Propósitos para 2018
Aprovechando la excusa de nuestra inteligente ordenación del tiempo para compartir tres propósitos para 2018.
El primero es ahorrar más. Ahorrar es siempre sinónimo de libertad; es la variable que nos permite ejercerla en la práctica. Acumular capital, ya sea monetario vía el ahorro, o no monetario, por otras vías como la educación y la lectura, nos permite tomar nuestras decisiones libremente; es lo que nos permite decidir a qué nos dedicamos, para quién trabajamos, nos libera de estar atados a pesadas deudas o sometidos a un jefe o compañía que no nos interesa.
Ahorrar no es tarea fácil, y menos aún en la actual coyuntura de represión financiera. Ni los elevados impuestos, por un lado, ni la inflación, por otro, ambas variables controladas por el Estado, facilitan una tarea ya de por sí muy laboriosa (y de hecho, así nos va). El hecho es que estamos obligados, por leyes de curso obligatorio forzoso, a utilizar monedas fiduciarias que de forma irremediable se devalúan con el tiempo debido a la barra libre de liquidez con la que los bancos centrales solucionan los problemas de insolvencia de los grandes deudores del mundo (léase los propios Estados y la banca). Esto nos obliga a buscar de manera activa estrategias que protejan nuestros ahorros de la erosión de la inflación (lo explican magníficamente bien Baggus/Marquart en su libro Blind Robbery).
Esto me lleva a mí segundo propósito: invertir mejor. Invertir es, en definitiva, decidir de forma inteligente cómo protegemos este ahorro, qué activos compramos que nos den buenas rentas para que este no se devalúe. Si ahorrar no es fácil, invertir con sentido común es aún más complejo. Resumiendo mucho, pasa por tres elementos: la calidad de los activos, el precio de compra (que determina nuestro perfil de riesgo) y, lo que podríamos llamar psicología del inversor, una combinación de temple y paciencia a la hora de mantener estas estrategias de inversión en el tiempo (en otras palabras: ser inversores de largo plazo, siendo conscientes que el precio es volátil, el valor no).
Las dos primeras, saber evaluar la calidad de un activo (ya sea una acción, un bono o un bien inmueble), y enjuiciar su precio, que exige aproximar su valor (una tarea siempre imperfecta), son siempre tareas muy complejas: podemos configurar nosotros mismos nuestra cartera de inversión o apoyarnos en un tercero (igual que acudimos al dentista cuando tenemos una caries) para que nos ayude y oriente.
Tanto si somos inversores por cuenta ajena como por cuenta propia, la protección del ahorro es siempre exigente. Vivimos en un entorno complejo, muy interconectado y cada vez más dinámico, más difícil de entender, en donde como decía el poeta no siempre es fácil escuchar la música –tener criterio (el verdadero recurso escaso hoy en día)– entre tanto ruido.
Llegamos así al último propósito del año: leer (más y mejor). En un mundo saturado de información, mucha de ella de muy mala calidad, el libro se erige como un pequeño oasis para la reflexión pausada (no todos, también en los libros algunas veces se impone la cultura del corto plazo, pero menos). Escribir un libro es una tarea necesariamente laboriosa, igual que lo es su lectura: ambas tareas exigen concentración, para Daniel Goleman factor clave en el éxito de casi todo. Este esfuerzo por ambos lados es lo que permite maximizar las posibilidades de disponer de un buen filtrado del tsunami de información con el que se nos bombardea a diario con un mínimo de garantías y así poder, con el tiempo, ir desarrollando ese espiritu crítico que nos permite separar el ruido de la música. Es más fácil desenmascarar alguien sin criterio en un libro de dos cientas páginas que un tuit de 240 caracteres.
La lectura lineal del libro es lenta y exigente, lejos de la siempre más visual y apetecible hipertexto, pero constituye una gimnasia irrenunciable para mantener en forma a nuestro cerebro, y es un filtro de calidad en un momento en donde se publica de todo. Trate este tema en profundidad con la excusa de comentar el imprescindible libro de Nicholas Carr Superficiales (https://steemit.com/lectura/@luistorras/la-importancia-de-la-lectura-que-esta-haciendo-internet-a-nuestras-mentes-v-2).
Es importante leer de todo, como pasa con las dietas: sociología, historia, avances científicos, psicología, especialmente interesantes siempre el género de biografías y memorias, y por supuesto, finanzas y economía. No conozca otra manera de adquirir criterio (con la excepción de viajar o conversar con gente inteligente) que luego permite tomar mejores decisiones de inversión (en todos los ámbitos), lo que ensancha nuestro potencial de generar más ingresos y más ahorro, acumular más capital, y, en definitiva ser más libres.
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