Como pétalos al viento o rosas deshojadas
Como pétalos al viento o rosas deshojadas.
El viento es un viejo compañero, interesante, misterioso y cubierto de magia, puede transformarse fácilmente, en un momento ser una agradable brisa de verano y en otro convertirse en un terrible huracán. El viento tiene visitantes a los que remonta por el cielo y los transborda de un lugar a otro, yo he viajado con él demasiado tiempo para contarlo y en cada parada hecha he cambiado.
Primero empecé como un elegante, aunque típico, pétalo de rosa... las flores se deshojan cada cierto tiempo, un pétalo se desprende de aquello a lo que estuvo adherido gran parte de su vida; cuando llegó mi turno no sabía bien que hacer, mis hermanos y hermanas decidieron caer en otro jardín, donde compartieron con distintas flores, de todos los colores y diversos olores. Pero yo… yo quería algo más, un lugar diferente a los cinco jardines donde crecimos, quería ser más de lo que ya era. Así empecé mi viaje, mi vida, en una mañana de abril llegó una brisa fresca de esas que inclinan los tallos y te hacen sonreír… yo me dejé llevar.
Pasé muchas horas volando con el viento, descubrí como girar y, cuando se quedaba quieto, como aterrizar. También vi flores muy distintas a las que conocía y cuando pasamos por entre los árboles de un bosque quedé maravillado, porque mi compañero se encontraba en su estado más puro, él se entretuvo mucho allí, por lo que en ese peculiar lugar me di cuenta que ya no seguía exactamente igual. Me transporté por el aire hasta un pequeño claro que parecía un jardín, pero diferente, las flores crecían a su antojo y aunque esto pudiera apreciarse como algo desorganizado no se veía nada descuidado, lucía una simple hermosura.
-Hola –Me saludaron las flores.
Fue en ese lugar, olvidado del mundo y al mismo tiempo tan conectado con él, donde las flores no creyeron que venía de una rosa.
-Tu olor es diferente.
-Tu color nunca lo he visto en una.
-No, no. Definitivamente no vienes de ninguna flor que conozca.
Cuando no vienes de una flor reconocida es difícil adaptarte. Las rosas, por ejemplo, cuando tienen todos los pétalos puestos tienden a ser orgullosas y prejuiciosas, hasta el momento en que sus pétalos se caen, entonces se sienten avergonzadas y se dejan marchitar, incluso la mayoría se llevan algunos pétalos con ellas por la vergüenza de verse menos hermosas. Allí, en ese claro, con rosas, claveles, azucenas y otros tipos de plantas, me sentí fuera de lugar. Los pétalos caídos me veían con curiosidad, más sin embargo no me sentía uno de ellos, entonces supe que tenían razón, yo había cambiado… en el exterior y en el interior, aunque eso no me hacía menos pétalo de rosa. Sentí el viento, lo monté y me fui, pasamos por un lago en donde pude ver mi reflejo, mi silueta ya no estaba tan marcada, tenía algunos bordes oscurecidos y me encontraba algo arrugado, sin embargo eso no era lo inusual, lo extraño era que mi color rojo carmesí estaba dividido a la mitad por una franja entre anaranjada y amarilla. Saliendo del bosque y con mi silencioso compañero, vi en mí el color de los numerosos ocasos presenciados desde mi partida.
Ese fue el primer cambio de muchos, la primera parada de muchas, hasta que un día ya no quedaba color carmesí, tenía en mi cuerpo los colores del arcoíris, del agua y del sol. Mi olor se ligó con el de mi compañero, por lo que llevaba en mi todas las flores y ninguna, el olor al mar y al de la ciudad, el olor de los pinos y el de la tierra… mi viaje me convirtió en un híbrido de culturas, aunque también estaba oscurecido y roto, marcas de las caídas y las lluvias. Si, seguía siendo un pétalo de rosa, pero eso no me determinaba, algunas flores no me querían, otras me miraban maravilladas y los pétalos siempre sentían mucha curiosidad. Estoy orgulloso de lo que ahora muestro, de mis cambios y de las cosas que conservo, porque si bien no soy el mismo, hay marcas que aparecen cuando se elige vivir y mil colores que reflejan el valor de esta elección.