, era en la otra vida. Obviamente hay que tener mucho coraje para a los once años de edad demandar a tu madre y dejar que tu hermana muera, pero, aunque por muy insólito que suene, fue la expresión de amor más grande que se pudo llevar su hermana.
Este post es extraído de mi Blog personal, lo pueden encontrar aquí