VOLVER A CASA (cuento)
El viaje por avión, carretera y sendero le llevó un tiempo inimaginable a Milan. Había olvidado cuán lejos se había ido, cuánta cantidad de camino había recorrido, pero no los siete años que lo hicieron dejar atrás la casa que lo vio crecer, su pueblo natal, sus amigos de la infancia y su familia. Jamás pudo asimilarlo, jamás, porque haberse ido del hogar que amaba nunca fue la mejor decisión, pero él sabía que debía ser así, que debía aprender a la fuerza, aun cuando se sintiera o no obligado, que la vida es dura desde cualquier punto de vista en que se le mire, tan dura como una piedra o como un pedazo de metal. Y es que fueron tantas las cosas que ocurrieron a sus veinticinco años que a sus treinta y dos era una carga demasiado pesada con la que ya no podía mantenerse en pié.
Por supuesto que no, Milan ya no era el mismo. La figura imberbe de muchacho rebelde e inmaduro había quedado en el pasado junto con los sentimientos de orgullo y rencor que se había llevado con él sobre el espinazo; orgullo y rencor que desaparecieron tan pronto como conoció el miedo, el silencio y la soledad.
Mientras dormitaba, entre instantes de aburrimiento y estados de pesadez durante el viaje, su mente jugaba a unir las piezas más significativas, pero también las más difíciles, del rompecabezas de su historia. Como cientos de fotogramas de una película, sus recuerdos comenzaron a aparecer de modo desordenado y disonante, pero logrando desempolvar las cosas más viejas y sensibilizar lo que aún latía adentro de su pecho. Exprimió su memoria como una naranja y extrajo una parte de lo mejor de él: su niñez en la granja, correteando a las gallinas para arrancarle las plumas, alimentando el rebaño de cerdos que se vendería en el mercado, jugando con el perro los días de lluvia mientras se empapaba en los charcos de lodo y barro, cazando lagartijas con los amigos para la carnada de pesca cuando iban al río después de la escuela; todo aquello lo llenaba de alegría pero también de nostalgia.
Instantáneamente, la sonrisa de Milan se cinceló en su rostro de manera gradual y grácil, al mismo tiempo que fijaba la mirada en algún punto equidistante a él para hacer que algo más le llegara a la memoria. Y le llegó.
El día que cumplió veinte estaba en su habitación vistiéndose para la pequeña fiesta que le organizaron sus padres y amigos. Antes de ir a reunirse con todos en la sala miró, como lo hacía siempre, el collage de fotografías familiares que empapelaba la parte posterior de la puerta. Él estaba en cada imagen, era obvio, como lo estaban todas las personas que amaba, admiraba y respetaba. Escudriñó cada fotografía como quien busca algo más en aquello que ya conoce o como quien intenta rememorar algún detalle de la vida que ya vivió y que no volverá a vivir porque es irrepetible.
Sí, allí estaba, atrapado por los recuerdos y el encanto de aquellos días en los que la alegría era el signo imperativo que unía a la familia y amigos, en los que abrir regalos con su hermana en épocas de navidad lo llenaba de satisfacción, en los que la sonrisa de su madre inspiraba gracia y belleza en cualquier momento del día y en los que los brazos de su padre lo alzaban para hacerlo sentir un conquistador de montañas intentando alcanzar el cielo.
Su padre. De él aprendió a dar sus primeros pasos, a levantarse de sus propias caídas, a aceptarse tal como era y a ver el mundo de otro modo; de él aprendió a saciar su curiosidad, a alimentar sus ideales y a tener sueños más allá de la cerca; de él aprendió a valorar lo mucho o lo poco que tuviera, a ganarse el pan con el sudor de su frente y a reconocer, aceptar y corregir sus errores costara lo que costara; pero lo más importante, de él aprendió que la familia es lo primero, que no debía haber razón para avergonzarse de ella y que no existía fuerza superior al amor que lograra separarla.
Milan aún recordaba el día que discutió con su padre tras su decisión de dejar la universidad y no seguir trabajando en la granja. Aquello fue, más que un bocado demasiado difícil de tragar, un acto, a juicio de su progenitor, de traición, de inmadurez y de total pérdida de la sensatez. Interpeló su estado de consciencia, con un dejo de enojo y decepción en su voz, para preguntar sobre qué haría entonces. A esto Milan respondió que quería ser escritor, que amaba los libros y que necesitaba forjarse una vida de esa manera. La oposición de su padre no tardó en hacerse notar eufórica y enfática, pues, esperaba que su hijo se hiciera cargo, cuando llegara el momento, de lo que él había construido con sus propias manos para su familia. Pero eso no era lo que Milan quería para él, porque lo que quería era vivir lo suyo, sufrir lo suyo, idear, diseñar y darle forma a lo suyo. Por supuesto que su padre no apoyaría su absurda y vacua decisión, como la calificó, así que lo arrinconó; lo puso a elegir entre quedarse con todo lo que le ofrecía o irse con sus sueños estúpidos lejos de su vista. Milan terminó eligiendo lo último.
No cabe duda que aquel momento fue el peor en su relación. Padre e hijo se dijeron las palabras más duras que habrían podido juzgarse como imperdonables. La madre de Milan y su hermana intentaron hacerlos entrar en razón a él y a su padre, pero la moneda que había sido lanzada al aire ya había tocado el suelo; los dos eran demasiado orgullosos como para dar su brazo a torcer. Hubo rabia, lágrimas y dolor, por supuesto que lo hubo, pero no habría vuelta atrás, aun si los arrepentimientos llegaran después.
El autobús se detuvo justo en los límites de la granja, en el tajo de camino de pavimento de tierra y pedregal que conducía hasta ella. Milan descendió del autobús mientras éste retomaba la ruta, miró el horizonte e inspiró hondo. No podía creerse que hubieran pasado siete años desde que se marchara, siete años que lo mantuvieron más lejos de su casa de lo que imaginó. Pudo haberse olvidado de todo, pudo, pero no, no lo hizo, y uno de los cuatro libros que escribió y publicó durante ese período de tiempo daba fe de ello.
Su padre nunca estuvo afuera de su mente. Todo aquel lugar, y más allá, le recordaba a él. Habían sido tiempos muy duros cargados de sentimientos distantes, de culpas y remordimientos. No sabía qué sucedería cuando pisara de nuevo la casa y su familia lo viera de nuevo; no sabía, incluso, cómo reaccionaría su padre al verlo, si lo recibiría con afecto o si por el contrario mostraría su desprecio o su negación. La verdad Milan no estaba preparado para una confrontación poco afable, pero definitivamente todo era muy difícil de predecir.
Al menos a un kilómetro los perros advirtieron el olor de un extraño que venía por el camino, por lo que los ladridos dieron el aviso. Los ocupantes de la casa dejaron sus quehaceres y salieron hasta el frontispicio a ver quién venía. A medida que el sujeto se iba acercando los perros ladraban con mayor fuerza hasta que una voz los acalló. Una mujer agudizó su vista y detalló a aquel hombre que se acercaba paso a paso. Aquella forma de moverse le recordó a alguien. "No puede ser", se dijo, llevándose una mano a la boca para tratar de contener el nudo que se le había hecho en la garganta y que aceleró su corazón. Ante esto se lanzó en dirección al camino; cuando por fin reconoció al hombre corrió hacia él con sus ojos inundados de lágrimas. Era su hijo.
Milan abrazó a su madre mientras ella no dejaba de decir "has vuelto a casa, hijo, has vuelto a casa". Lloraron, lloraron de alegría durante unos minutos, junto a su hermana que también se les unió. Acto seguido, caminaron hasta la casa y allí estaba su padre, de pie en la puerta, casi imperturbable y más viejo de como lo dejó cuando se fue. Milan caminó hasta él. Vio que llevaba algo en sus manos; era un libro, su último libro: "volver a casa", una historia dedicada a un padre y al amor por su hijo. Ambos se miraron a los ojos, tras un minuto de afonía, hasta que su padre rompió en llanto, al mismo tiempo que dijo "bienvenido a casa, hijo". Milan lo abrazó, lloró y con ello le pidió perdón. Pero su padre dijo que quien debía pedir perdón era él, por no haber creído en su hijo, por no haber apoyado la vida que eligió, por haberlo forzado a tomar una decisión de la que estuvo arrepentido desde el primer momento.
Ambos merecían perdonar y perdonarse, eso era cierto, olvidar las ofensas y los castigos infringidos por palabras y sentimientos duros. Y es que el perdón depura el alma de las penas y ayuda a desprenderse de las pesadas cadenas del pasado. Sí, padre e hijo merecían esa oportunidad valiosa de borrar cualquier vestigio de culpa que pudieran sentir por lo que se hizo y lo que seguramente no debió ser. En fin, el amor a la familia vale más que mil castigos.
Volver a casa fue el acto de curación más maravilloso que pudo haber vivido Milan y todos, pero sobre todo su padre. Habría mucho qué recuperar de aquellos siete años y Milan estaba dispuesto a darse esa oportunidad; en fin, ya había dado el primer paso.
Moraleja: Nunca es tarde para perdonar; tampoco será tarde para olvidar.
Creo que no tengo nada más que decir que lo afirmado anteriormente en los comentarios, excelente escrito, has logrado conmoverme.
Estimado amigo. Entiendo que no haya mucho qué decir. Así que con decir que te he conmovido es suficiente como para decirte "gracias". Un abrazo.
Juro que se me salieron las lagrimas, debio ser porque jamas he tenido un vinculo fraternal y no se como es ese cariño de padre he hijo, pero lo que si se es que el perdon siempre es necesario para curar el ama y seguir adelante.
Muy bien escrito, directo y con un final dramatico.
Saludos, abrazos y feiz dia amigo
Te espero de vuelta, nos leemos.
Mi estimada, @maryunbalanced. ¡Qué lindo gesto que hayas soltado unas lágrimas con esta nueva historia! A modo de confesión, yo tampoco tuve un vínculo cercano con mi padre, pero tuve a otras personas que contrarestaron esa ausencia o llenaron ese espacio. Aún así me siento agradecido con la vida.
En cuanto a perdonar, definitivamento es el acto de depuración más importante. Somos seres que erramos constantemente, personas repletas de imperfecciones como de prejuicios; en fin, es necesario aprender a perdonarnos para lograr perdonar al resto del mundo. Y una última cosa, al perdonar debemos olvidar cualquiera que haya sido la ofensa o el agravio. Si perdonamos y no olvidamos estarémos cargando con una vida llena de amarguras y rencores por siempre, no serémos libres sino prisioneros del odio. Un beso.
Wuaoo como siempre tus cuentos son de tanta reflexión y de transportarnos a dicha historia. Muy buena la forma como ha sido narrado. Me mantuvo atenta hasta el final. Pienso que el chico hizo lo correcto, hay que ir detrás de lo que uno decide hacer, amar, anhelar y los padres son humanos y se equivocarán tanto como los hijos. Somos humanos, pero siempre he sentido que los padres deben apoyar a sus hijos cuando creen en algo que los conduce a lo que ellos quieren lograr. Apoyarlos y estar allí para cuando puedan ser decisiones erradas. De eso se trata la vida. En estos días le dije a mi hija: La cuestión no es evitar cometer errores con nuestros seres amados, es que aunque lo hayamos hecho aprendamos a perdonar, no es el error, es el perdón de aceptarnos tal cual somos y seguir adelante. cada uno vivió su experiencia y pudieron reencontrarse ya listos para comprender y mantener ese lazo tan fuerte como lo es un padre y su hijo. Hermosa reflexión, un cuento profundo y que nos brinda el ejemplo de tomarse siempre el tiempo necesario para escuchar qué quieren sus hijos y cómo actuar en consecuencia. Me encantó. Agrego también que nunca le transmitas a un hijo que su valor va ligado a sus logros, independientemente de lo que emprenda en la vida fracase o no, nada tiene que ver con su amor y su autoestima. Porque cuando sucede al revés los marca y asumen que esa aprobación es vital, cuando realmente puede ser a la larga nociva. Los hijos deben vivir su propia vida y nosotros como padres creer en ellos. Un abrazo.
Mi estimada, @carolinaidrogo. Siempre es un gusto leer tus comentarios, sobre todo cuando mis historias marcan la diferencia en tus propias vivencias. Me siento halagado cuando logro llegar al punto culmen de tu vida, donde te identificas o capto tu atención. Eso me gusta, estremecer corazones y tocar consciencias. Me alegra mucho saber que "volver a casa" (una historia que me dio trabajo pero que me complace) haya generado una reacción maravillosa. Gracias por cada palabra y por compartir lo de tu hija. Lo valoro mucho. Un abrazo inmenso.
¡Que hermoso! Me encantan tus historias porque están llenas de sentimiento y al terminar siempre dejas una bonita reflexión, eso las hace especiales. Esta en particular me gusto mucho por tratarse de un escritor. Qué buen trabajo haces @barestabares te felicito. No dejas de sorprenderme.
Querida, @sanchezal95. Siempre cuando escribo lo hago pensando en la vida que cada ser humano tiene o ha tenido y cómo hacer que lo que escribo llegue a donde quiero que llegue. Como buen observador capto cada detalle y lo traduzco en cuantias de palabras para reflexionar. Los olores, los sabores y las sensaciones que mis lectores experimentan en mis escritos los percibo yo de igual manera. Por supuesto que no dejo de sorprenderme (y soy humilde en esto) de cómo conmuevo a las personas como tú. Me alegra mucho tenerte por acá leyendome. Y en cuanto a tu exorto: intentaré seguir sorprendiéndote. Gracias por tus palabras y tu confianza. Un abrazo.
Una excelente praxis del análisis psico-introspectivo. Gracias por hacerme coro de figuras como Borges, Márquez y Gallegos a quienes por supuesto he leído en ciertos momentos de mi vida (aunque no podría compararme con ellos porque me llevan mucha distancia). Me alegra mucho que hayas leído este cuento que está repleto de sensibilidad, de emociones y sentimientos diversos que puede ser la vida de cualquier persona. Mil gracias de verdad. Un abrazo.
¡Brutal!
Comenzamos a leer y no pudimos parar. Tienes una forma de narrar maravillosa. Nos envolviste desde el primer renglón. Nos fuiste llevando de la mano por la personalidad y psicología del Milan, lograste que nos involucráramos con el personaje.
Maravilloso post.
Recibe un saludo de parte del equipo Mosqueteros
Estimados, @mosqueteros. Es motivador el simple hecho de que se hayan tomado un minuto para dedicarme estas palabras, palabras que tienen mucho significado, de hecho, porque no es fácil escribir una historia que no se sabe cómo resultará o si conmoverá a quienes deba conmover. Por lo que leo mi cuento les llegó. Así que puedo decir que me siento satisfecho por tenerlos aquí leyéndome. Es un gustazo. Gracias muchachos. Un abrazo.
El perdón es esencial para la vida, para nuestra alma, para nuestra esencia como seres humanos. Muy a menudo nos sentiremos heridos y no podemos andar por la vida cargando con el peso del resentimiento, es una pesada carga que no nos dejaría avanzar. Hermoso relato, se nota tu pericia en la escritura, me gustaría que un día pudieras darme tu opinión acerca de mis relatos. Saludos!
Agradable perspectiva con la que defines mi relato. Y por supuesto que me encantaría poder darte mi opinión sobre lo que escribes. Prometo visitar tu blog. Un abrazo.
Un cuento que no le falta nada que está lleno de algo tan importante como perdonar: y es tambien saber esperar, esperar con paciencia, saber comprender y por último el apoyo que pueda darle un padre a su hijo. Un abrazo.
Hermoso punto de vista el que le das a la historia. Y reitero: perdonar es una de las mejores instancias de la vida. Si no lo hacemos siempre nos encontraremos sumergidos en la cloaca de la indiferencia. Es importante comprender que si pagamos con bien eso recibiremos; pero si pagamos con mal, ¿nos lo retribuirán con bendiciones? Lo que sembremos eso terminaremos cosechando. Un abrazo.
Vivimos con el temor de no hacer y cumplir lo que nuestros padres esperan supongo que es inevitable para ellos tratar de dirigir nuestras vidas pero la verdad es que trazar nuestro propio camino es la aventura.Al final del día,cuando nos atrevemos y nos lanzamos,ellos siempre estarán allí,nadie les enseña a ser padres pero ellos cultivan el perdón.
Un abrazo,siempre dejando sin palabras.
@vicky13, los padres siempre querrán lo mejor para sus hijos, siempre. La contrariedad en una relación como esa es que mientras los padres inculcan valores y educan a sus hijos esperan que éstos sean alguna vez como ellos o como ellos quieren que sean. ¡Error! Nadie decide la vida de nadie; la vida que elegimos será lo que al final del camino nos definirá y nos hará comprender cuán humanos somos. Enseñas a caminar a un niño pero cuando ya aprenda a ir solo no necesitará de ti. Ese es un instinto que define a todos en este universo llamado reino animal. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo.
Te envío un abrazo y espero seguirme deleitando con tu increible talento. Creo que no me cansaría de leerte.
Besos de parte de esta chica apasionada de la lectura y de las historias bonitas.
@greciavalentina, es muy gratificante saber que te complace leerme y que siempre logro tocar tu corazón. Lo que puedo decir es que grano a grano intento que cada una de mis historias llegue y quede tatuada en la mente de las personas. Me alegra que eso ocurra contigo (y con cada uno de los que me leen y siguen). A modo de confesión: cuando escribo me desdoblo o, mejor dicho, me interiorizo a tal nivel que lo vivo en carne propia. Es imposible evitar soltar unas lágrimas. Así que te entiendo cuando dices "...lloré de nuevo al recorrer tus letras...". Eso me llena de total satisfacción. Yo también te dejo un abrazo cargado de cariño.